
Oliver Laxe y Kangding Ray. Foto: Tamara de la Fuente
Óliver Laxe y Kangding Ray descomponen 'Sirat': "La solución era ser radical, que la gente casi bailara en el cine"
El gallego del año y el afamado músico tecno van a revertir el calcetín espectacular de la película del momento en una performance única del Festival Curtocircuito. Hablamos en exclusiva con ambos.
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En las películas de cadena de montaje fordiana, el guion y la música están en las antípodas. Toda modificación argumental durante la edición es bandera roja y la banda sonora suele mal-interpretarse para explicar todas las cotas a las que la imagen no ha llegado (pone un violín triste). Para Sirat, como en todas las películas de Óliver Laxe, la música aparece durante el primer escaletado de guion y es integral en cómo concibe cada secuencia.
Para los graves que emanan de los altavoces moribundos de su caravana ravera por el desierto, "estaba buscando otro actor no profesional. No quería trabajar con un típico compositor de cine, sino con un músico. Eso lo tuve claro desde el principio", dice el cineasta.
La función de esta banda sonora no pasaba por subrayar de un carril a parte. "El sonido puede ser muy manipulador a nivel emocional, y a veces se trata de saber cuándo no estar demasiado presente", explica Laxe. Tenía la doble misión de mantener la rave inicial viva, latiendo en continuidad hasta el final de la película, mientras nos elevaba: "Mi idea era comenzar con algo muy terrenal y poco a poco invitar al espectador a otras dimensiones".
David Letellier, de nombre artístico Kangding Ray, le escucha enfundado en su gorra, camisa deportiva y pantalones negros, en un hotel de Santiago. Dice la revista Vice que Ray "es de esos pocos músicos que no ha necesitado de mucho marketing" para abrirse paso como "punto de confluencia para las exploraciones más abstractas y rítmicamente inteligentes" de la música electrónica, hasta llegar incluso a trabajar con la Filarmónica de París. De hecho, lo categorizan antes como arquitecto de sonido que como DJ.
De Kangding Ray, Óliver Laxe había quedado prendado al descubrir las infinitas capas de pulsos y melodías etéreas de Solens Arc, álbum de 2014 que es lo más cercano a la banda sonora de Sirat que hoy puede encontrarse en línea. De hecho, Amber Decay es el tema que suena al inicio de la película.
"Recuerdo, David, que las primeras pistas que me enviaste estaban muy bien. Pero noté que estabas tratando de adaptar tu música al cine, tratando de narrar y provocar emociones", explica Laxe. Así que hicieron borrón y cuenta nueva para des-componer. El tándem partía en busca de algo que los temas de Ray ya tenían, "justamente el tipo de grano y textura que da el celuloide de 60 mm. La arena del desierto, el polvo, tienen algo que te atrapa". Dice: "Escribo de forma muy . Cuando trabajo con Santiago [Fillol, su coguionista habitual], a veces describimos sensaciones y texturas, más que acción".
"Me di cuenta de que la película ya existía muy claramente en su cabeza. Estaba todo muy definido; todas las imágenes estaban ahí", sigue Kangding Ray. Comunicarlas les llevó conversaciones larguísimas, parecidas a las de Tilda Swinton tratando de describir el ruido extraterrestre que la perturba en la Memoria de Apichatpong Weerasethakul.
El cineasta gallego envió una lista de películas a Ray, entre las que se encontraba Stalker de Andréi Tarkosvky, aunque la banda sonora de Eduard Artémiev para el clásico de la sci-fi rusa está repleta de sitares y flautas medievalistas. "Creo que la solución pasó por siempre ser radical", explica Laxe.
Y para ello la música tenía que ser intensa, áspera. Radical es familia etimológica de la raíz: "Realmente quería que el espectador casi bailara en el cine, mientras evocaba otras capas de la sensibilidad y la espiritualidad humana. Eso también es ser radical".
Para Kangding Ray, "representar raves o escenas de club en películas supone un gran reto, porque es muy difícil transmitir esa experiencia. A menudo, lo que ves es solo la 'idea' de una rave. Para mí, ser radical es mantenerse fiel a esa experiencia". Pero la banda sonora de Sirat aspira a hacernos bailar con la película, elevándonos, por lo que les pregunto por la preeminencia del drop al componer.
El drop, en música electrónica, se produce tras la acumulación de distintas capas melódicas y de sonidos, que nos llevan a una ruptura de ritmo en la canción y un reinicio extático. "Oh, sí, la película está llena de momentos en que la música va construyéndose hacia algo y luego explota". Citan las rupturas musicales en los temas Amber Decay y Blank Empire, de Solens Arc y presentes en la banda sonora, que funcionan como advertencia de lo que nos está por caer.
Óliver Laxe tiene una pregunta: "¿Por qué tanta gente me dice: 'No me gusta el tecno, pero me encantó la música en esta película?'". Le da una vuelta, subrayando los 300.000 espectadores que a día de hoy lleva el filme en España. "Fue un riesgo muy grande apostar por el tecno como banda sonora, especialmente cuando la mayoría del público de cine en Europa es mayor de cincuenta o sesenta años".
"Cuando la gente dice que no le gusta el tecno, muchas veces es por su mala reputación. Se asocia con excesos, con mal comportamiento, drogas. Y luego asumen que la música en sí es muy básica, muy 'chumba, chumba'", lo cual "no tiene sentido", alega, porque el acercamiento de Sirat al tecno está "muy definido" (lo describe incluso como "chic"), y "la humanidad lleva entrando en trance con la música de los tambores desde hace milenios".
A todas las fiestas del mañana
Como The Velvet Underground, me reservo un hueco para que me anticipen qué preparan para "la rave" que organizarán este viernes 4 de julio por la noche en la Praza da Quintana, sobre la fachada sur de la catedral de Santiago de Compostela. Un evento gratuito y de libre acceso. Los turistas que paseen hoy por el centro histórico, con una amplia representación jubilada, van a alucinar.
Laxe corrige risueño, no es una fiesta: "En un periódico dijeron que íbamos a hacer una rave. Y ahora todo el mundo pregunta: '¿y tu rave qué?'". "Vamos a invertir lo que hemos hecho en la película", explica Kangding Ray, empezando por el desierto desnudo y recomponiendo por capas a partir de ahí. Para elevar la parte audiovisual han convocado al cineasta Adrián Canoura, que presenta un Foco en el Festival Curtocircuíto; una muestra que desde hace veintiuna ediciones ha cruzado el cine (corto y largo), con la fotografía y la performance.
En mi primera edición, en 2022, vi a las aún muy desconocidas Tarta Relena intervenir sobre un retablo religioso, el certamen ha encadenado las visitas de artistas tan dispares como Yousuke Yukimatsu o Panda Bear, y ayer dio una charla sobre 'On Mass Hysteria' la Premio Nacional de Fotografía Laia Abril.
"Creo que será algo tierno. Será febril, como una caricia. Irá llevando a la gente poco a poco hacia el baile, pero sin ser agresivo", imagina Óliver Laxe sobre su no-rave, concierto o "experiencia". "Pensaba empezar con un canto del Corán mientras la gente se va sentando…", en una comunión espiritual también con Santiago, que –nos recuerda– "es el tercer lugar de peregrinación más importante del cristianismo".
¿Es volver a lo averbal de la música tecno una forma de detener el alud de declaraciones que han convertido al cineasta gallego en una de las personas más admiradas y a la vez satirizadas del panorama español? ¿Un cállate y baila? "Para mí sí. Porque estoy cansado de hablar, eso está claro". Añade: "Así que ahora [en mis películas] quiero trabajar más con fundidos encadenados, transparencias. Volver a la raíz".
"Pero estoy feliz con lo que hemos logrado. Llevamos 300.000 espectadores en España en pocas semanas… ¡300.000!", Laxe vibra. Se le acaba de ocurrir una idea. Girándose a Kanding Ray, pregunta: "Si se siente algo en el ambiente, ¿cambiarías la dirección e improvisarías?". El músico advierte: "Podría preparar un plan B, pero tendríamos que hablarlo antes…". Les dejo trabajar.