Fotograma de 'Anora'.

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Cine

Las Vegas, la legendaria capital de los viciosos y el hogar de Presley y Sinatra

El documental 'Las Vegas: historia de la ciudad del pecado', que estrena Movistar Plus+, cuenta cómo el monumento al desenfreno capitalista se convirtió en un referente mundial del espectáculo.

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Las Vegas, esa ciudad de neón eterno incrustada en el desierto de Mojave, donde las luces nunca se apagan, las puertas nunca se cierran y el tiempo parece diluirse entre apuestas y espectáculos. La urbe del juego lleva décadas reinando como la capital mundial del entretenimiento, no hay otro lugar que funcione como un experimento tan extremo, y tan descarado, del ultracapitalismo en acción.

Por los hoteles-casino de su calle principal The Strip, con poco más de cuatro millas de extensión, han pasado prácticamente todas las estrellas del mundo del espectáculo que se puedan imaginar: desde Frank Sinatra a Celine Dion, pasando por Gaga o The Beatles y, por supuesto, el artista al que Las Vegas estará ligado eternamente: un tal Elvis Presley.

Disponible en Movistar+, El documental Las Vegas: historia de la ciudad del pecado disecciona, a lo largo de sus cuatro capítulos (repletos de material de archivo), la constante evolución y regeneración de este monumento al desenfreno capitalista en forma de ciudad que, a partir de los años 50, se convirtió en la referencia mundial del espectáculo. Un lugar que ha sido fielmente retratado en filmes como Casino (1995), Miedo y Asco en Las Vegas (1998), Ocean's Eleven (2001) o Viva Las Vegas (1964).

Una oferta difícil de rechazar

Tras la Primera Guerra Mundial y "los felices años 20", Estados Unidos se encontraba inmersa en la Gran Depresión debido a la caída de la Bolsa de Nueva York. Pero en Las Vegas todo eran luces y diversión, un lugar donde el dinero no parecía ser un problema. Aquella ciudad en medio del desierto, donde el divorcio exprés y el juego estaban legalizados, se convirtió rápidamente en una vía de escape para los ciudadanos que podían permitirse apostar su dinero durante toda la noche.

Por lo tanto, el potencial para convertir esta ciudad en un paraíso de montañas de dólares despertó rápidamente el interés de las mafias. En 1945 llegó la cosa nostra proveniente de Nueva York y representada por los gánsteres Meyer Lansky y Bugsy Siegel (asesinado a balazos tres meses después en su propia casa) que invirtieron su dinero para hacerse con el Hotel Flamingo y convertirlo en referencia icónica del Strip de Las Vegas.

A partir de entonces, la presencia de la mafia sería imparable y los distintos sindicatos de Nueva York, Chicago, Cleveland o Kansas City se instalaron en la ciudad convirtiéndose prácticamente en el cajero automático de la organización criminal.

Consiguiendo, además, una buena reputación entre la comunidad a base de invertir en iglesias, escuelas e inmuebles, y haciendo de Las Vegas una ciudad funcional y sorprendentemente segura (sin delincuentes, para eso ya estaban ellos) en la que podías dejar la puerta de la casa abierta sin miedo a ser robado.

El Hotel Flamingo fue el primero en apostar por los grandes espectáculos arrastrando a figuras como Judy Garland o a Jerry Lewis y Dean Martin hacia su escenario. Los artistas musicales eran el principal reclamo para que, una vez terminado el espectáculo, los clientes fuesen amablemente invitados a dejar todo su dinero en las mesas del casino. Su posterior —y copiosa— recaudación serviría para contratar de nuevo a más artistas. Era el modelo de negocio perfecto.

100% Las Vegas

En la década de los 50, Las Vegas formaba parte de la prosperidad de la posguerra con el aumento de visitantes de clase media provenientes tanto de grandes ciudades como de pueblos pequeños. Todo ello convirtió a la ciudad en una especie de Disneyland para adultos justo antes de que el mismo Walt Disney ideara su propio parque temático.

El Hotel Sands se posicionó como la primera referencia y residencia habitual de Frank Sinatra que, junto a sus amigos del extraordinario Rat Pack formado junto a Sammy Davis, Jr, Dean Martin, Peter Lawford y Joey Bishop; conformaron el primer gran fenómeno de entretenimiento "100% Las Vegas".

En él, cada noche, los artistas interpretaban las mejores canciones clásicas norteamericanas entre toneladas de alcohol y divertidos números improvisados de espectáculo old school. Nunca hubo tanta clase y talento sobre un escenario.

Pero la cultura segregacionista imperante en Estados Unidos también se imponía en la ciudad del pecado donde, a artistas de color tan importantes como Nat King Cole o Lena Horne, no se les permitía alojarse en los hoteles que llenaban noche tras noche. Quedaban relegados a las afueras de la ciudad.

La mafia consiguió, además, una buena reputación entre la comunidad haciendo de Las Vegas una ciudad en la que podías dejar la puerta de la casa abierta sin miedo a ser robado.

Sinatra tuvo mucha importancia en la integración de las personas negras en los hoteles y casinos, pues amenazaba con no trabajar donde no admitieran a Sammy Davis Jr. o a los músicos de su Big Band. A los propietarios no les quedó más remedio que aceptarlo.

A comienzos de los 60 aparece el artista que probablemente inauguró el estilo excesivo y hortera característico de Las Vegas: el mítico pianista Liberace. Un divertido personaje que tocaba piezas clásicas dentro de megalómanos shows en los que entraba vestido con su abrigo de visón de 12 metros de cola al escenario.

Todo a lomos de un inmenso Cadillac descapotable para luego desplegar su pirotecnia pianística clásica entre candelabros estilo siglo XVI y un constante brilli brilli a prueba de córneas. Además, le gustaba salir volando del escenario al final de sus conciertos ante la mirada atónita de los espectadores.

A su vez, la posterior llegada del cantante Tom Jones a los escenarios de Las Vegas conforma la aparición del macho alfa sudoroso y sexy, vestido con pantalones de poliéster bien ajustados, camisa desabrochada de pelo en pecho y propiciando los primeros lanzamientos de ropa interior femenina sobre el escenario ante su irresistible manera de mover la cadera.

Viva Las Vegas

Pero si hay un referente icónico que se ha mantenido y se mantendrá unido para siempre a Las Vegas, ese fue Elvis Presley. Tras su intento desafortunado de convertirse en estrella de Hollywood y por decisión de esa rata del mundo del espectáculo llamada Coronel Parker —que le impedía salir de gira fuera de Estados Unidos—, Elvis acabaría desembarcando directamente en Las Vegas tras el éxito de su actuación en el Comeback Special de televisión emitido dos años antes.

Sinatra tuvo mucha importancia en la integración de las personas negras en los hoteles y casinos, pues amenazaba con no trabajar donde no admitieran a Sammy Davis Jr. o a los músicos de su Big Band.

Coincidiendo con la construcción del International Hotel, que tenía el doble de capacidad con respecto a sus competidores, su inmenso auditorio serviría como excusa perfecta para revitalizar la carrera musical de Elvis con una serie de actuaciones legendarias.

De tal manera que su primer concierto en Las Vegas el 10 de agosto de 1970 —su primera actuación en vivo en ocho años— provocó una tremenda expectación entre el público semanas antes de que Elvis finalmente apareciese imbuido en su icónico mono blanco sobre el escenario. Acababa de nacer una de las leyendas más importantes de la ciudad y sería la primera vez que mucha gente le vería en directo.

Durante años pareció feliz de volver a estar en contacto directo con sus fans, y además el hotel Hilton le brindó un lugar de descanso cuando no estaba de gira. En la planta 30, La Suite Imperial del hotel estaba concebida como un refugio para todos sus artistas principales, pero con el tiempo se la conoció como "La Suite Elvis".

Aunque claro, actuar durante 7 años seguidos en Las Vegas, el uso indiscriminado de drogas prescritas por médicos de dudosa reputación y las malas compañías pueden acabar con cualquiera. Elvis Presley se había convertido en una caricatura grotesca de su elegante y enérgica forma de ser.

La era del contable.

A partir de entonces, Las Vegas comienza un periodo de transición económica e identitaria donde entra en escena el paranoico y recluso multimillonario Howard Hughes, quien se instala en la ciudad y comienza a adquirir hoteles uno tras otro: el Frontier, el Castaways, el Silver Slipper, el Sands

Como si jugara una partida de Monopoly a escala real, este pionero de la aviación aportó la tan necesaria estabilidad financiera, alejando progresivamente a las mafias del negocio de los casinos. Con él, Las Vegas dio el primer gran paso hacia el modelo empresarial que hoy conocemos.
La ciudad no volvió a ser la misma. Ni lo sería jamás.

Había llegado la era del contable. Martin Scorsese lo retrató con maestría en su película Casino (1995), donde la muerte del viejo glamour del juego daba paso al control frío y metódico de las grandes corporaciones.

Con la llegada de los años 80, la ciudad del pecado entra por primera vez en recesión. Para sobrevivir, amplía su oferta hacia espectáculos más diversos y de menor coste. Nacen entonces los shows XXL de magia e ilusionismo, con grandes trucos y animales salvajes sobre el escenario, en producciones tan espectaculares como rentables, que agotaban entradas noche tras noche.

Al mismo tiempo, emergen espectáculos de drag queens, donde un público mayoritariamente heterosexual entra en contacto —quizás por primera vez— con la comunidad LGBTQ+ del entretenimiento y transformistas como Kenny Kerr se convierten en referentes del nuevo cabaret de Las Vegas.

A esto se suman los shows de stand-up comedy y las grandes veladas de boxeo, que terminan por consolidar una oferta variada, rentable y adaptada a todos los públicos. Las Vegas reafirma así su título: la capital mundial del entretenimiento.