Gala Gracia, durante el rodaje de 'Lo que queda de ti'

Gala Gracia, durante el rodaje de 'Lo que queda de ti'

Cine

Gala Gracia estrena 'Lo que queda de ti': "La gente de la ciudad a veces victimiza a los que viven en el campo"

La película, rodada durante seis semanas en el Pirineo de Huesca, retrata con sensibilidad el regreso de una joven a su pueblo natal en un entorno marcado por la despoblación.

Más información: 'Lo que queda de ti': una sólida ópera prima que nos habla del ritmo de la vida en el campo

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La cantera parece no tener fin. Llega esta semana una nueva y honda mirada al cine español, la de Gala Gracia (Valdepeñas, 1988), que debuta en la dirección de largometrajes con Lo que queda de ti, tras cortometrajes como El color de la sed (2017), ganador del Festival du Film Court de Villeurbanne en Lyon, o Evanescente (2024), nominado a los Forqué.

En su primera película, que recibió una gran acogida en el Festival de Málaga, parte de su propia biografía para narrar la historia de Sara (Laia Manzanares), una joven de 25 años que está a punto de grabar un disco de jazz en Nueva York. Tras la muerte de su padre, regresa a su pueblo natal en el Pirineo oscense, donde hereda, junto a su hermana Elena (Ángela Cervantes), una granja y un rebaño de ovejas.

Invadida por la culpa de no haber estado con su padre en sus últimos años, rechaza la propuesta de vender el rebaño y decide preservar su legado. Sara está dispuesta a luchar por ello, aunque eso implique renunciar a la carrera musical que tanto esfuerzo le ha costado.

Pregunta. ¿Por qué decidió recurrir a la ficción para abordar una herida personal?

Respuesta. El cine ayuda a sanar y a reflexionar sobre tu vida, a ordenar tus ideas, tus experiencias… El arte, para los que trabajamos en cualquier rama, alivia bastante. En cualquier caso, no es una película estrictamente autobiográfica y tampoco hay nada realmente oscuro. Está inspirada en la muerte de mi padre, pero es una experiencia bastante habitual, y en la relación que tengo con mi hermana.

P. ¿Cuál es el foco de conflicto entre las dos hermanas de la película?

R. Elena es una persona que fluye en el campo, que quiere ser ganadera. Sara ha crecido allí, pero no se identifica con sus raíces, en el sentido de que necesita la ciudad para desarrollar su vocación musical. Así que lo que más las aleja es básicamente que una es de campo y la otra, de ciudad. Esto además se agrava a nivel emocional, porque Elena ha acompañado a su padre todo el tiempo, mientras que Sara se siente culpable por haber estado ausente. Al estar en puntos tan distintos del duelo, acaban enfrentadas.

P. ¿Qué le parece cómo se ha retratado el campo en el cine en los últimos años?

R. Depende del género, porque hay muchas comedias que han abordado el tema, pero en clave dramática también hay trabajos interesantes. El problema que veo es que a veces las personas que viven en la ciudad victimizan a los que viven del campo. Y el campo es duro, pero no podemos asumir que están allí pese a su voluntad. Muchos están felices y les gusta y no se ven de otra manera. A mi hermana la pones en la ciudad y le da algo. En cualquier caso, se están dando distintas visiones sobre el asunto y se está reflexionando mucho sobre el regreso al origen, a modelos más tradicionales.

P. ¿Con qué idea quiso retratar el trabajo de ganadero?

R. Básicamente, quería mostrarlo como lo he conocido yo. Hay gente que se queda en la ganadería porque les gusta, pero Sara, por mucho que lo intente, no fluye por ningún lado. Quería mostrarlo de la manera más realista posible, con todas sus capas.

P. ¿Cómo de demandante es llevar un rebaño de ovejas?

R. Yo es que soy bastante Sara, así que te diría que muy demandante. Las ovejas son escapistas y son muy frágiles, están muy expuestas a los depredadores. Además, a veces no ven el peligro, y son un poco torpes: se caen en pozos, se enganchan… Tienes que estar ahí siempre. Los rebaños, además, suelen ser grandes, porque son animales pequeños, entonces hay más posibilidades de que a alguna le pase algo. Todo esto te ata mucho, casi que es complicado irse de vacaciones. Es como tener hijos, pero sin que te lo puedas llevar. Y son jornadas muy largas, tienes que madrugar mucho y, si hay algún problema, te tienes que acostar tarde. No paras.

Laia Manzanares en 'Lo que queda de ti'

Laia Manzanares en 'Lo que queda de ti'

P. Hay varias escenas de parto bastante impactantes en la película. ¿Hasta qué punto son reales?

R. Son totalmente reales. Durante el rodaje estábamos en época de partos con un rebaño muy grande, de unas 300 cabezas. Los atendió mi hermana, que es veterinaria de grandes animales, y ella les decía a las actrices lo que tenían que hacer después de dejárselo todo preparado. Tenían que tirar y poco más. Pero antes de que empezara el rodaje, también se prepararon en mi granja.

P. ¿Por qué se decidió por el formato panorámico?

R. Lo había utilizado ya en mi cortometraje El color de la sed (2017) y me gustó mucho. Aporta mucha belleza en películas paisajísticas, como esta. Y para retratar a los personajes tiene algo muy interesante, aunque pueda parecer que es más incómodo para encuadrar, sobre todo en interiores donde no hay mucho espacio. En la casa no nos quedó más remedio que encuadrar desde fuera de las puertas y jugar con las texturas de las paredes y de los marcos, tuvimos que adaptarnos y fue un reto muy importante.

P. A nivel visual, ¿con qué referencias ha trabajado?

R. Con Michele Paradisi, el director de fotografía, trabajamos en referencias visuales, en una amalgama de muchas películas. Había varias directoras que han explorado el mundo de la naturaleza y el mundo familiar, como Naomi Kawase, Chloe Zhao, Jane Campion… Me interesa mucho la nueva ola de cineastas islandeses, porque yo quería rodar en invierno y es prácticamente la única estación que tienen allí. Me gusta mucho Rams (El valle de los carneros) (Grímur Hákonarson, 2015), que fue también un referente en mi corto. También me ha influido narrativamente el cineasta turco Nuri Bilge Ceylan. Esos cinco directores me vienen enseguida a la cabeza. Entre los cineastas españoles, Víctor Erice o Mario Camus han tratado mucho el campo y de alguna manera hemos crecido con ellos. Además, en la universidad los estudié más a fondo y al final siempre los tengo presentes.

P. En el Festival de Málaga, donde se estrenó Lo que queda de ti, hubo un buen número de primeras y segundas películas de varias mujeres cineastas. ¿Cómo ve esa coincidencia?

R. Ahora creo que hay mucho apoyo a las óperas primas, aunque siempre podría hacerse más. En cuanto a esa coincidencia de mujeres, me resulta curioso que cuando leo las entrevistas que les hacen descubro que todas compartimos referentes muy parecidos. Muchas somos de la misma generación y hemos crecido con un tipo de cine de autor que nos inspira mucho. Al final, cada una tiene su lenguaje propio, su mirada, y viene de sus raíces, que son diferentes en cada caso. Pero creo que tanto el público como la crítica nos engloba dentro de un estilo.