Un fotograma de la película 'Vida en pausa'

Un fotograma de la película 'Vida en pausa'

Cine

'Vida en pausa': el extraño caso de los niños refugiados que entran en coma por miedo a ser deportados

Alexandros Avranas dirige una película impactante sobre cómo la angustia de una familia rusa de opositores a Putin exiliados en Suecia acaba enfermando a sus hijas.

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En 2017, el fotorreportero Magnus Wennman ganó un premio World Press Photo con la imagen de dos niñas postradas en la cama que más que dormidas parecen en coma, con un intubador en la nariz. Se trataba de dos hermanas, Djeneta e Ibadeta, kosovares refugiadas en Suecia. La primera llevaba más de dos años como un vegetal y la segunda, seis meses.

Debido al estrés por haber abandonado su país, en muchos casos para salvar la propia vida, y en una situación incierta en Suecia, donde como en todos los países los trámites de nacionalización, los "papeles", se alargan eternamente, los niños refugiados sufren una especie de "apagón mental". Sus constantes vitales no dejan de funcionar pero se instalan en un profundo sueño como si fueran la "bella durmiente" del cuento de Perrault.

En Vida en pausa, una película griega dirigida por Alexandros Avranos, vemos el proceso por el cual, como en la foto ganadora del World Press Photo, primero una niña y luego su hermana se quedan "congeladas". Ambas son las hijas de un matrimonio ruso de intelectuales, Sergei (Grigoryi Dobrygin) y Natalia (Chulpan Khalmatova) exiliados en Suecia después de que el primero sufriera un intento de asesinato por parte de la propia policía por su oposición a la dictadura de Putin.

Explica Avranos: "El síndrome de resignación infantil sucede en niños de entre cinco y quince años y puede durar hasta siete años. Es un fenómeno que comenzó a observarse en la II guerra mundial y en los campos de concentración, entonces lo llamaban 'catatonia' o 'apatía'. Pasa en esas edades tan tempranas porque no tienes la capacidad de racionalizar las cosas, eres pura emoción. Para estas niñas de la película, Suecia es el paraíso, y lo que se decide es si tienen que volver al infierno. Para un niño es demasiado para sobrellevar".

Por lo visto, el misterioso "síndrome" se ha producido con mayor intensidad en Suecia pero también, dice Avranos, en todos los países "donde hay refugiados, de Grecia a Australia". El director cree que si es mucho más frecuente en el país escandinavo que en otras partes es porque "durante los dos años que lleva el proceso los niños viven como suecos, van al colegio, aprenden el idioma y se hacen amigos. Todo parece normal pero viven en un limbo, los pueden echar en cualquier momento".

El calvario del refugiado

En Vida en pausa, ese "limbo" de los refugiados se refleja con planos generales, que siempre son más fríos que los cortos, creando una atmosfera de "extrañeza". La familia protagonista, el matrimonio y las dos niñas, peregrinan de despacho en despacho de la burocracia sueca enfrentándose a funcionarios que deciden su destino, su propia supervivencia, como si fueran robots.

Comenta Avranos: "Cuando empecé a escribir la película pensé que este síndrome me ayudaba a entender qué es un ser humano sin identidad, qué significa. Después hubo que encontrar un equilibrio entre la parte política, la propia enfermedad y el drama familiar. Tengo la convicción de que pronto todos nos convertiremos en refugiados, ya sea por el cambio climático, una guerra o el motivo que sea".

Y prosigue: "El Estado es muy poderoso y un refugiado se va a sentir muy pequeño. En este caso, te dicen, 'te dejo quedarte, pero ya veremos hasta cuándo'. Puedes usarlo, pero no tenerlo. Vivimos en una sociedad sin rostro, no sientes empatía porque casi nunca conoces a la misma persona dos veces. No se crea una situación de comunicación. Los refugiados se enfrentan a un funcionario diferente detrás del otro, la regularización es un proceso muy largo en el que de cada paso se ocupa una persona distinta, primero le cuentas tu vida a uno, luego a otro, luego al siguiente… El sistema está pensado para que los trabajadores nunca puedan empatizar con nadie. Los humanos suelen tener unos sentimientos los unos por los otros pero no vas sentir empatía si cada caso es un número".

A través del calvario de la familia protagonista, Vida en pausa también sirve como denuncia del régimen de Putin. En una película de emociones contenidas, el mayor enigma es ese padre que decide poner a su propia familia en peligro de muerte por luchar contra el régimen. Dice Avranos: "En Rusia hay más de cinco mil libros que no se pueden enseñar en los colegios ni en las universidades. Incluso Platón está prohibido [debido a la ley contra la propaganda LGTB]. La decisión de convertirse en revolucionario es también crucial en esta película porque está fuera de nuestro léxico, ya nadie es revolucionario, todos cumplimos las normas".

A Avranos no le gusta que se compare esa atmósfera de extrañeza de su película con el estilo que ha hecho célebre al más famoso de los directores griegos modernos, Yorgos Lanthimos, autor de Canino (2009) o Pobres criaturas (2023). "No creo que haya una 'nueva ola de cine griego'. Creo que cada uno hace lo suyo, a mí me interesa más la realidad que la fantasía. En el caso de Lanthimos creo que en sus películas la primera parte siempre es mejor que la segunda, nunca acaba de poner el dedo sobre la llaga".