Image: Manuel Menchón: El biopic es un género sin interés cinematográfico

Image: Manuel Menchón: "El biopic es un género sin interés cinematográfico"

Cine

Manuel Menchón: "El biopic es un género sin interés cinematográfico"

18 noviembre, 2016 01:00

Manuel Menchón

El director se estrena en el largo de ficción con La isla del viento, película que aborda el exilio de Miguel de Unamuno, interpretado por José Luis Gómez, en Fuerteventura y que recrea el episodio del enfrentamiento del filósofo y escritor con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.

Manuel Menchón (Málaga, 1977) debutó en la dirección en 2009 con el celebrado largometraje documental Malta radio. Por aquel entonces ya pergeñaba la película que estrena ahora, La isla del viento, en la que aborda el exilio forzado de Miguel de Unamuno en Fuerteventura por sus críticas al dictador Miguel Primo de Rivera en 1924. José Luis Gómez se mete en la piel del filósofo y escritor para una historia que nos enseña la cara menos conocida del autor de Niebla y que reivindica su figura a las nuevas generaciones. Además deja una soberbia reconstrucción del episodio del enfrentamiento de Unamuno con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en el año 36.

P.- ¿Siempre le interesó la figura de Miguel de Unamuno o llegó el proyecto a sus manos por otra vía?
R.- Este proyecto lo llevo incubando desde que empecé a leer la poesía, los artículos y los libros de filosofía de Unamuno, muchos años antes de empezar a escribir el guion. En un momento dado me pareció interesante recuperar su figura ya que de algún modo me permitía hablar del presente, de lo que está viviendo la sociedad en la actualidad.

P.- ¿Por qué decidió abordar básicamente su exilio en Fuerteventura?
R.- Desde mi punto de vista la única manera de representar al auténtico Miguel de Unamuno era desligarlo del mundo intelectual de la Universidad de Salamanca. Él se relacionaba mucho con la gente de a pie aunque sea una faceta que se conozca poco. Ese aspecto cívico es fundamental para comprenderlo. De manera que abordar el exilio en Fuerteventura nos permitía que apareciera rodeado de gente humilde, pescadores y cabreros, y así podíamos desarrollar ese aspecto más íntimo de su personalidad.

P.- ¿Se puede rastrear con facilidad la estancia de Unamuno en Fuerteventura?
R.- La verdad es que hay poca documentación. Existen datos muy concretos pero la intrahistoria, la cotidianeidad de su vida en la isla, no es conocida. Lo que es seguro es que el recuerdo de la vivencia en Fuerteventura siempre le persiguió, a pesar de que tan solo fueron cuatro meses. De hecho, una de las últimas obras que trató de escribir llevaba por título Don Quijote en Fuerteventura y en algún momento comentó que ahí pretendía narrar las quijotescas aventuras de su exilio en la isla. Además algunas de las últimas cartas que escribió antes de morir iban dirigidas a amigos que conoció allí. También tuvo esta época un gran impacto en su obra poética y filosófica

P.- ¿Investigó mucho acerca de este episodio?
R.- Lo primero que hice fue viajar a Fuerteventura, en el año 2006. Allí busqué a ancianos que hubieran conocido a Unamuno cuando eran niños y éstos me contaron anécdotas de primera mano. También descubrí que en ese año 24 en el que Unamuno estuvo allí Fuerteventura sufrió la mayor sequía de su historia. Era una situación tan grave que tenían que embarcar a las cabras para que fueran pastar a otras islas. Con estos detalles y los datos que ya se conocían pude comprender e imaginar lo que pudo vivir allí Unamuno.

P.- ¿De qué manera procedió a rellenar esas pequeñas lagunas que hay en la historia?
R.- Recurrí a las ideas eje del pensamiento de Unamuno. Hay un personaje en la película que es real aunque no lo parezca, Delfina Molina. Era una fan de Unamuno que abandono a su marido y se fugó con su hija a Fuerteventura para vivir una historia de amor con él. Yo he utilizado al personaje para desarrollar el conflicto unamuniano que aparece por ejemplo en Niebla entre la imaginación más romántica y el mundo más cartesiano. Después está más o menos constatado que el párroco de Puerto de Cabras, con el que Unamuno tuvo muy buena relación, inspiró San Manuel Bueno, mártir… Por eso todo en la película tiene un sustrato real. Sin embargo no es una película biográfica ni un biopic, que es un género que a mí no me interesa y que cinematográficamente creo que no tiene interés, sino más bien una recreación del universo poético, filosófico y humano de Unamuno.

P.- ¿Cuándo entró José Luis Gómez en el proyecto?
R.- Desde la fase de guion, según iba escribiendo los diálogos de la película, sabía que tenía que ser él. Nunca antes se había abordado la figura de Unamuno en el cine ni en la televisión y lo consideré una gran responsabilidad. Necesitaba no solo a un gran actor sino a alguien que utilizase las palabras como si fuesen armas o balas, que es algo que se decía del filósofo. Unamuno era consciente de la fuerza de la inteligencia y del pensamiento. En ese sentido, José Luis Gómez maneja como nadie el uso de las palabras. Puede hacer brillar una de ellas en cualquier discurso y esto era fundamental en la escena del Paraninfo. Si me hubiese dicho que no, no sé si me hubiese embarcado en el proyecto.

P.- La secuencia del altercado en Salamanca debía de ser una de las más atractivas de rodar…
R.- Me sentía en la obligación de rodarla. El enfrentamiento entre Millán Astray y Unamuno en el año 36 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca forma parte de nuestro imaginario colectivo, pero nunca se había visualizado. Una vez que te pones a rodarlo sientes una gran responsabilidad. Además era muy impresionante porque lo rodamos en el lugar donde ocurrió de verdad. Llenamos la sala con 200 extras ataviados de camisas azules, de milicia franquista… Cuando apareció Javier Semprún caracterizado como Millán Astray fue impactante y escuchar el "Venceréis pero no convenceréis" de José Luis Gómez resonando en aquella sala… En ese momento todo el equipo, incluso los extras, fuimos conscientes de la dimensión de lo que estábamos haciendo.

P.- La película tiene un sello visual muy definido gracias a la fotografía de Alberto D. Centeno…
R.- Quería alejarme lo más posible de los telefilms y de las series de televisión de época españoles. Aunque la película es una producción mediana queríamos que a nivel visual y sonoro tuviera un sello propio y una entidad. El universo visual tiene dos referentes. Por un lado la España más gris y tenebrosa de Zuloaga, que hizo retratos de Unamuno y Millán Astray, para la parte de Salamanca del año 36. Y por el otro lado, la fuerza de la luz y de la vida en las obras de Sorolla, que también retrato a Unamuno aunque no fuese de su agrado, para Fuerteventura. También jugamos mucho con el vaciado de espacios y la pureza de la línea que recuerda a esos poemas de Unamuno que son de una pureza extrema, casi haikus. Y después con la banda sonora y los efectos de sonido tratamos de crear un estado anímico más interior que exterior. Para todo ello fue vital la participación de todo el equipo, especialmente la dirección de arte y vestuario y por supuesto la fotografía de Alberto D. Centeno.

@JavierYusteTosi