Un fotograma de la película francesa 'Las dos caras de la justicia', dirigida por Jeanne Herry

Un fotograma de la película francesa 'Las dos caras de la justicia', dirigida por Jeanne Herry

Cine

"Los agresores también son víctimas": una película aborda la justicia reparativa en casos de violencia atroz

Jeanne Herry estrena 'Las dos caras de la justicia', que trata las difíciles reuniones entre víctimas y autores de agresión sexual o robos con violencia.

8 septiembre, 2023 02:38

Hace no mucho, vimos en el cine uno de los casos más espectaculares de la llamada “justica reparativa” o “restaurativa” en la película Maixabel (Icíar Bollaín, 2021) en la que veíamos la reconciliación entre la Maixabel del título, viuda de Juan Maria Jáuregui, asesinado por ETA, y el hombre que lo mató. Partiendo de la base de que conocer al enemigo y “liberar la palabra” para expresar el dolor resulta consolador, se trata de un dispositivo destinado a sanar las heridas de las víctimas, que muchas veces presentan graves secuelas psicológicas, pero también de los agresores, que además de poder comprender las consecuencias de sus actos también pueden explicar por qué han acabado tomando un camino equivocado en la vida.

Para tratar tan peliagudo asunto, la directora Jeanne Herry (París, 1978), conocida en nuestro país por el drama social En buenas manos (2018), nos muestra dos situaciones que reflejan en toda su crudeza cómo estos actos de violencia pueden destrozar vidas. Por una parte, conocemos a una joven, Chloé (Adèle Exarchopulos) traumatizada porque fue violada de manera sistemática en su adolescencia por su propio hermano, al que denunció y pasó unos años en la cárcel. Chloé quiere volver a verlo para lo cual debe seguir un largo proceso psicológico que la prepare para ello.

Por la otra, conocemos a un círculo de víctimas de robo con violencia que padecen onerosas secuelas. Se trata, como explica Herry, de un tipo de delito que no solemos considerar tan “grave”, pero como vemos en la película a través de un hombre que entró en una brutal depresión (Giles Lellouche) o de una mujer madura (Miou-Miou) que no se atreve a pisar la calle, puede tener efectos catastróficos. Todo ello, en una película que sin grandilocuencias ni subrayados logra una gran intensidad emocional donde vemos el eterno dilema del agresor como culpable pero también como víctima, él mismo, de una violencia que parece condenada a repetir y la forma en que la violencia crea espirales de las que no resulta fácil salir.

Pregunta. ¿Buscaba con esta película crear una gran intensidad emocional?

Respuesta. Sí, desde luego. Me doy cuenta de que es lo que me interesa. Los personajes viven momentos muy fuertes, son momentos importantes de una vida. Son escenas que también son interesantes para los actores. Hay intensidad emocional pero tambien intelectual durante la propia escritura y el rodaje, a los actores les pido cosas difíciles de interpretar. Me gusta mucho esto. Ha sido un proyecto en el que ha acabado con mal de espalda, eso sí.

P. ¿Cómo llega a conocer la “justicia reparativa”?

R. Yo escucho muchos podcast y adoro el mundo de la justicia desde que soy niña. Estaba buscando alguna historia que me inspirara. Me crucé por casualidad con un podcast sobre la justicia reparativa, no sabía lo que era, como mucha otra gente. Me pasé cuatro meses de documentándome hasta que comencé a encontrarme con gente que trabaja en esta justicia, y conocí mejor los protocolos y cómo funciona el dispositivo. Finamente me reuní con víctimas y agresores… luego estuve escribiendo un año.

P. Lo que vemos en la película son casos reales o ha creado nuevos basándose en esa extensa documentación?

R. Hay solo un caso que está realmente inspirado en la vida real y le pedí autorización a esa persona. En la película es el de Nawelle (Leïla Bekhti), que sufrió un robo en un supermercado que la dejó traumatizada. Vemos la frase que la desbloqueó durante el proceso de justicia restaurativa, las repercusiones de este acontecimiento en su vida, su depresión… Las demás historias son una mezcla de distintos casos.

['En buenas manos': la odisea de la adopción]

P. Las víctimas de estos robos con violencia expresan su frustración porque consideran que la sociedad no las entiende, les dicen que “exageran”. ¿Quería mostrar cómo delitos que quizá vemos como no tan graves pueden ser devastadores?

R. La justicia restaurativa puede utilizarse para todo tipo de crímenes. Hay círculos de violencia sexual, de homicidios, violencia de género… He preferido centrarme en un tipo de crimen como el robo con violencia bastante banal y lo escogí aposta. Creo que colectivamente no somos conscientes de que este tipo de actos pueden tener para ciertas personas realmente consecuencias atroces. Incluso tanto como una violación.

Las víctimas son víctimas de ese robo pero luego son revictimizados por personas cercanas, la policía, la justicia… hay una revictimización constante. Estas personas luego lo tienen más difícil para recuperarse y a medida que pasa el tiempo es peor, porque la gente comienza a impacientarse y a decirles que pasen página, que olviden lo sucedido… Pero algunas personas realmente no pueden pasar página. Este tipo de dispositivos precisamente están pensados para víctimas que no pueden superarlo. Para ellos, hablar, recordarlo, ser escuchados, es reparador y les permite avanzar.

"Las víctimas de robo con violencia luego son revictimizadas por personas cercanas, la policía, la justicia..."

P. ¿Ver al otro, ya sea el agresor o la víctima, como un ser humano resulta tremendamente eficaz?

R. La base de la justicia restaurativa es hacer caer los fantasmas en los dos lados. Para las víctimas es importante darse cuenta de que son personas violentas pero al fin y al cabo son personas con las que podemos encontrar puntos en común. Todos nos parecemos porque todos pertenecemos al género humano. Para los agresores sirve para entender las consecuencias de sus actos. Para ellos suele ser muy duro. En los crímenes sexuales también. Por eso he escogido también una historia con una temática más íntima. Vemos a un chaval que ha violado a su hermana durante años cuando eran adolescentes y ella quiere volver a verlo. Son casos en los que por una parte el agresor no suele sentirse muy responsable y al mismo tiempo la víctima está muy traumatizada.

P. En uno de los momentos más importantes de la película uno de los agresores dice que ha terminado siendo un delincuente porque creció en un ambiente de pobreza y violencia familiar. Una de las víctimas dice que no le vale como excusa porque también vivió en un hogar desestructurado y no ha escogido el camino del mal. ¿Es posible que ambos tengan razón?

R. Nadie quita gravedad a sus actos pero es evidente que estas personas también son víctimas. Nadie comete actos de tal violencia si no ha sido él mismo víctima de violencia. Al mismo tiempo, esto no los excusa. Vemos también que muchos agresores no son conscientes de esa banalización de la violencia en la que han crecido. El título original de la película era “Me crucé con un lobo” y creo que es algo que les pasa a los dos, los agresores y las víctimas. Hay un obvio ciclo de la violencia, la violencia fabrica más violencia… Se trata de terminarlo y creo que salta a la vista que castigar no funciona.

P. Por otra parte, vemos también que los agresores pagan de manera dura sus actos, la prisión resulta devastadora. ¿Debemos entender también ese sufrimiento que infligimos al castigar?

R. Es algo que solemos hacer de menos. Decimos, “bueno, son dos años en prisión, tampoco es para tanto”. Dos años en prisión son terribles. Y el problema es que la mayor parte de la gente que sale de la cárcel vuelve a empezar. Las cifras de reincidencia en Francia son brutales y pasa lo mismo en todos los países. He conocido a gente para la que el tiempo en prisión ha sido interesante y después cambian de vida, pero para la mayoría no solo no sirve para nada, al revés, salen peor, más desestabilizados, más violentos, más en cólera. Está claro que no encontramos la solución porque la violencia social sigue existiendo.

"En la mayoría de los casos, la prisión no solo no sirve para nada, sino que salen peor, más violentos"

P. A partir del movimiento "#MeToo” vemos que las víctimas comienzan a hablar de lo que nunca se habían atrevido. ¿Estamos viviendo un momento en el que se "libera" la palabra”?

R. Sin duda, mi película acompaña a este movimiento que consiste en liberar la palabra. A veces nos olvidamos de que también es importante liberar los oídos porque hay gente a la que le cuesta escuchar. Por ejemplo en el caso de la violencia sexual, el 80% de las violaciones se producen en el propio hogar, no es un desconocido en un parking. Es frecuente que sea con gente que conocemos y amamos, por lo que es un problema de sanidad pública y no solo de justicia. La violencia sexual tiene unas consecuencias enormes sobre la psique, es importante que haya una toma de conciencia y es fundamental escuchar a la gente.

P. En el caso de la joven violada por su hermano, este le reprocha que lo haya denunciado y haya pasado dos años en prisión “por su culpa”. ¿En casos de violencia en el seno familiar se revictimiza a la víctima?

R. En la violencia familiar suele suceder que la víctima no suele hablar de manera inmediata. Y cuando habla eso hace explotar a la familia. Se interpreta que ha sido la víctima la que ha hecho explotar la familia y no la persona que ha cometido el crimen. Se considera que al denunciar pone en peligro los cimientos de esa unión. En la mayor parte de los casos, la familia se pone del lado del agresor porque quieren preservar ese lazo familiar a toda costa.

Luego existe la dificultad de la propia denuncia, son actos que han sucedido a veces hace mucho tiempo, entre las cuatro paredes de una habitación y acaba siendo una palabra contra la otra. ¿Dónde están las pruebas? No sé en España, pero en Francia la justicia es muy lenta. Los procesos se alargan tres, cuatro años… eso también es muy descorazonador. Se está moviendo pero sigue quedando mucho trabajo por hacer.

"El 80% de las violaciones se producen en el propio hogar, no es un desconocido en un parking"

P. ¿El objetivo de la justicia reparativa es que unos perdonen y los otros pidan perdón?

R. El perdón es solo una de las posibilidades de este dispositivo de justicia reparativa. No se trata de que se perdonen los unos a los otros. A veces eso sucede y hay personas que dicen que están dispuestas a perdonar o que piden perdón pero no se plantea de esta manera. Muchas veces ni se habla de eso. Para mí ese es un valor muy cristiano y soy atea. Es algo que depende de cada uno. En la película el hermano no pide perdón ni ella lo perdona. Se evoca en un momento dado pero esa no es la cuestión.

P. ¿Responde este mecanismo a la necesidad humana de encontrar un sentido a las cosas, en este caso algo tan difícil de comprender como la propia violencia?

R. La comprensión es siempre lo primero que preguntan las víctimas: "¿Por qué yo? ¿Por qué has hecho esto?" Durante estas conversaciones las víctimas conocen el curso de la vida de los agresores y muchas veces realmente no hay ningún motivo para tales actos. Sin duda, existe esa necesidad de comprender, es fundamental.

P. Algo que vemos es cómo se crea un lazo entre víctima y agresor, ¿ese o esos actos de violencia de alguna manera los unen para siempre?

R. El crimen crea un vínculo entre ambos. En Francia hemos visto un proceso muy importante, como el de los autores del atentado del 13 de noviembre (de 2015) en París. Las víctimas lo dijeron muy claro: cuando el proceso haya terminado todo el mundo se marchará, los abogados se marcharán, los jueces, los fiscales, la prensa, el público… pero nosotros seguiremos estando ligados a los terroristas. ¿Qué podemos hacer con ese lazo? Negando que exista no se resuelve el problema, eso seguro.