Trinta Lumes, de Diana Toucedo

Trinta Lumes, de Diana Toucedo

Cine

El nuevo cine se reinventa en Galicia

Desde hace una década, una generación de cineastas gallegos está situada a la vanguardia del cine de autor mundial. Indagamos en el pasado, presente y futuro de esta nueva ola con motivo del estreno en salas de Trinta Lumes, de Diana Toucedo.

8 febrero, 2019 14:21

“El otro cine español es como un archipiélago, pero la isla más grande es, sin duda, el Nuevo Cine Gallego”. Estas palabras del cineasta, crítico y agente cultural Xurxo Chirro (La Guardia, 1973), autor de un filme tan original y heterodoxo como Vikingland (2011), se justifican atendiendo a los éxitos del cine de autor gallego en la última década: Oliver Laxe recibió en Cannes el Premio FIPRESCI de la Quincena de Realizadores en 2010 por Todos vosotros sois capitanes y el Gran Premio de la Semana de la Crítica en 2016 por Mimosas; Alberto Gracia se llevó en 2013 el Premio de la Crítica Internacional de Rotterdam por El quinto evangelio de Gaspar HauseLois Patiño estrenó ese mismo año Costa da Morte en Locarno y recibió el premio al Mejor Director Emergente; Xacio Baño triunfó en el festival de cortometrajes de Clermont-Ferrand con Ser e Voltar (2014)… Cabe preguntarse, ante tal retahíla de distinciones, cuál es el motivo para que una generación de cineastas gallegos -a los que habría que sumar otros nombres como los de Eloy Enciso (Arraianos, 2013) o Ángel Santos (Las altas presiones, 2014)- hayan asaltado las trincheras más importantes del cine de autor europeo.

Crear sin facturas

“Si los nuevos cines de los años 70 y 80 surgieron alrededor de escuelas o de algún festival que proyectaba el trabajo de determinados cineastas, en Galicia todo partió de un gran logro administrativo”, asegura Chirro. El Nuevo Cine Gallego, etiqueta que fue acuñada en el año 2010, tiene su origen en la apertura en 2005 de una serie de ayudas al talento de la Xunta de Galicia que han ido desde entonces destinadas directamente a los creadores, sin que se les exigiese facturas para justificar gastos. “De esta manera, no hacía falta que hubiera una productora de por medio y podíamos afrontar los proyectos con total libertad”, asegura Diana Toucedo (Redondela, 1982), que este viernes estrena Trinta Lumes. “Estas ayudas, combinadas con los bajos costes de la tecnología digital, han permitido que muchos de nosotros volviéramos a Galicia para encontrar nuestra propia mirada tras estudiar en Madrid, Barcelona o incluso París. Y, de alguna manera, hemos acabado conectando con un lenguaje que se valora en los principales festivales internacionales”. Experimentada montadora (ejerció como tal en El quinto evangelio de Gaspar Hauser, de Alberto Gracia, o en A estación violenta, de Anxos Fazáns), Toucedo debuta en el largometraje con un filme sensorial que hibrida el documental con estrategias propias de la ficción para tratar de atrapar tanto la vida que se escapa como los misterios y fantasmas que permanecen en una aldea perdida de la sierra del Courel, cada día más deshabitada.

Costa da morte, de Lois Patiño

Esta naturaleza mestiza del discurso narrativo ha aparecido de manera recurrente en los trabajos de estos directores, aunque es difícil establecer rasgos estilísticos comunes. El nexo de unión se posiciona más en aspectos como la autoproducción, en la búsqueda durante el rodaje (que se puede alargar durante años), o en la creación del guion en la sala de montaje. “Muchos de estos proyectos representan la antítesis de la dinámica industrial, donde el tiempo es oro”, afirma Xurxo Chirro. “Por ejemplo, Lois Patiño se tiró un año en la Costa da Morte para atrapar las pulsiones que generaban las distintas estaciones en el territorio. Las ayudas al talento facilitan que el creador viva la experiencia creativa y que no esté a expensas de rodar en cuatro semanas mientras se pelea con los productores”.

Sin embargo, a medida que las ayudas al talento han ido menguando con el paso de los años (de los 450.000 euros que se destinaban a personas físicas en 2009 a los 150.000 euros de la última partida presupuestaria), también se ha hecho más complicado para estos directores subsistir con unas propuestas a las que casi siempre se les ha resistido la distribución en salas comerciales y que han quedado relegadas a cinetecas y museos. “Mientras un cineasta es joven está bien que experimente y descubra por sí mismo qué es el cine”, explica Alberto Gracia (Ferrol, 1978), que el año pasado presentaba en Rotterdam La estrella errante, una indagación en el poder vampirizador de las imágenes en el que el material de archivo se funde con la filmación de los pasos de Robert Perdú, líder de una banda punk de los 80. “Pero una vez que ya ha entendido su propia mirada es normal que un cineasta empiece a buscar maneras de llegar a más público. Además, hay una cuestión de subsistencia detrás, no parece muy lógico estar haciendo películas para ti mismo toda la vida”.

“Como dice Jonas Mekas, lo más importante en el cine experimental o vanguardista es no morirse de hambre”, comenta Chirro. “Los nuevos cines siempre tienen unos años de efervescencia y después los cineastas tienen que ganarse la vida. Ha habido un cambio brutal en la manera de entender el cine en Galicia, pero esa efervescencia se diluye y la industria acabará por captar todo este talento. Quizá ha faltado que a nivel de producción se produjese una revolución similar”.

Xacio Baño (Jove, 1983), cuyos cortos han recibido elogios en Locarno y Clermont-Ferrand, ha sido uno de los primeros directores del Nuevo Cine Gallego en afrontar una película de encargo: Trote, estrenada en diciembre de 2018, un filme que bascula desde una ficción pura de tintes dramáticos al registro de una tradición tan fascinante como la Rapa das Bestas. “Obviamente es otro sistema de producción”, explica Baño. “Hasta este momento me había autoproducido y ahora tenía a personas por encima con sus propios intereses y que, al final, también se la estaban jugando. Lógicamente hay que ceder, pero creo que las productoras también han entendido que hay que buscar lo original y lo auténtico y no los formatos que ya están establecidos”.

Mientras, algunas pequeñas distribuiduras como Numax (Mimosas) o Elamedia (Trinta Lumes) luchan contra viento y marea por acercar a las salas este cine al que el público parece todavía rehacio a darle una oportunidad. “No es solo un tema de distribución sino también de educación de la mirada”, opina Alberto Gracia. “La cultura y la educación van de la mano. Si la educación dirige a los espectadores hacia los efectos especiales y el puro entretenimiento, es muy difícil que podamos comer de esto”. 

@JavierYusteTosi