Image: Tully: maternidades complejas

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Cine

Tully: maternidades complejas

Charlize Theron interpreta a una madre madura con depresión posparto en una notable película de Jason Reitman y Diablo Cody

22 junio, 2018 02:00

Charlize Theron protagoniza Tully, de Jason Reitman y Diablo Cody

¿Es el mito de la felicidad maternal uno de los últimos tabúes que quedan por derribar en Occidente? Hace un par de años, la socióloga israelí Orna Donath publicó Madres arrepentidas, una investigación en la que daba voz a mujeres que años después de dar a luz consideraban que su vida habría sido mejor de no haberlo hecho. La película Tully está dirigida por Jason Reitman y escrita por Diablo Cody, un tándem que ha dado buenos resultados en Juno (2007), su célebre debut, y Young Adult (2011), una película sensacional que quizá no ha tenido el eco que mereciera. Su nuevo filme ahonda en esa idea aunque sin llegar tan lejos como los testimonios recogidos por Donath en su libro. Por segunda vez, director y guionista colaboran con Charlize Theron, quien primero interpretó a una cuarentona que lucha contra el paso del tiempo y ahora a una madre que después de tener a un tercer hijo inesperado sufre una depresión postparto de caballo hasta que aparece una pizpireta cuidadora de niños.

  Dice la guionista que "los cuerpos de las mujeres son el lugar en el que se ejecuta el sacrificio necesario para la supervivencia de la especie y que las mujeres no tienen derecho a rechistar". Y añade que el hecho de que una mujer manifieste "sentimientos de frustración o desafecto hacia sus hijos causa un gran rechazo social". Y es cierto que tanto la cultura mainstream como la publicidad o la propia mecánica social ensalzan la idea de una maternidad gozosa en todos sus puntos. En Tully, sin embargo, vemos una realidad que el filme quiere mostrar, es decir, los estragos físicos de la maternidad tardía, algo muy habitual en unas sociedades del primer mundo en las que las mujeres cada vez retrasan más el momento de tener los hijos.



Theron interpreta con el talento conocido a esa ama de casa sufrida y doliente que experimenta una enorme sensación de vacío después de tener a un hijo que no espera y que amenaza definitivamente con desposeerla de su tiempo libre o incluso de su identidad. En este sentido, Tully refleja una angustia existencial semejante a la de otra película estadounidense reciente como la notable ¿Qué fue de Brad?, en la que se planteaba la madurez como un abismo existencial en una comodidad material vacía de significado y que se percibe como fracaso en un mundo en el que no basta con vivir bien y tener una familia más o menos feliz, ya que constantemente se presenta como estadio de felicidad absoluta el éxito con mayúsculas. En este sentido, el personaje de Theron se parece mucho al de ese Stiller que de forma grave se preguntaba qué sería de su vida y qué sentido o goce tendría ésta ahora que estaba claro que sus sueños de triunfo y éxito no se cumplirían.

Tully tiene a veces algo de cine "de calidad" que la desposee de una cierta autenticidad, lo que resulta un tanto contradictorio en una película que apela precisamente al realismo sucio y donde una estrella como la actriz sudafricana aparece con kilos de más y muy alejada de la imagen glamurosa de las revistas de moda. La aparición de la canguro (ahora se las llama en muchas partes nannies como en inglés) introduce un elemento casi mágico o cuando menos misterioso en ese mundo suburbial del filme. Como una suerte de hada madrina, o como esos fantasmas que acompañan al avaro Mr. Scrooge en un viaje espiritual en el célebre Cuento de navidad de Dickens, la nanny (Mackenzie Davis), sirve como guía a la desorientada protagonista en su crisis de mediana edad para descubrir que hacerse mayor es tan triste como inevitable y al final se trata de aprender a ser feliz con lo que uno tiene. Es una lección sencilla pero verdadera en una película notable con distintas capas de complejidad.

@juansarda