Dwayne Johnson  (The Rock) interpreta al luchador Mark Kerr

Dwayne Johnson (The Rock) interpreta al luchador Mark Kerr

Cine

'The Smashing Machine': Benny Safdie y Dwayne Johnson ponen contra las cuerdas el sueño americano

El director conquista el cine popular, aunque para ello renuncia al frenesí narrativo y a la envolvente estética de 'Good Time' o 'Diamantes en bruto'.

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Consagrados como la punta de lanza de la última generación de grandes autores del indie americano, los hermanos Joshua y Benny Safdie (Nueva York, 1986) han construido su carrera sobre un acercamiento impuro a los códigos del cine de género.

A medio camino entre la comedia negra, el thriller urbano y el drama familiar, títulos como Good Time (2017) y Diamantes en bruto (2019) han consolidado una trayectoria caracterizada por la alergia a la categorización simplista. En este sentido, The Smashing Machine, la ópera prima en solitario de Benny Safdie –ganadora del León de Plata a la mejor dirección en el pasado Festival de Venecia–, debe leerse como una prolongación de la negativa de su director a someterse a los restrictivos parámetros del cine comercial.

Porque ¿qué es exactamente The Smashing Machine? ¿Estamos ante un filme de entretenimiento que ensalza y a la vez cuestiona la épica competitiva? ¿O quizá se trata de un ejercicio puramente autoral, en el que el pequeño de los Safdie demuestra que, en solitario, también puede retratar claroscuros existenciales sin un ápice de moralismo?

¿Y si estamos, en realidad, ante un vehículo para el lucimiento de Dwayne Johnson (The Rock), que capitaliza su complexión hercúlea para ofrecer una de esas interpretaciones dramáticas que tanto gustan a la Academia de Hollywood? Y, por último, ¿podría todo lo anterior no ser más que una fachada tras la que se esconde una película política de primer orden, en la que Safdie y Johnson desmontan el imaginario narcisista y exitista que propagan las altas esferas del poder yanqui?

Cada una de las caras de The Smashing Machine arrastra sus luces y sombras. En el caso de leer el filme como un puro divertimento, cabe resaltar la excitación con la que Safdie observa a Johnson repartir coces y mandobles en la piel de Mark Kerr, uno de los pioneros de la versión más salvaje de la lucha libre. Solo hay que fijarse en cómo filma Safdie los combates, situando la cámara en los márgenes del ring, nunca en el interior, rompiendo así con el referente ineludible de Toro salvaje (1980) y adoptando el punto de vista de un fan del espectáculo.

Además, The Smashing Machine explota los clichés de la épica deportiva, como demuestra una secuencia de entrenamiento para un gran combate, en la que el Gonna Fly Now de Bill Conti, que acompañaba a Rocky en sus carreras por Filadelfia, es sustituido por una versión del mítico My Way. Safdie ambiciona conquistar las aguas del cine popular, y lo logra con creces, aunque para ello renuncia al frenesí narrativo y al envolvente filo estético de sus anteriores películas.

Luego, en cuanto a la cuestión autoral, no hay duda de que Safdie, siguiendo el ideario de Martin Scorsese, se pone del lado de su imperfecto protagonista para mirar de frente a las profundidades del alma humana. Esta ha sido siempre la especialidad de los hermanos Safdie, que convirtieron en héroes improbables a un joven pordiosero (Good Time) y a un ludópata egocéntrico (Diamantes en bruto).

Emily Blunt y Dwayne Johnson.

Emily Blunt y Dwayne Johnson.

En el caso del personaje de Mark Kerr, pese a su naturaleza animalística y su apego a una violencia ritualizada, la misión de despertar la simpatía del espectador se antoja sencilla, en cuanto que la película muestra al luchador como un hombre noble, leal con sus amigos y generoso con sus seguidores. Cuando Kerr cae en la adicción a los opiáceos, empatizamos con su dolor; cuando le recomienda cariñosamente a un joven fan que no se meta en peleas, dan ganas de abrazarlo.

La hipótesis que describe The Smashing Machine como un escaparate para el lucimiento de Johnson es fácil de corroborar, dado que el actor logra destilar la cara más vulnerable del luchador. Observar sus movimientos elefantinos, fruto de su complexión vigoréxica, genera una sensación extraña, entre la impresión y la compasión. Y es justamente esa compasión la que busca exaltar la película, mostrando a Kerr como un gladiador moderno que llegó demasiado pronto a su trono –hoy las estrellas de la UFC ganan millones de dólares, mientras que en los años 90 cobraban sueldos medios y solo eran conocidos en Japón–.

Johnson brilla sobre el cuadrilátero, se gana el favor de la audiencia, y logra resolver, sin deslumbrar, dos tareas complejas: evocar la desesperación de un hombre vampirizado por la sed de victoria y dar verosimilitud a la pirotecnia melodramática que se impone en la difícil relación de Kerr con su novia, la siempre notable Emily Blunt.

Por último, está la cuestión ideológica, que la película trabaja desde su premisa inicial, que presenta a Kerr, en el año 1997, como un guerrero que ha labrado su leyenda a partir de su probada imbatibilidad. En una escena reveladora, un periodista japonés le pregunta al luchador qué sentiría si perdiese un combate. Kerr, desconcertado, se muestra incapaz de articular una respuesta.

Sin embargo, como en toda gran historia, los obstáculos irán enfrentando a Kerr con sus límites, hasta el punto de que, a golpe de ascensos y caídas, el personaje aprenderá a ver más allá de la dicotomía del triunfo y el fracaso. Es sobre ese cambio de paradigma que The Smashing Machine construye su descarnada, pero también afectiva, reflexión sobre una América cuya supervivencia cívica pasa por la superación de su quimérica y hoy desbocada sed de “grandeza”.

The Smashing Machine

Dirección y guion: Benny Safdie.

Intérpretes: Dwayne Johnson, Emily Blunt, Ryan Bader, Bass Rutten, Kenny Rice.

Año: 2025.

Estreno: 3 de octubre