
Belén Funes en un olivar de Jaén durante el rodaje de 'Los Tortuga'. Foto: A Contracorriente
Belén Funes estrena 'Los Tortuga': "Antes el cineasta era ese señor al que no se miraba a los ojos"
Premiada en Málaga con tres biznagas, la segunda película de la directora catalana trata sobre el duelo de una madre y una hija agravado por la especulación inmobiliaria.
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Es difícil sacar tiempo para llorar a tu marido muerto si tienes un trabajo que no te da para llegar a fin de mes y alimentar a tu hija y encima has recibido una orden de desahucio porque un fondo buitre ha comprado el edificio en el que vives. Esta es la premisa de Los Tortuga, la nueva película de Belén Funes (Barcelona, 1984), protagonizada por la chilena Antonia Zegers y por Elvira Lara en los papeles de Delia, la madre, y Anabel, la hija. Premiada con tres biznagas de plata en Málaga –dirección, guión y Premio Especial del Jurado–, llega a los cines este viernes.
Pregunta. ¿Tiene una conexión personal con la historia que cuenta en Los Tortuga?
Respuesta. Sí, la película tiene un telón de fondo autobiográfico. Mi padre también era de Jaén y se fue a Barcelona siendo joven porque el vivir del campo no era viable, y mi madre tampoco era catalana. Es un caso muy típico en Cataluña: familias en las que los hijos y los padres no comparten orígenes.
P. La película trata sobre el duelo y las relaciones maternofiliales, pero también sobre el problema de la vivienda y la precariedad laboral. ¿De qué forma lo político afecta a lo íntimo?
R. Queríamos hacer una película no solo sobre el duelo, sino sobre las circunstancias de clase que lo atraviesan. Todo lo político, lo público, acaba formando parte de tu estructura emocional, no solo de las estructuras del sistema. Nos preguntamos si el duelo y la tristeza se han convertido en un bien de lujo, porque ¿en qué lugar quedan los cuidados, el llanto y el echar de menos cuando tu situación económica es desesperada?
P. Cuando recogieron la Biznaga de Plata al mejor guion en Málaga, el coguionista Marçal Cebrian dijo que para escribirlo se basaron en testimonios reales de personas afectadas por “violencia habitacional”, con quienes contactaron gracias al Sindicat de Llogateres (Sindicato de Inquilinos). ¿Cómo fue el proceso de escritura de la película?
R. Muy largo. Tardamos casi cuatro años en escribirla. Para nosotros es muy importante esa labor previa. Sabíamos que nos íbamos a inventar los personajes de Delia y Anabel, pero no nos gusta partir de cero. Necesitábamos conocer a gente sometida a esta violencia para asegurarnos de que lo que aparece en la pantalla sucede del mismo modo en la vida real.
Una reparación histórica
P. Esta película conecta con una corriente actual del cine español hecho por mujeres que se caracteriza por una mirada a la vez íntima y social. De hecho, al final de la película muestra su agradecimiento a Elena Martín Gimeno, Pilar Palomero, Carla Simón, Clara Roquet y Celia Rico. ¿Se siente parte de una corriente?
R. Para mí es muy difícil responder a eso porque ante todo son mis amigas. Si formamos una generación, el tiempo lo dirá, pero lo cierto es que me ayudaron un montón a hacer esta película. Tenemos un chat grupal y en momentos de desesperación nos pedimos ayuda: “¿Alguien puede venir a ver un montaje a las cinco de la tarde?”, y cosas así. Por ejemplo, en esta película algunas soluciones del montaje me las dio Pilar [Palomero]. Estamos muy orgullosas de participar en las películas de las demás, es algo muy bonito.
»Además, el proceso de creación puede ser muy solitario y no me gusta hacerlo sola. Antes el cineasta era ese señor al que no se miraba a los ojos porque estaba concentrado. Estamos intentando revertir eso, hacer una reparación histórica. Y si piensas en todas las mujeres que se han dedicado al cine antes que nosotras –Isabel [Coixet], Chus Gutiérrez, Pilar Miró, Josefina Molina…– está claro que sin ellas a nosotras nos hubiera costado mucho más ser directoras.

Elvira Lara y Antonia Zegers en un momento de 'Los Tortuga'.
P. ¿Cómo eligieron a las actrices principales, Antonia Zegers y Elvira Lara?
R. Con Antonia quería trabajar desde hacía mucho tiempo, y de hecho hicimos la película para que ella la interpretara. Elvira nunca había actuado, era la primera vez que se ponía delante de una cámara. La directora de casting la descubrió por la calle. Es algo que hacemos mucho, y en este caso barrimos universidades, discotecas, bares, manifestaciones, el centro de Barcelona… Vamos a los lugares donde podría estar el personaje.
P. ¿Qué peculiaridades ha tenido este rodaje?
R. El gran desafío de esta película es que un porcentaje muy alto del elenco son actores naturales, y eso a ratos es muy complicado, porque las taxistas son taxistas, la familia de Jaén son agricultores de allí, luego están los vecinos del edificio, las chicas de la universidad… Poner a todo el mundo en el mismo tono y que todos esos ingredientes formen parte del mismo plato es un reto. Solo el proceso de elegir a los actores duró un año entero, y de hecho la película tiene cuatro directoras de casting.
P. Usar actores no profesionales –o naturales, como se prefiere ahora– es algo que cada vez vemos más en el cine de autor. ¿Qué aportan a las películas?
R. No todas las películas se pueden hacer así, pero cuando haces películas naturalistas o que pretenden fundir la ficción con la realidad, los actores naturales aportan ese brillo inigualable e irrepetible. También es algo bonito, o quizás egoísta, tener la oportunidad de filmar a alguien por primera vez. Y es también un trabajo muy complejo, porque tienes que aprender a relacionarte con ellos y hablarles desde otro lugar que a los actores profesionales.
P. ¿Cuáles son las principales premisas formales de la película? ¿Qué buscaba en el plano estético?
R. Queríamos que la película reflejara estéticamente dos espiritualidades. Delia es un personaje que hace que la cámara se ponga encima del trípode, tiene el peso del proceso de aceptación del duelo que está viviendo. Por otro lado, Anabel simboliza el movimiento hacia la vida, y por eso está más filmada con cámara en mano. También hay pequeños detalles simbólicos: Delia se pasa la película bajando persianas, y Anabel subiéndolas, representa esa nueva generación intentando abrir las ventanas y ventilar la casa.
P. ¿De qué manera conecta Los Tortuga con su anterior película, La hija de un ladrón?
R. En aquella también se abordaban lazos familiares que no pasan por su mejor momento, la familia como lugar de cuidados y de encuentro, pero también de violencia. De hecho, ahora que lo pienso, allí también había una escena entre un padre y una hija pegándose [interpretados por Eduard Fernández y Greta Fernández, padre e hija en la vida real], tengo que acabar con esa tendencia en mis películas… Son películas que conectan en cuestiones de crianza de los hijos. Muestran padres y madres que no son perfectos, pero ¿quién lo es?
P. Cuando estrenó en 2019 aquella película, nos dijo en otra entrevista que la etiqueta “cine hecho por mujeres” era estéril y que “solo ha servido para que nos tengan jugando en el patio de atrás”. En este último Festival de Málaga había más mujeres que hombres en la competición oficial. ¿Cree que la situación ha cambiado en estos seis años?
R. Muchísimo. Las mujeres hemos demostrado que podemos hacer películas buenas que ganan premios e interesan a todo el mundo, no solo a las mujeres. También se ha entendido por fin que las políticas de discriminación positiva están funcionando. Se está dando una reparación histórica que dejará de ser necesaria cuando alcancemos definitivamente la igualdad.
P. ¿Cree que el auge del cine hecho por mujeres ha traído una mirada más atenta a los problemas sociales y también a lo íntimo, como el duelo, la maternidad, la familia, la vulnerabilidad y los cuidados?
R. Sí, existe una forma de mirar la realidad muy diferente a los relatos a los que estábamos acostumbrados, que estaban hechos por hombres. Las mujeres han levantado alfombras que no se habían levantado nunca porque las personas que hacían las películas ni siquiera sabía que existían. ¿Hay más películas ahora sobre la maternidad? Por supuesto, y una forma de mirar a los personajes femeninos desde otro lugar, dándoles la vuelta. Han surgido personajes nuevos, nuevas historias y narrativas, nuevos conflictos que explicar.
P. ¿Cree que se está dando también un relevo generacional en cuanto a la repercusión internacional del cine de autor español? Como ejemplos más recientes tenemos a Oliver Laxe y Carla Simón, que compiten en la presente edición de Cannes, cuando en años anteriores solo se tenía en cuenta a Almodóvar.
R. Está habiendo una primavera y no solo en sentido generacional, sino también de clase. Antes el cine pertenecía a la élite, pero ahora, gracias a las universidades, gente de cualquier estrato social puede hacer películas. Y la siguiente frontera es la de la horizontalidad en la autoría. No abogo por un modo de hacer completamente asambleario, pero sí por que el cineasta tenga una posición más obrera, no de genio loco.