Imagen | Los desafios de los festivales

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Cine

Los desafios de los festivales

Los directores de los festivales de Valladolid y Sevilla desvelan los retos a los que se enfrentan y retratan al nuevo público que nacerá tras la pandemia

23 octubre, 2020 18:39

Javier Angulo
Director de la Seminci de Valladolid (24-31 de octubre)

La espada de Damocles de la incertidumbre

La pandemia ha condicionado la programación de Seminci ya desde el principio. Primero, por las dudas que existían incluso en mi propio equipo y en el Ayuntamiento sobre si podríamos o no celebrarlo, si era conveniente o no llevarlo a cabo por los riesgos que podía tener en la salud del equipo y los problemas derivados de una suspensión. Estábamos en la oscura incertidumbre.

En seguida se vio que había festivales que optaban por hacerlos online. Para mí no había ninguna duda: “festival” viene de la palabra “fiesta”. Y es eso, una fiesta del cine para celebrar la llegada de una nueva “cosecha” (los estrenos) de cine dela temporada, ala que pueda acudir el público más fiel para verla y conocer personalmente a los equipos de las películas.

Todo ello, en presencia de periodistas y críticos que hablarán delo que han visto, del “cine que viene”, rodeados de gentes de la industria, que aprovecharán el festival para discutir hacia dónde va el cine español y su industria… Y desde luego, un certamen como Seminci debe dejar un “valor añadido” a la ciudad en forma de recepción de visitantes externos y consumos en hoteles, restaurantes, bares y comercios. Eso es lo que yo entiendo por un festival de cine en toda regla.

Y no es casual que el más grande e importante de todos, el Festival de Cannes, suspendió este año su celebración al no poder meter público en sus cines y no permitir ese gran valor añadido a la ciudad. Se calcula que Cannes recauda durante los días del festival el 12 % de los ingresos del año… Casi desde el primer momento de la pandemia nos pusimos a trabajar en esta 65 edición para poder celebrarla de la forma más normal posible aunque en circunstancias excepcionales.Durante todo el confinamiento nos dedicamos a ver cientos de películas venidas de todo el mundo, mientras imaginábamos los contenidos. Teníamos claro que las secciones en competición debían de ser presenciales y el resto, las complementarias (las que van fuera de concurso), las programaríamos online a través de la plataforma Filmin, que tan bien funciona.

Ha habido festivales que han optado por hacerlos online. Para mí es una fiesta del cine en la que se celebra la nueva cosecha de la temporada a la que acude el público más fiel para verla

No es fácil preparar un festival con la “espada de Damocles” de una posible suspensión pendiendo sobre la cabeza, máxime cuando hemos tenido que aceptar las muy estrictas normas de seguridad de la Junta de Castilla y León y que nos impiden ocupar más del 30% delos aforos de los teatros y de las salas de cine. En fin, que esta pandemia ha condicionado seriamente el festival. Pero, sin embargo, vamos a tener todos los contenidos que han hecho importante el certamen, que son grandes estrenos de películas internacionales (quizá con la mejor selección de los últimos años) con apuestas por nuevos cineastas jóvenes y probablemente con el mejor cine documental que se puede ver en estos momentos en el mundo. Eso sigue siendo la Seminci y por ello creemos que no podemos faltar a la cita anual. Por fidelidad con los aficionados y porque amamos el cine visto en salas y teatros.

José Luis Cienfuegos
Director del Festival de Cine de Sevilla (6-14 de noviembre)

Repensando el futuro

Debemos estar allí cuando nuestra comunidad nos necesite. Y ahora es el momento para dar un paso al frente reivindicando el lugar que ocupamos, con los festivales de cine como catalizadores irrenunciables para establecer ese vínculo tan necesario entre público y cineastas. Nuestros objetivos no pueden ser los mismos que hace diez años, de ahí que muchos nos estamos planteando reevaluar y clarificar nuestras metas, repensar profundamente quiénes somos y qué hacemos por nuestro entorno.

La relación del espectador con la obra cinematográfica ha cambiado de manera radical. Uno de nuestros mayores retos es establecer la conexión con un público que ha perdido la inocencia

¿Cómo se sobrevive en esta ceremonia de la confusión (acelerada estos meses), donde parece que no hay diferencia entre cine en sala y visionados online, entre series para plataformas y festivales de cine en Youtube, como el tan amplificado We Are One de espectacular alcance mediático inicial pero de un (comprensible) corto recorrido? La relación del espectador con la obra cinematográfica ha cambiado en los últimos meses de manera radical. Y uno de nuestros mayores retos es restablecer la conexión con un público que ha perdido la inocencia y al que es importante devolver la confianza. En estos momentos es claro que el argumento emocional de la mística del cine en sala, el hasta ahora incuestionable valor del hecho ritual dela proyección, ha perdido peso (o ya no tiene demasiada consistencia). No sé si defender la exhibición en sala desde “la magia del cine” tiene demasiado futuro si pensamos en las nuevas generaciones.

La pandemia servirá para hacer una pausa en la loca carrera de números y balances de los festivales. Más películas, récord de espectadores, récord de recaudación… Y también habrá que poner sobre la mesa el valor de un espectador online frente a uno presencial, el de un estreno virtual frente a una prèmiere tradicional. Sin embargo, es también un buen momento para potenciar la labor prescriptora de los festivales, acentuar más si cabe el comisariado, construir sobre el compromiso, el conocimiento, el debate y la reflexión. El resultado será un ecosistema reconocible, una relación duradera y aspiraciones de permanencia, lo que alcanza también a unos espectadores que son testigos y partícipes de esta comunión con los cineastas. Ese comisariado habría de conseguir el perfecto equilibrio entre un buen programa presencial y un programa específico online de contenidos bien articulados donde no se diluya el sello propio, donde se respete la línea de programación y se dialogue de manera natural con las secciones tradicionales.

Es el momento perfecto para el análisis de hacia dónde se está moviendo la economía de un festival. Mucho se habla del impacto económico en la ciudad donde se celebra un evento cinematográfico y muy poco de los festivales como generadores de empleo. Un rodaje da trabajo, sí. Un festival, también. Como tampoco forma parte del discurso general su papel para que las mejores películas de la temporada, tanto de cineastas veteranos como de nuevos valores, lleguen a las salas comerciales. Ante un horizonte más incierto que nunca, la reinvención de los festivales es por tanto más que un objetivo, una necesidad.