Image: James Gray se aleja de Occidente

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Cine

James Gray se aleja de Occidente

5 mayo, 2017 02:00

Z. La ciudad perdida se adentra en la jungla brasileña para buscar una civilización perdida

La última película del estadounidense James Gray, Z. La ciudad perdida recupera el cine de autor a gran escala, su espíritu kamikaze y a contracorriente. El reparto de este biopic radicalmente libre del explorador inglés Percy Fawcett, que buscó una civilización perdida en la jungla brasileña, está encabezado por Charlie Hunnam.

Heredera en su ambición desmesurada de los clásicos del cine de aventuras, Z. La ciudad perdida, última película del estadounidense James Gray, es una obra a contracorriente. Parece surgida de aquellos tiempos -concretamente los años 70- en los que los realizadores más personales podían emprender producciones holgadas con elencos del star system sin que se divisara un verdadero potencial comercial, arrastrados por un impulso irrefrenable y cierto espíritu kamikaze. Cine de autor a gran escala, un modelo desaparecido. El filme recoge ese carácter propio del pasado, y sin embargo consigue plasmar un análisis extraordinariamente punzante y certero sobre el estado actual de Occidente.

Una espiral quimérica

Se trata de un biopic radicalmente libre de Percy Fawcett, militar inglés convertido en explorador que en 1907 se adentró en la jungla brasileña y alimentó la convicción de encontrar los vestigios de una civilización perdida. Desde el primer viaje, la obsesión y la pasión desatada por la hazaña y el descubrimiento comienzan a apoderarse del protagonista, aún a riesgo de condenar a sus compañeros de expedición. Su empresa está abocada al fracaso por el absoluto desconocimiento del terreno y la escasez de recursos, pero es precisamente la frustración ante el objetivo inalcanzado lo que le enreda en una espiral quimérica e idealista. Ese "nuevo mundo" que tanto fascina a Fawcett contrasta con la realidad de sus compatriotas, envueltos en las tinieblas de los inicios del siglo XX y la Primera Guerra Mundial. La arrogancia occidentalista, el desprecio hacia la cultura indígena y el espíritu nacionalista y bélico marcaban la política de aquel período. En ese contexto Fawcett era visto como un lunático que creía firmemente en la igualdad de todas las razas y anteponía la investigación del legado cultural al otro lado del Atlántico a los juegos de poder del viejo continente.

Z. La ciudad perdida es una película sobre la necesidad de preservar la capacidad de asombro. Su discurso apunta de forma directa al auge del racismo y el ensimismamiento ideológico de la Europa y los Estados Unidos actuales. Un Occidente arrogante, anquilosado y obsesionado con sus problemas.

El cine de Gray ha estado siempre marcado por el desplazamiento, la hibridación y la complejidad de las identidades. Su magnífica ópera prima, el film noir independiente Una cuestión de sangre (1994), se concentraba en una pequeña comunidad de Brooklyn compuesta por judíos de ascendencia rusa. La otra cara del crimen (2000) y La noche es nuestra (2007) continuaban por la senda del drama neoyorquino de tintes criminales, introduciendo elementos como la denuncia de la corrupción y el desamor. Por su parte, Two Lovers (2008) regresaba a los escenarios de Una cuestión de sangre mediante una intensa reformulación de Las noches blancas (1957) de Luchino Visconti.

Dimensión visionaria

Charlie Hunnam en una imagen de una película

Una de las múltiples paradojas de Z. La ciudad perdida reside en que, pese a su voluminosa y visionaria dimensión, es en realidad el retrato íntimo y pausado de una criatura solitaria de vocación errante. En lugar de optar por el exotismo y la exuberancia visual en su representación de la Amazonía, Gray se ciñe a una escueta pero resplandeciente gama de tonalidades. Lo mismo sucedía en su anterior filme, El sueño de Ellis (2013), la odisea de una joven europea que emigraban Norteamérica huyendo de la Segunda Guerra Mundial, cuya textura estaba basada en la densidad de su paleta monocromática (es preciso destacar la contribución en ambas películas del genial director de fotografía franco-iraní Darius Khondji). La atracción incontrolable por superar las propias limitaciones y alumbrar su particular ‘El Dorado', convierten a Fawcett en un ser enajenado, cautivado por una meta inalcanzable, cuyos regresos a Inglaterra suponen tortuosos períodos de transición marcados por la insatisfacción, arrastrándole al abandono constante de su mujer y sus hijos. Su autoproclamada ‘Ciudad Z' y su idealización de los "buenos salvajes" son estrategias inconscientes para protegerse del hermetismo ideológico y la ola de violencia que asolaba Europa. Gray alude a la inocencia del espectador, pretende resucitar un imaginario -el del cine de aventuras- desaparecido en esta era marcada por la incredulidad y el pragmatismo extremos.

Pese a que tradicionalmente el cine ha dibujado la figura del explorador desde una perspectiva hostil, con la llegada del siglo XXI encontramos numerosos exponentes que avanzan en otra dirección, como El nuevo mundo (Terrence Malick, 2005), que abordaba el encuentro entre John Smith y Pocahontas; o La reina del desierto (Werner Herzog, 2015), semblanza de la arqueóloga hechizada por el mundo árabe, Gertrude Bell. El filme de Gray se inscribe en esta tendencia que reivindica el papel de los europeos que décadas atrás percibieron las limitaciones de sus lugares de origen e identificaron otros horizontes vitales, quizás más luminosos, sin duda menos opresivos.

Remontándonos décadas atrás hallamos un exponente opuesto, Aguirre, la cólera de Dios (1972), referencia inevitable de Z. La ciudad perdida, sin duda la crítica más virulenta del colonialismo materializada por el cine. De alguna manera parece que Gray intenta serenar continuamente su relato, mantener un clima de sobriedad, evitando dejarse llevar por el delirio, quizás para impedir asemejarse en exceso al icono de Herzog.

Pese a esa deliberada obstinación por la frialdad, Z. La ciudad perdida es una insólita muestra de cine épico formulado en clave intimista, un trayecto existencial de resonancias contemporáneas, el rotundo paso al frente de unos de los directores más singulares y arriesgados del cine norteamericano actual. Un autor envuelto en la fervorosa e imparable búsqueda de nuevas cartografías visuales y narrativas.