Cine

"La lengua de las mariposas"

Diario de un rodaje

3 octubre, 1999 02:00

De la admiración que Rafael Azcona y José Luis Cuerda profesan a la obra de Manuel Rivas nació la idea de adaptar al cine "La lengua de las mariposas" y otros cuentos comprendidos en su libro "Que me quieres, amor". La cinta fue estrenada la semana pasada pero, como cuenta el director en este diario de rodaje, lo más inverosímil fue encontrar un productor que confiara en el proyecto desde el principio, y lo mejor, haber filmado en Allariz, un escenario perfecto para la historia que se cuenta.

Azcona dice que sí, que sí lo ve. Azcona fue el primero con el que yo hablé de Manuel Rivas. De sus artículos y reportajes, quizás de algún poema leído en alguna parte. Yo recordaba las reseñas y las críticas muy elogiosas de "Un millón de vacas". Se me quedó el título y pasó el tiempo. Luego, Azcona me habló de "Qué me quieres, amor". Lo compré y lo leí. A partir de ese momento no paré hasta que conseguí, pantagruélicamente, engullir, paladear todos los libros que, hasta la fecha, había publicado Rivas. Y sorberles los tuétanos.

Ahora Azcona dice que sí. Que cree que se puede hacer un guión a partir de "La lengua de las mariposas", "Carmiña" y "Un saxo en la niebla", cuentos todos incluidos en "Que me quieres, amor". Que se pueden juntar los tres, que los personajes de uno de los cuentos pueden vivir holgadamente en la historia de los otros dos. Que el material humano de las tres historias es homogéneo y que éstas se complementan.

Instinto de conservación

"La lengua de las mariposas" es uno de los cuentos que más me han impresionado en mi vida.
Creo sobre todas las cosas en el instinto de conservación. El hombre, después de inventarse a un dios todopoderoso, pero incapaz de ahorrarnos la muerte, tuvo que inventarse también la vida eterna para satisfacer ese instinto.

Lo que ocurre es que, si para salvar la vida, uno tiene que poner a su mejor amigo como escudo en el camino de las balas, u ofrecer su hija a violadores asesinos, probablemente el tal cobarde no vuelva a levantar cabeza, beba mucho alcohol para olvidar y no sea capaz de enseñarle el alma a ningún espejo en el resto de sus días.
La conclusión sería que, por si acaso, nadie tiene derecho a poner a nadie en el dilema de tener que elegir entre su propia vida y la vida de sus familiares y amigos o entre su vida, la de sus familiares y amigos, y la defensa de las convicciones de uno, de sus sentimientos o de su autoestima. De eso, entre otros muchos asuntos, quiero creer que habla "La lengua de las mariposas".

Pellizco en el hígado

Que Azcona lo haya visto no me extraña nada. Lo más raro es que a un productor joven y español le parezca que en "La lengua de las mariposas" hay una historia que se pueda convertir en película.

Hemos quedado para comer Alejandro Amenábar y yo con Fernando Bovaira, que es director general de Sogetel, y colaboradores suyos. Les voy a presentar a Alejandro, porque van a coproducir con nosotros, con Las Producciones del Escorpión, "Abre los ojos", su segunda película después de "Tesis".

Al terminar la comida, hechas las presentaciones y hablado todo lo que hay que hablar, la emprendimos con esas cosas que los anglosajones no entienden como tema de conversación; es decir, cosas que no sirven para nada. Luego, resulta que, además en este caso, sirven para hacer una película.

A Bovaira le gusta "La lengua de las mariposas" y piensa que se puede adaptar al cine. Parece ser que ninguno de sus colaboradores lo ve posible. Yo ni lo había pensado. Me he conformado hasta ahora con el pellizco en el hígado y esa especie de aceite tibio y pesado, como de fiebre infantil, que me había depositado en las venas su lectura. Pero enseguida he visto la adaptación. Le he hablado a Bovaira de añadirle los otros dos cuentos y de encomendar el guión a Azcona. "¿Crees que querrá?". "Estoy seguro de que sí. En cualquier caso, lo llamo esta tarde, se lo propongo y salimos de dudas", le he dicho.

Azcona ha querido.

No es normal, para qué vamos a engañarnos, que a un productor joven y español le animen hoy en día a hacer películas asuntos de índole moral. Y menos si las referencias cinematográficas con las que uno intenta avalar el proyecto, como lo he hecho yo, son del tipo "Lacombe Lucien" de Malle o "Alemania, año cero" de Rosellini, con trufamiento, si es que uno fuera capaz de ello, de hilillos fordianos y renoirianos. Y nada Cameron. Nada Spielberg.
Valiente el productor joven y español que está dispuesto a meterse en semejante envite con los tiempos que corren. Que el sagrado corazón del dios del cine lo bendiga a él y a cada rincón de su empresa.

La primera escaleta

Rivas es lo que parece.
Hemos quedado Azcona y yo con él en Allariz para trabar una primera escaleta del guión. Ver qué asuntos salen de cada una de las tres historias y cómo se relacionan los personajes.

Dormimos en una casa, en la antigua judería, extramuros, que nos ha proporcionado el Concello y comemos a orillas del río que los munícipes del Bloque Nacionalista Galego han dejado como los chorros del oro. Todo el mundo nos confirma que antes de que llegasen ellos aquello era una cochambre.


Allariz es ahora el buque insignia de la política municipal del Bloque, Premio Europa y destino de visitantes que quieren verlo para creérselo. Hasta el Príncipe Felipe de Borbón fue a echar un vistazo.

A Rivas, que es bueno, bienhumorado, agudo, locuaz y tan admirable narrador verbal como escritor, le gustan los materiales que ha ido preparando Azcona, que es bueno, bienhumorado, agudo, locuaz, y tan admirable narrador verbal como escritor.

A la hora de dormir cada uno nos hemos ido con un libro a la cama. Los hemos cogido prestados de la biblioteca de la casa en la que predominan los volúmenes dedicados a la medicina y a la moral católica.

No sé qué asignatura habrán elegido Rivas y Azcona. Yo me he hecho con "La imitación de Cristo" de Tomás de Kempis.

El monasterio y sus monjas


Lo mejor de Allariz como escenario de la historia que nos ocupa es su discreción y su representatividad.

Nada sobresale en este pueblo más que su conjunto. Bueno, sí, el claustro de un monasterio. Dicen que es el mayor de Galicia y uno de los más hermosos; pero el monasterio es de clausura y las, creo que nueve, monjitas que lo ocupan no dejan verlo. Hay que joderse.

Restaurado meticulosa y honradamente bajo la dirección del actual equipo municipal, el casco viejo es un armonioso caserío de construcciones de piedra de dos o tres alturas. Ni grande ni pequeño. Alejado tanto del tipismo rural más folklórico y decorativo como de la ciudad despersonalizada.

Perfecto para narrar una historia que, profundamente gallega, pudo ocurrir, ocurrió por desgracia, en muchos lugares de España. Representativo de núcleos de población de mediano tamaño donde la proximidad y el conocimiento mutuo del vecindario hacían estos trances más patéticos y más crueles.

Las clases al campo

Los alrededores de Allariz son la vida.
Microclimas feracísimos y albures de la propiedad rural gallega, hacen su paisaje infinitamente variado.Yo no he visto cosa igual.

Cuando el maestro de "La lengua de las mariposas" decide sacar las clases al campo, los críos se doctoran en "De rerum natura" en cuestión de minutos. La otra carrera, la de "El sentimiento trágico de la vida", la van a estudiar, quieran o no, a base de historias y de Historia, como las de esta película.

Le envío una carta a Fernando Fernán Gómez antes de que Azcona se siente a escribir el guión. Le pregunto que si "a priori" le apetece hacer el papel de maestro -él conoce el cuento de Rivas- y que si es así, el guión se escribirá para que él lo interprete -para su físico, para su sabio decir y su sabio hacer-, con la salvedad, evidente, de que si, terminado y leído el guión, éste no le gusta, o si no se llega a un acuerdo económico con su representante, etc. etc. no habrá adquirido compromiso alguno por su parte al mostrar este interés inicial.
A Fernando le apetece el proyecto.

He elegido a Manuel Lozano Obispo, de ocho años de edad, entre dos mil quinientos niños vistos en las escuelas y colegios de Galicia, para interpretar a Moncho.

Durante el proceso de selección ha habido de todo. He tenido que hablar con los chiquillos de comidas, de fútbol, de la televisión. Ganarme su confianza para, llegado el caso, poder hacerles alguna prueba. Un crío de siete años me ha dicho que a él lo que más le gustaba comer eran las aceitunas verdes y las aceitunas negras. Los demás todos dicen que los espaguetis. Luego, me ha asegurado que sabía un método definitivo para defenderse del Tiranosaurio Rex. ¿Cuál era el método? "Quedarse quieto", me ha dicho. "Es que el Tiranosaurio Rex ataca al movimiento, ¿sabes?" Yo no lo sabía.

Manuel Lozano Obispo, de mayor, va a ser policía, dice. Cuando han llamado a su madre para pedirle permiso y que yo pueda hacerle una prueba a Manuel, él ha pensado que querían hablar con su madre para quejarse de su conducta. Había por medio, parece ser, una pelea con piedras al salir de clase en la que él jura que no ha participado.

Actores gallegos

El resto del reparto, a excepción de tres o cuatro madrileños, lo componen actores gallegos, músicos gallegos y gallegos que ni son músicos ni actores. Es vital, en una película como ésta, que entre el espectador y los personajes no se interponga el intérprete. Que los actores sean desconocidos -muchos no lo son en Galicia, desde luego- y que la sensación de verdad la perciba el espectador inmediatamente. Por otro lado, irse a rodar a cualquier esquina de España y aparecer con todo puesto, técnicos y actores, es puro imperialismo ¿Cuándo y cómo van a practicar si no viven en Madrid?

Los decorados y localizaciones de Rossell y el vestuario de Sonia Grande completarán la verosimilitud del producto. Lo que llevo visto es excepcional.

Silencio. Se rueda


Va a empezar el rodaje. A mi se me sube siempre en estos casos el alma al pescuezo. Hay cien personas esperando que uno diga dónde va la cámara y qué plano se hace. Todo se pone en marcha. Nunca he sabido evitar alzarme al borde de las lágrimas al llegar ese momento. Sé que yo, o lo que yo quiero hacer, no nos merecemos la entrega, casi siempre heroica, con la que los equipos suelen emplearse en cine. Eso no se paga nunca, nunca, con la billetera, como mucho con el corazón.

No más palabras. Un gesto. Espero no ir al suicidio como Pavese, después de escribir esas dos frases. Silencio. Se rueda.