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'Raya y el último dragón': las guerreras Disney

El filme animado de Disney, que llega hoy a los cines y a la plataforma Disney+, es un entretenido relato de aventuras juvenil que sustituye a las clásicas princesas por guerreras. Y ya era hora

5 marzo, 2021 14:35

Continúa Disney adaptándose a los tiempos que corren en Raya y el último dragón. El nuevo clásico animado de la compañía del ratón Mickey, dirigida por Carlos López Estrada y Don Hall, sustituye a las bellas e ingenuas princesas, que al menos hasta Frozen eran sujetos más o menos pasivos que asociaban la felicidad con encontrar un príncipe azul, por duras guerreras entrenadas para la lucha desde su tierna infancia que no pierden el tiempo en enredos amorosos. Y ya era hora.

Raya y el último dragón no es que sea especialmente original en su punto de partida o desarrollo, pero sí tremendamente efectiva y entretenida. Kumandra, el mundo de fantasía en el que se desarrolla la acción, mira de frente a Tolkien, la narración se asemeja al diseño de niveles de un videojuego y la iconografía apunta a toda una amalgama que tiene su piedra de toque en lo oriental. Además, hay guiños a franquicias como Indiana Jones o Star Wars. Quizá lo más sorprendente sea el tono, más adolescente que infantil, con secuencias de acción adrenalínicas.

En un mundo dividido en cinco reinos, el pueblo de Raya es el encargado de custodiar la piedra mágica que protege a los humanos de una fuerza oscura parecida al humo negro de Lost, que convierte a las personas en estatuas de barro. Esta piedra fue creada 500 años antes por los dragones, que se sacrificaron para ello y han desaparecido de la faz de la tierra. Pero la incapacidad de los cinco reinos para entenderse y trabajar juntos, provocará que la piedra se rompa en cinco trozos y que el mal vuelva a aparecer.

Tras un abrupto salto temporal en el que Raya pasa de niña a mujer de armas tomar, la película coge ritmo y no da tregua. La acción toma la pantalla, pero también el humor con una ristra de personajes secundarios de lo más hilarante. En especial ese agilísimo bebe custodiado por tres monos, aunque todos tienen su momento de lucimiento (siendo quizá el personaje del niño cocinero el más entrañable de todos).

Estéticamente la película es una delicia y, aunque el diseño del dragón al que da voz Awkwafina es un poco estomagante, consigue poner el prodigio técnico marca de la casa al servicio de un filme de aventuras de aroma clásico, por lo que todo resulta más o menos orgánico. Y si durante su primera mitad no pensábamos estar ante algo más que un buen entretenimiento, la película se proyecta hacia la emoción y toca la fibra en un final que nos lanza un mensaje de confianza y empatía con el prójimo.