
Renée Zellweger y Hugh Grant en 'Bridget Jones: Loco por él'.
El final que 'Bridget Jones' merecía: Renée Zellweger se ríe de sí misma y un Hugh Grant en estado de gracia
'Bridget Jones: Loca por él', cuarta entrega de la saga, sigue a una Bridget cincuentona y viuda que intenta afrontar la vida con su característico encanto.
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Han pasado más de dos décadas desde que Bridget Jones, antiheroína por excelencia, irrumpiera como elefante en cacharrería en nuestro imaginario colectivo. El diario de Bridget Jones (Sharon Maguire, 2001) le valió una nominación a los Oscar a Renée Zellweger —qué recuerdos, cuando la Academia de cine de Hollywood todavía prestaba atención a la comedia romántica—quien ha interpretado a esta periodista londinense caótica, romántica, y víctima de la sociedad contemporánea y de sí misma, en cuatro ocasiones, la última en Bridget Jones: Loca por él, que se estrena este viernes 14 de febrero en España.
No ir con las expectativas muy altas, después de otras dos películas francamente mejorables, Bridget Jones: Sobreviviré (Beeban Kidron, 2004) y Bridget Jones' Baby (Sharon Maguire, 2016) era comprensible y quizá juegue a favor de la película de Michael Morris, director de la polémica To Leslie y el primer cineasta varón en dirigir la secuela. Sin embargo, parece que la cuarta entrega es la única que ha sido capaz de capturar algo de la esencia y la chispa de la cinta original, basada en la novela de Helen Fielding (productora ejecutiva y guionista de la película).
Hace tiempo que Bridget ha dejado de ser esa pizpireta y alocada veinteañera que se bebía el SoHo cada noche. Ahora es una cincuentona viuda, con dos hijos a su cargo, que tiene que salir adelante tras la muerte de su marido Mark Darcy (un Colin Firth que aparece en la cinta como un afable y paternal fantasma). Nadie espera que una película de Bridget Jones sea un dramón, pero en la cinta de Morris la tragedia tiene tanto protagonismo como la comedia.
La tristeza y la muerte, no solo la de Darcy sino también la de su padre (Jim Broadbent, siempre entrañable), parece haber rodeado a la protagonista. Cuatro años después del accidente que se llevó a su marido, Bridget sigue con su vida en pausa. Dejó su trabajo como productora de televisión, le sale regular lo de ser una madre ejemplar a tiempo completo y no ha tenido ninguna cita desde entonces.
Tras varias intervenciones familiares, Bridget va recuperando su vida, su trabajo (que se le da maravillosamente bien) y parece más segura de sí misma que nunca. Si en la primera película, a la que muchos califican de "políticamente incorrecta", entre otras cosas, por la obsesión de la protagonista con su imagen corporal (cierto es que, en el libro, roza el TCA) ahora Jones parece haber madurado y aprendido de sus errores.
Eso no le impide hacer alguna que otra tontería, como pincharse desastrosamente ácido en los labios, en una escena en la que parece que Renée Zellweger se ríe de sí misma y sus múltiples operaciones estéticas en la vida real, o hacerse Tinder y abrirse paso en la jungla de las apps de citas. Inesperadamente conoce a un yogurín (Leo Woodall, de One Day y White Lotus) que le enseñará perfectamente lo que es el ghosting. Aun así, su relación va más allá del cliché que han querido vender en el tráiler de la película y es el claro ejemplo de que Bridget ya no está para tonterías.
Mientras que otro hombre, el estirado profesor de ciencias de sus hijos (Chiwetel Ejiofor) entrará a trompicones en su vida, aunque la química entre Ejiofor (Love Actually, 12 años de esclavitud) y Zellweger deje algo que desear, sobre todo si la comparamos con la de Firth.
Una de las mejores cosas del filme es la aparición de todo el multiverso de personajes de Bridget Jones: desde la amiga palabrotera (Sally Phillips) a la ginecóloga puñetera (La maravillosa Emma Thompson, que llegó a ser guionista de la tercera película), hasta el productor salido que le dio su primera oportunidad en la televisión (Neil Pearson).

Renée Zellweger en 'Bridget Jones: Loca por él'.
Eso sí, el mejor sin duda es Hugh Grant, que sigue encarnando a la perfección al canalla y mujeriego Daniel Cleaver —por mucho que el actor haya intentado huir de la comedia romántica, la cabra tira al monte—. La relación de mejores amigos que mantiene con Bridget, 24 años después y tras múltiples encontronazos amorosos, es natural, divertida y deja algunos de los mejores momentos de la cinta.
No falta ningún personaje —Darcy ya moría en el tercer libro de Fielding— y qué gusto que así sea, porque suele ser un buen indicio. Así se ahorran incómodos malabares que suelen acabar mal, solo hay que echar un vistazo a la olvidable And Just Like That, reboot de Sexo en Nueva York que, curiosamente, también retoma la historia tras la muerte del marido de la protagonista.
La decisión de llenar de easter eggs el largometraje es muy acertada, desde el guiño a la camiseta mojada a lo Orgullo y Prejuicio —hay que recordar que Fielding se inspiró mucho en la novela de Austen para escribir la suya—, el jersey de reno de Darcy o la última escena en la nieve. La realidad es que no necesitábamos más películas de Bridget Jones, con la primera teníamos más que suficiente, pero este es el final que la secuela merecía.
Bridget Jones: Loca por él.
Dirección: Michael Morris.
Guion: Helen Fielding, Abi Morgan, Dan Mazer.
Intérpretes: Renée Zellweger, Colin Firth, Hugh Grant, Chiwetel Ejiofor, Leo Woodall.
Año: 2025.
Estreno: 14 de febrero.