El Cultural

El Cultural

Cine

'El escuadrón suicida': Chomsky en Hollywood

La meca del cine apuesta alto por una superproducción de superhéroes con espíritu punk y políticamente crítica con la política exterior de Estados Unidos

6 agosto, 2021 09:20

En su famoso ensayo Las venas abiertas de América Latina (1971), el escritor uruguayo Eduardo Galeano denunciaba el expolio de los recursos naturales del continente, primero por los conquistadores españoles y después por británicos y estadounidenses. En Los guardianes de la libertad (1988), Noam Chomsky ponía el acento en las estrategias de manipulación de la Casa Blanca para controlar y explotar a sus vecinos del sur. El escuadrón suicida, segunda parte de un título homónima dirigido por David Ayer en 2016, muchísimo más lograda en este caso, tiene como punto de partida los desmanes del imperio yanqui en su “patio trasero”. Estamos ante una película visualmente fastuosa y gozosa que trata de sorprender al espectador con su espíritu iconoclasta y políticamente incorrecto. Ahí están los constantes chistes sobre el asesinato de niños, con lo cual podemos decir que, casi cien años después, La edad de oro (1930) de Dalí y Buñuel por fin ha llegado al mainstream. Sin duda, en general, esta película le debe mucho al espíritu surrealista de aquellos “locos” artistas del siglo XX.

El escuadrón suicida está formado por una serie de criminales a los que el Gobierno les da una segunda oportunidad si participan en una misión que entendemos crucial para sus intereses geoestratégicos. Las películas de superhéroes en general basan gran parte de su atractivo en la creación, o reinvención, de personajes seductores para el público. Aquí, los “malos” son los buenos ya que los protagonistas son convictos y no se trata de crear héroes clásicos sino de reivindicar la autenticidad de los marginados de la sociedad.

La figura del delincuente como personaje incomprendido pero capaz de demostrar su buen corazón si se le concede una oportunidad forma parte del núcleo duro de la cultura estadounidense y su reivindicación constante del genio individual. Sin ir más lejos, es un argumento clásico del western de todas las épocas. Lo vemos en muchas películas. Tres hombres malos (1926), uno de los primeros largometrajes de John Ford, trata sobre unos fugitivos de la ley que demuestran su bondad natural al jugarse la vida para proteger a una mujer. En Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969), el más claro precedente de esta película, unos atracadores de bancos acaban redimiéndose por su nobleza. En Sin perdón (1992), Clint Eastwood interpreta a un hombre con un pasado de violencia y crimen que al final de su vida decide arriesgarlo todo para defender a unas prostitutas.

EL ESCUADRON SUICIDA Tráiler Español (2021)

El delincuente, por tanto, sería al mismo tiempo un rebelde sin causa y un antisistema, un personaje trágico y romántico. Aquí, la protagonista vuelve a ser Harley Quinn (Margot Robbie), una especie de psicópata a la que le salva su espíritu libérrimo e independiente como vimos hace poco en Aves de presa (2020, Cathy Yan), donde tiene todo el protagonismo. A ella se suman otros outcasts como Bloodsport (Idris Elba), un mercenario experto en armas que trató de cargarse al mismísimo Superman pero está dispuesto a todo con tal de salvar a su hija adolescente. Hay también un tiburón que actúa como un ser humano y lucha para reprimir sus ganas de zamparse al primero que pasa (Sylvester Stallone) o una especie de Capitán América con pocas luces al que da vida John Cena. En este caso, aparentemente los malos son unos revolucionarios sudamericanos que acaban de derrocar a una familia de sátrapas que gobiernan desde hace décadas una pequeña isla llamada Corte Maltés. Entre ellos, es Juan Diego Botto, como Diego Luna, quien tiene con Quinn/Robbie una de las escenas más logradas y estrambóticas del filme.

Tras la cámara, James Gunn, célebre por haber dirigido otras películas de superhéroes como las dos partes de Guardianes de la galaxia o ser el guionista de títulos como Vengadores Infinity War. De manera constante, El escuadrón suicida juega a ser gamberro y romper los esquemas del espectador matando a personajes que no esperábamos que fueran a morir tan pronto o celebrando las barbaridades de Harley Quinn. En sus mejores momentos, esa querencia punk resulta sorprendente y gozosa. A ratos, sin embargo, hay una cierta superficialidad trash detrás de tanta incorrección política y da la impresión de ser una gran broma o un chiste privado entre estrellas de Hollywood muy ricas como esa camiseta de “los obstáculos son oportunidades” que lleva uno de los protagonistas y que uno imagina que al equipo le hacía mucha gracia.

@juansarda