Image: El elegido: la apasionante historia del asesino de Trotski

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Cine

El elegido: la apasionante historia del asesino de Trotski

2 septiembre, 2016 02:00

Ramón Mercader vivió infiltrado dos años con el único objetivo de asesinar a Trotski

El elegido, del director Antonio Chavarrías refleja con hechuras clásicas y buen pulso narrativo la trágica peripecia de Ramón Mercader, agente soviético encargado de asesinar al líder exiliado León Trotski.

20 de agosto de 1940. Jacques Monard, el apuesto prometido de Sylvia Ageloff, una de las asesoras más próximas del líder comunista caído en desgracia León Trostki, feroz opositor ideológico y político de Stalin, se acerca al despacho del anciano porque quiere enseñarle unos artículos que ha escrito. Por la espalda, mientras el viejo lee, le clava en la cabeza un piolet que provocaría su muerte después de doce horas de agonía. El supuesto Monard en realidad era Ramón Mercader, un agente soviético infiltrado en el círculo más íntimo del archienemigo del líder supremo de Rusia con la intención de asesinarlo. Durante dos años, Mercader en su piel de Monard, un frívolo y encantador comerciante de origen belga cargado de dinero, se hace novio de Ageloff con la única intención de cumplir con su objetivo criminal.

Tras el documental Asaltar los cielos (1996), el cine español retrata por primera vez desde la "ficción" en El elegido, donde el director Antonio Chavarrías refleja con hechuras clásicas y buen pulso narrativo la trágica peripecia de Mercader, un hombre al que ve como "una víctima de esa multiplicidad de personalidades. A Mercader lo entrenaron muy bien pero no se trataba de irte a un sitio a mentir y volverte a casa. Durante dos años convivió con la mentira constantemente teniendo relaciones íntimas que seguro lea afectaron profundamente".

Víctima y verdugo de Trostki, una de las figuras más prominentes de la época como líder de la oposición a Stalin en un escenario perverso dominado por el dogmatismo y el totalitarismo: "La gran diferencia es que ellos pensaban que podían transformar el mundo -reflexiona Chavarrías- La revolución había triunfado en un país grande como Rusia, los nazis estaban pletóricos invadiendo un país detrás del otro y el capitalismo también aspira a imponerse globalmente. Esa posibilidad de victoria les da una fuerza y un dogmatismo enorme. Surgen personajes como éstos, que creen que el fin justifica absolutamente los medios".

A Mercader, un chaval de la burguesía de Barcelona, lo interpreta el actor mexicano Poncho Herrera. A su madre, una suerte de Saturno devorando a sus hijos que ejerce un control casi absoluto sobre Mercader, le da vida una poderosa Elvira Mínguez. Sin duda el personaje más desdichado es el de la neoyorquina Ageloff, la mujer engañada que intentó suicidarse después de descubrir la traición: "La historia tiene componentes de tragedia griega con esa madre que fagocita a los hijos y también en el hecho de que todos son víctimas. Trotski acaba muerto pero Mercader destruye su vida y Sylvia nunca logró reponerse del golpe. Están condenados, ya sabes que eso no puede acabar bien. En esta película no se celebra ninguna victoria".

El filme evoca todo un mundo, esos años 40 de posguerra y miseria en España marcados por el aislamiento interior y la diáspora de cientos de miles de españoles a otras partes de Europa o Suramérica. "Vemos el otro lado de esa España secularmente plegada sobre sí mismo en esos inmigrantes, muchos de ellos grandes personalidades, que tuvieron una importancia decisiva en los países a los que fueron. Hay una España interior pero también una España que huye".


Surge un tiempo no tan lejano en el tiempo pero que hoy parece de otra galaxia: "Es terrible por una parte y por la otra está cargado de romanticismo. Cuando leía documentos de la época sus ambiciones y sus ideales eran de una ingenuidad casi candorosa. Esto ahora se ha perdido totalmente, ahora hay un cinismo respecto a cualquier utopía. Estaban convencidos de que el comunismo traería la felicidad al ser humano. Ellos creían que el sistema era perfecto y todo el mundo tendría cubiertas sus necesidades, acceso a la cultura y los bienes básicos. Luego se vio que no pero en ese momento había una base teórica muy amplia. Valía la pena morir porque sus hijos vivirían en el paraíso terrenal".

Si la gran víctima de esta historia es la propia Ageloff, una mujer que pasó el resto de sus días traumatizada con la historia y jamás quiso decir una palabra al respecto, el héroe trágico es ese Mercader manipulado por todos menos por ella: "Vemos a un hombre que ha confundido la realidad con la ficción. Hay una cosa muy curiosa y es que en el personaje que interpreta habla mucho de su madre y tiene una madre dominante que es lo que tenía en la realidad. Mercader mantuvo ese personaje durante dos años en los que se relacionó con Sylvia, y cruza los personajes. Cuando habla de su madre ya no sabe realmente si habla de la real o la inventada. Muchas de las propagandas o de las bazas del totalitarismo era acabar con la individualidad. Al igual que el fascismo te convierte en una parte de la maquinaria, eres una pieza".

El filme no indaga en los motivos de fondo en el conflicto entre Trostki y Stalin. "Había un problema y es el formato, es una película de cine. El primer guión era muy largo, le da mucha importancia a Trotski pero me tenía que centrar y Mercader es el que da juego a todos -cuenta el director-. Sencillamente hubo que sacrificar metraje y no me interesaba tanto profundizar en el conflicto ideológico que enfrentaba a Trotski con Stalin, que es muy complejo, como los personajes, esa era mi apuesta. Y esos personajes nos llevan al contexto histórico".

"Si tú piensas como individuo, estás entorpeciendo el uso de la maquinaria. Entender la importancia del individuo es lo que le ha dado la fuerza al modelo liberal o socialdemócrata, ha respetado que la gente sea sí misma", reflexiona Chavarrías. "Uno de los grandes objetivos del totalitarismo es acabar con la individualidad".

Esa maquinaria totalitaria lo marca todo conduciendo a Mercader a un trágico final para todos: "La obediencia ciega al partido no se discute. Hay un equivalente claro con lo religioso y son esos dogmas de fe que no permiten la duda. Hay una frase que dice uno del GPU que me gusta, en el momento en el que comienzas a dudar te consideramos un enemigo". En un contexto de terror, surge un clima de sospecha constante y paranoia: "En el propio comunismo podías pasar de un momento a otro de ser el gran héroe a ser el gran traidor. El propio Trostki fue un héroe de la revolución, el que formó el ejército rojo y luego se convierte en un apestado. El propio jefe de la misión, Kotov, contaba que cuando le llamaron para encargarle matar a Trotski, lo cual era un ascenso, pensaba que lo iban a detener. Se había instalado el terror y ellos mismos no sabían cuándo estaban en el lado de los héroes o de los enemigos".

En El Elegido vemos a un actor interpretando a otro actor, a un actor que durante dos años no pudo quitarse la careta: "Ramón Mercader es un gran actor que triunfa en su papel y triunfa sin hacer una interpretación perfecta. Te crees más a alguien imperfecto que alguien perfecto. A veces lo veían con mala cara, nervioso e inseguro, tenía rasgos de humanidad que luego, cuando todo ha pasado, atan cabos pero hasta entonces lo ven como un signo de autenticidad. A mí me pasa con los actores, hay algunos que son tan perfectos que está todo tan medido que no te lo acabas de creer. La habilidad del actor consiste en conseguir transmitir verdad".

@juansarda