Walter Salles. Foto: Sofia Paciullo

Walter Salles. Foto: Sofia Paciullo

Cine

Walter Salles, el director que puede batir a 'Emilia Pérez' en los Oscar: "'Aún estoy aquí' es una película sobre la pérdida"

El cineasta brasileño opta a las estatuillas a mejor película, mejor película internacional y mejor actriz con un filme sobre la dictadura militar de su país.

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Para bien y para mal, la infancia y la adolescencia de Walter Salles (Río de Janeiro, Brasil, 1956) estuvieron marcadas por la casa familiar de los cinco hermanos Paiva: una estancia luminosa, de puertas abiertas, donde el director carioca descubrió el tropicalismo y asistió a acalorados debates políticos. Cuando el padre de familia fue capturado por la dictadura militar en 1971, no solo se quebró un hogar que había hecho del afecto y del humor las armas de resistencia contra la dictadura militar, sino que en la mente de aquel futuro cineasta se instaló la idea de un país truncado.

Medio siglo después, el responsable de Estación Central de Brasil (1998) y Diarios de motocicleta (2005) echa la vista atrás para relatar la dignidad y la resiliencia con la que la madre y pilar de aquel clan, la abogada y activista Eunice Pavia, afrontó la devastación y la barbarie de aquel periodo.

Tras alzarse con el reconocimiento al guion en el Festival de Venecia y el Globo de Oro a la mejor actriz para su protagonista, Fernanda Torres, Aún estoy aquí, llega a los cines este próximo 21 de febrero nominada a tres Oscar (película, película internacional y actriz protagonista), al BAFTA y al Goya a la mejor película iberoamericana, categoría en la que Brasil se estrena. 

Pregunta. ¿Considera la felicidad como un acto de rebelión? 

Respuesta. Vivir con intensidad fue una forma de resistencia para aquella generación y, especialmente, para esa familia que disfruta la existencia al máximo, pero acorde con ciertas creencias. A partir de esa actitud vital, quizás puedes iniciar una rebelión. Es un buen punto de partida.

P. Le tomó siete años poner en pie este proyecto. ¿Cómo ha influido la deriva ultraderechista del mundo en la reescritura del guion a lo largo de este tiempo?

R. La realidad le pasó factura al contenido de la película, que era sobre una mujer que trata de reconstruir la memoria de su familia al mismo tiempo que su país trata de reconstruirse hacia una democracia y sobreponerse a los años medievales de la dictadura militar. Pero, poco a poco, cada vez más, lo que se suponía que era un largometraje sobre un pasado que no hemos visitado lo suficiente se fue convirtiendo en una propuesta sobre el presente.

»Al comenzar el proyecto, no lo vimos venir. Lo que hizo fue añadir más capas a lo que estaba sucediendo. Esa es una de las razones por las que extendimos la película de manera elíptica hasta 2014, a fin de entender todo el tiempo que costó volver a instalar la democracia en Brasil y lo rápido que estuvimos a punto de perderla, en tan solo cuatro años, entre 2018 y 2022.

P. La película conecta con el documental La memoria infinita (2023), porque sus protagonistas lidian con la enfermedad de Alzheimer. ¿Usted también quiso, como Maite Alberdi, ligar la pérdida de los recuerdos personales a la memoria histórica de un país?

R. La memoria infinita es una hermosa película. Ambos vectores están interconectados: la suma de los recuerdos personales de un periodo histórico terminan reflejando polifónicamente lo que sucedió en un país en esa época. Esta historia nos permitía esa posibilidad. De alguna manera me siento atraído, quizás porque vengo de Brasil, donde la identidad nacional parece redefinirse constantemente, por personajes cuyas trayectorias reflejan algo a una mayor escala.

»En Estación Central de Brasil (1998), el viaje de Dora tratando de redefinir su propia identidad tiene mucho que ver con el mismo intento del país por redefinirse. La búsqueda del padre era la búsqueda de un país después de 21 años de dictadura. Aquí sucede igual, la reconstrucción de la memoria personal de Eunice sirve para vehicular el deseo de reconstrucción de una identidad brasileña distinta.

P. ¿Qué importancia ha tenido reunir a la protagonista de esta película, Fernanda Torres, con la de Estación Central de Brasil, Fernanda Montenegro, madre e hija en la vida real?

R. Soy un gran fan de las familias del cine, como los Cassavetes y los Saura, el neorrealismo italiano y la saga de películas que rodó François Truffaut con Antoine Doinel, desde Los 400 golpes (1959) hasta Besos robados (1968). Siempre trato de encontrar historias en las que pueda contar con dos de mis héroes, que son las dos Fernandas. Así que Aún estoy aquí es, básicamente, una película sobre una familia hecha por una familia cinematográfica.

»De cierta forma, constituimos aquello en lo que una compañía de teatro puede convertirse con el paso de los años. Fernanda Torres fue la protagonista de mi ópera prima, Tierra extranjera (1995), que tuvo su estreno en Zabaltegi. En aquella ocasión, me acompañaron Fernanda Montenegro y Daniela Thomas, que codirigió y era la productora, como también ahora. Es muy difícil sacar adelante una película y la única forma de llevarla a buen puerto es con un esfuerzo colectivo. Esa energía compartida hunde sus raíces en una creencia común en el cine.

P. El personaje de Eunice es muy contenido. ¿Cómo trabajó esa economía de expresión?

R. Todo tenía que definirse por sustracción y no por adición de emoción. Es una mujer que nunca se permitió ser víctima de la dictadora, así que no podías hacer un melodrama de lo que sucedió. Fernanda Torres, en ese sentido, dijo algo muy interesante, que a partir de cierto punto, esta película no era un drama, sino una tragedia. En las tragedias de la Grecia clásica no lloran. Esa fue la clave para entender la naturaleza de Eunice y cómo representarla.

Fernanda Torres, nominada al Oscar a la mejor actriz, en 'Aún estoy aquí'

Fernanda Torres, nominada al Oscar a la mejor actriz, en 'Aún estoy aquí'

P. A pesar de esa sustracción que menciona, la película transmite una hondísima emoción.

R. La película encontró su forma final, en gran parte, gracias a un montador brasileño extraordinario, Affonso Gonçalves, un habitual de Jim Jarmusch que vive en Estados Unidos. Cuando Aún estoy aquí estaba terminada, nos dimos cuenta de que era muy emotiva y no habíamos anticipado ese nivel de emoción, porque habíamos trabajado mucho en la contención. Hasta la música: el compositor de la banda sonora, Warren Ellis, trabajó mucho con la idea del silencio, pero quizás el hecho de que Eunice no se permita derrumbarse ante sus hijos es lo que ha generado, precisamente, la carga emocional de la película. No lo sé. 

P. Sucede algo similar con los videos que la hija mayor graba en super-8 al principio: esos videos caseros se resignifican porque hablan de lo que esa familia podía haber sido.

R. Exactamente. La película también trata sobre eso, sobre qué familia y qué país podíamos haber sido, ya que en esa casa latía la posibilidad de un país diferente, de un Brasil que creía en la cultura, en otra forma de educación, en una polifonía política. Todo eso fue diezmado por la dictadura militar y la tragedia. Así que el super-8 captó la urgencia de aquellos tiempos. En las grabaciones caseras de los años setenta resulta increíble cómo se puede ver la geografía humana de la época, pero también reparar en un helicóptero o en alguien que pasa cargado con un arma. Son videos muy íntimos, pero muestran un contexto.

P. Usted era amigo de la familia. ¿Cuánto de sus propios recuerdos ha permeado la película?

R. Lo que he rescatado de mi memoria es la luminosidad de la primera media hora. El afecto entre los personajes, el hecho de que siempre hubiera movimiento y luz, que siempre conocieras a gente nueva, que las puertas y las ventanas estuvieran invariablemente abiertas. De ahí la fluidez de la cámara al principio. Se mueve de grupo en grupo porque en esa casa no había separación entre adultos, niños y adolescentes. Todo lo contrario de la mía, donde todo estaba compartimentado. En aquella podíamos mezclarnos. De ahí que todos gravitáramos en torno a ese hogar los fines de semana. 

P. ¿Cómo ha plasmado la oscuridad figurada y literal de aquella casa cuando fue cerrada por los militares?

R. Tuve que imaginarme lo que había sucedido incluso desde un punto de vista visual. ¿Cómo sería entonces aquel espacio? ¿De qué manera podíamos retratarlo con la ausencia de luz? ¿Cómo se puede captar el miedo cinematográficamente? ¿Cómo resonaría la ausencia del padre en la narración? Son todo preguntas de las que desconocía las respuestas.

La familia Paiva, en el filme de Walter Salles

La familia Paiva, en el filme de Walter Salles

»Poco a poco, a través de mi interpretación y de fragmentos de las memorias de Marcelo Rubens Paiva, me di cuenta de que para esta segunda parte debía inspirarme en el pintor danés del siglo XIX Vilhelm Hammershøi, porque es uno de los artistas que mejor ha retratado la ausencia y lugares que estuvieron habitados pero ya no lo están.

P. La audiencia desprevenida no anticipa el epílogo. ¿Qué papel juega en el conjunto de la historia?

R. En su recta final, Aún estoy aquí se convierte en una película sobre la transmisión y sobre la pérdida, sobre todo lo que perdimos no solo en lo personal, sino en lo colectivo. Esto se recoge en las cintas de super-8, pero también hay algo que no perdimos y fueron las creencias. Así que ves sonreír a las siguientes generaciones, como animaba Eunice. El epílogo transmite que no hay que doblegarse.