De izquierda a derecha, personajes de 'Breve historia de una familia', 'Black Dog', 'Resurrection',  'Ne Zha 2' y 'A la deriva'

De izquierda a derecha, personajes de 'Breve historia de una familia', 'Black Dog', 'Resurrection', 'Ne Zha 2' y 'A la deriva'

Cine

Atracón de cine chino en la cartelera: prestigio artístico y un incuestionable músculo industrial

La coincidencia del estreno este viernes de 'Black Dog', de Guan Hu, y de 'Breve historia de una familia', de Jianjie Lin, nos alerta de una cinematografía que se abre al mundo.

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En el último mes, la cartelera española se ha convertido en un escaparate de la vivacidad y diversidad de la cinematografía china, que no deja de expandir su presencia por el ámbito de los festivales, al tiempo que va haciéndose más hueco en las salas comerciales de todo el planeta.

Lejos quedan los tiempos en los que la cinefilia española podía saldar sus cuentas con el cine chino tirando de un par de nombres ilustres: Zhang Yimou y Chen Kaige en los años 90, Jia Zhang-ke y Lou Ye a inicios del siglo XXI… Hoy, el cine del gigante asiático, en consonancia con las políticas de una nación que busca asentar su influencia a escala global, se muestra abierto al mundo, enarbolando un consolidado prestigio artístico y exhibiendo un incuestionable músculo industrial.

En esta tesitura aperturista, la bandera autoral sigue siendo el principal valor de exportación de esta cinematografía. Ahí está, por ejemplo, el reciente estreno de A la deriva, en la que Jia Zhang-ke, el patriarca actual del cine del gigante asiático, retrata los sueños de progreso surgidos con el cambio de milenio, unas ilusiones que se verían definitivamente cercenadas por la pandemia de covid y la brutal imposición de las leyes del capitalismo global.

En paralelo, otro coloso del séptimo arte, el chino-hongkonés Wong Kar-wai, ha estrenado en la plataforma Filmin la serie televisiva Blossoms Shanghai, centrada en la guerra mercantil que se desata entre inversores financieros, empresarios del sector textil y emprendedoras del mundo de la restauración en la Shanghái de principios de la década de 1990.

El cine chino sigue siendo una fábrica inagotable de figuras autorales. Por ejemplo, Bi Gan, que maravilló en el pasado festival de cannes con 'Resurrection'

Tratándose de una obra de Wong Kar-wai, sorprende la envergadura de un proyecto con visos de superproducción. Aunque, para poderío industrial, el desplegado por el filme de animación Ne Zha 2, que ha llegado a los cines españoles después de convertirse en la primera cinta no perteneciente a Hollywood que entra en la lista de las diez películas más taquilleras de todos los tiempos.

Más allá de los hitos industriales, el cine chino sigue siendo una fábrica inagotable de figuras autorales. El pasado mes de mayo, Bi Gan, uno de los chicos prodigio del cine de autor actual, maravilló en el Festival de Cannes con Resurrection, un canto elegíaco a la historia del cine. Y, solo un año antes, en el mismo certamen francés, Guan Hu se consolidaba como autor ganando el Gran Premio de la sección Una Cierta Mirada con Black Dog, un drama social que ahora llega a las pantallas españolas.

Un habitual de los thrillers de acción y la épica histórica, Guan Hu apuesta en su nueva película por un realismo de corte intimista, aunque no carente de una cierta ostentosidad. La película presenta como eje emocional el vínculo afectivo que se establece entre un joven expresidiario que regresa a su pueblo natal, cerca del desierto de Gobi, y uno de los muchos perros callejeros que son perseguidos para “limpiar las calles” antes de la implantación de nuevas industrias.

Como ocurre en A la deriva, y también en el documental español El año del descubrimiento (2020) de Luis López Carrasco, Black Dog utiliza como trasfondo el sueño olímpico para retratar a aquellos que quedaron al margen del relato de prosperidad y crecimiento económico impuesto por el oficialismo; en este caso, el régimen chino.

Con sus personajes deambulando por escenarios en ruinas, Black Dog remite con fuerza a las imágenes de Naturaleza muerta (2006), la película con la que Jia Zhang-ke ganó el León de Oro de Venecia. La conexión entre ambos cineastas se hace evidente gracias a la aparición de Jia Zhang-ke como uno de los actores de Black Dog, interpretando a un ambicioso y compasivo empresario local.

Pero el nexo entre los dos directores trasciende lo temático y culmina en el empleo, por parte de Guan Hu, de los largos planos generales y las imponentes panorámicas del cine de Jia Zhang-ke. Es ahí donde aflora el formalismo de tintes líricos que ha marcado el cine chino desde que el clásico Spring in a Small Town (1948) de Fei Mu formuló una alternativa a las convenciones del parco realismo socialista.

Ese mismo halo esteticista y poético emerge en los zooms de retroceso, en los pictóricos planos generales y en los sinuosos travellings que marcan el curso de Breve historia de una familia de Jianjie Lin, película seleccionada en la sección Panorama del Festival de Berlín de 202 que también llega este viernes a las salas españolas.

Si Black Dog radiografía el crepúsculo de un modo de vida rural, Breve historia de una familia retrata una China moderna y cosmopolita, que cabalga al ritmo triunfal de la economía de mercado, pero que al mismo tiempo sucumbe ante las lacras de la incomunicación y las brechas de clase. Estos temas se manifiestan en la historia de un enigmático chico de origen humilde cuya amistad con un joven de familia adinerada le abre las puertas a un mundo de privilegio.

Construida a partir de un sofisticado dispositivo narrativo que deja fuera de campo la vida familiar del chico pobre, Breve historia de una familia se presenta como un drama intimista que, por su violencia soterrada y sus resonancias sociales, remite a las formas de los thrillers psicológicos y las alegorías políticas. Así, la sombra de Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini y de Parásitos (2019) de Bong Joon-ho sobrevuela este intrigante relato de infiltración, envidias y autodestrucción.