
Un fotograma del documental 'Capitolio vs. Capitolio'.
"Que Dios bendiga a América y que América bendiga a Dios": 'Capitolio vs. Capitolio', la revolución hecha sainete
Javier Horcajada estrena su segundo documental con la sociedad estadounidense como protagonista. Esta vez, se centra en el asalto al congreso por parte de una turba azuzada por Donald Trump.
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La derrota tiene un sabor amargo, y más para Donald Trump. Tras caer en las urnas el 3 de noviembre de 2020 frente a Joe Biden, el ahora de nuevo presidente de los Estados Unidos sostuvo el discurso del futbolero que reniega del descalabro de su equipo. El tongo, el error arbitral, todo argumento es bueno con tal de no admitir que el adversario lo ha hecho mejor, que su equipo no ha jugado bien o que la mayoría de la población de los Estados Unidos no lo quiere —o quería. En las últimas presidenciales de 2024 se impuso por 2 millones de votos a Kamala Harris—.
"Niégalo todo", "pase lo que pase, di siempre que has ganado" y "ataca, ataca, ataca" eran los consejos que el Roy Cohn encarnado por Jeremy Strong le daba al Trump de Sebastian Stan en la brillante The Apprentice. El jovencísimo Donald —el filme, nominado en varias categorías en la edición pasada de los Oscar, cuenta los esfuerzos del hijo de una familia adinerada venida a menos por alcanzar el máximo éxito posible— tomó buena nota de esa "guía rápida para triunfar de forma despiadada" y de esa forma se ha desenvuelto desde entonces. También en la mañana del 6 de enero de 2021, durante el mitin que protagonizó en la explanada de la Elipse, una zona del Parque del Presidente, frente a la Casa Blanca.
El discurso que realizó el entonces presidente saliente de los Estados Unidos es con lo que empieza, tras una breve introducción, Capitolio vs. Capitolio, el nuevo largometraje documental de Javier Horcajada. En From My Cold Dead Hands (2024), su anterior y primer trabajo como director, componía un esperpento de la sociedad americana y su relación con las armas mediante un trabajo de montaje y edición que utilizaba como único sustrato vídeos de YouTube. Ahora sigue esa misma estela empleando de nuevo únicamente material de archivo, sin ningún tipo de voz en off o secuencias de rodaje que lo acompañe.
"Les ganamos hace cuatro años, les sorprendimos, y este año han amañado las elecciones como nunca antes", proclamaba Trump frente a las masas aquel día. "Están saltándose la ley. Juntos limpiaremos la ciénaga de Washington". Demostrando ser el mejor alumno y llevando a la práctica lo aprendido, el magnate negaba la evidencia de su derrota y afirmaba que pese a todo, había ganado las elecciones.
"Así que vamos a bajar por Pennsylvania Avenue, y vamos a ir al Capitolio a intentar dar a nuestros republicanos el orgullo y la valentía que necesitan para recuperar nuestro país. Así que bajemos por Pennsylvania Avenue", concluía. "Ataca, ataca, ataca", que le aconsejaba Cohn. Y eso hicieron sus seguidores.
Después de que su líder se despidiera de ellos con un "gracias, que Dios os bendiga. Dios bendiga América", unas 10.000 personas tomaron la avenida que lleva desde el Parque del Presidente al Capitolio. 1,4 millas, unos 32 minutos de marcha en la que los acólitos del movimiento MAGA proclamaban consignas —desiguales y contradictorias entre sí— con megáfonos o a voz en grito. Mientras lo hacían, además, se grababan y compartían lo sucedido en las redes sociales.
Y este es el material principal que utiliza Horcajada para componer su largometraje. Multitud de individuos que, utilizando la cámara frontal de su teléfono móvil, se graban a sí mismos en 9:16 y ofrecen un testimonio directo de lo que está ocurriendo. O de lo que ellos creen que está ocurriendo.
Cada uno reclama algo, insiste en cuestiones que son en muchas ocasiones radicalmente opuestas a las que defiende el "patriota" de al lado. Una sucesión de contradicciones discursivas que deja traslucir la liquidez de los términos que tanto les gusta blandir: libertad, democracia y patriotismo no significan nada, pero también pueden significarlo todo, así que todos los discursos e intereses pueden entrar en el mismo saco de aquellos que luchan en su nombre.
Precisamente estas tres palabras son también protagonistas del otro material de archivo que Horcajada intercala en varias ocasiones entre los testimonios de los participantes de aquel día. Se trata de vídeos propagandísticos de los años 40, 50 y 60 en los que se le enseña al espectador a "ser un buen ciudadano en una democracia", según los cánones de entonces.
Lo que muestran estos filmes, tan idealistas, tan incluso edulcorados, en los que se educa al estadounidense en los valores del civismo —tienen un cierto tufo al infame melting pot estadounidense, analogía con la que se referían a la asimilación cultural del inmigrante en la que este perdía todo aspecto propio de su cultura original para "americanizarse"— contrasta con las grabaciones de los "patriotas" del 6 de enero.
Si la democracia en el primer caso se basa en cuestiones como el respeto mutuo, la educación pública de calidad y la disponibilidad de información fidedigna y extensa que el ciudadano pueda valorar y juzgar, en el segundo no encontramos más que una distorsión de todo esto. En el camino, desde la grabación de esos primeros metrajes en blanco y negro, hasta lo que se comienza a cocer en Pennsylvania Avenue, algo ha ocurrido. La educación tradicional, el respeto y la información se han puesto en tela de juicio y, en su lugar, los discursos alternativos han cobrado fuerza.
Discursos como "la culpa no es del socialismo, no es de Ocasio-Cortez ni de Sanders. Es de la élite globalista, de Soros, de Zuckerberg, de Bezos. Ellos son los responsables de arruinar este país", en boca de uno de los asaltantes —joven, imberbe, con un traje de oficinista negro que le viene grande—. Otro, vestido con el traje militar del ejército de las 13 colonias, afirma: "Patrick Henry dijo que millones de personas libres luchando por la sagrada causa de la libertad son invencibles. Un Dios justo gobernará esta nación y nos dará un hombre de Dios que ha luchado por este país, Donald Trump, que será el presidente los próximos cuatro años. Que Dios bendiga a América y que América bendiga a Dios".
Proclamas y más proclamas se suceden en estas grabaciones que funcionan como un mosaico cuyo único objetivo es provocar el bochorno. A los asaltantes se les ve convencidos, creyendo estar viviendo la gran hora, el momento de la verdad, una nueva versión de la Toma de la Bastilla en la que enarbolan la bandera de su país y la portan en nombre de la libertad. Pero esa palabra ya no tiene ningún significado de tanto usarla para tantas cuestiones tan diferentes. Y lo épico, cuando se le sustrae lo solemne, queda en sainete.
Aquello fue un popurrí de palabras y actos ridículos en los que gente anónima obedeció a un líder que, para colmo, desapareció. "El presidente Trump está aquí con nosotros", decían ya frente al Capitolio sus seguidores. Pero a Donald no se le vio el pelo por allí, y las consecuencias las sufrió su rebaño: cuatro muertos entre los asaltantes, uno entre las fuerzas de seguridad que intentaron repelerlos. Más de 1.600 detenidos. Eso sí, la mayoría de estos últimos fueron indultados tras la nueva llegada del magnate a la Casa Blanca.