Una persona trata de apagar el fuego, a 12 de agosto de 2025, en Abejera, Zamora, Castilla y León (España). Foto: Emilio Fraile / Europa Press

Una persona trata de apagar el fuego, a 12 de agosto de 2025, en Abejera, Zamora, Castilla y León (España). Foto: Emilio Fraile / Europa Press

Ciencia

¿Cómo evitar que España arda cada verano?: la lección alemana de la gestión de bosques

La experiencia germana demuestra que la prevención, los incentivos y la implicación ciudadana pueden frenar la tragedia de los incendios forestales.

Más información: Juan Navarro, autor de un libro sobre los incendios de la Sierra de la Culebra: "Estaba claro que volvería a suceder"

Publicada

En el momento de escribir estas líneas, arde mi tierra leonesa y arde mi tierra zamorana, las dos, en lo que ya se califica como el mayor incendio forestal de la historia de España. Me permitirán, por tanto, los lectores que esté algo más que un poco cabreado, y que no me empeñe demasiado en ocultarlo.

La cuestión de por qué arde España se ha abordado docenas de veces: clima, sequía, nula gestión de los montes, focalización de los esfuerzos en apagar los fuegos más que en evitar que se produzcan, nulo interés de las administraciones, todas, por lugares poco poblados que ofrecen pocos votos y pocas mordidas, competencias desperdigadas, ausencia de medios, y un extraño neoliberalismo que lo hace pasar todo por el mercado, o el dinero, tanto a la derecha como a la izquierda de nuestro espectro político.

Para la derecha se trata de invertir en lo que pueda generar rendimiento, y el territorio viene de balde y no deja más que gastos. Para la izquierda se trata de recaudar impuestos, o sea, dinero, para luego destinarlo a lo que sea. Pero primero, el dinero, porque la sociedad y el bien común tienen que pasar necesariamente por caja. Si no hay caja, no hay sociedad ni bien común, al parecer.

Pero resulta que desde hace más de una década, por diversas razones, paso unas cuantas semanas al año en Alemania, en la zona rural de Franconia, y he visto otra manera de gestionar los montes.

En primer lugar, y voy a tratar de ser justo, allí el clima es más húmedo y eso protege sus montes. Sin embargo, en los últimos seis años, han padecido al menos tres sequías de las que obligan a restringir el uso del agua a nivel doméstico.

Y ha habido incendios forestales, sí, pero con daños de cien, doscientas, o la pavorosa cifra de cuatrocientas hectáreas calcinadas de este año. Cuatrocientas hectáreas que hizo que la gente se llevase las manos a la cabeza, y que me mirase mal cuando dije que eso, en España, era una barbacoa.

La cuestión, por tanto, es saber cómo se gestionan allí los montes. En primer lugar, la gestión está orientada a la limpieza de los bosques. La mano de obra que se contrata es para limpiar, no para apagar fuegos, de tal manera que la gente, que no es tonta, entiende a la perfección que su empleo depende de que haya monte, y no de que haya fuego. Si el monte se quema, la gente de los pueblos se queda sin trabajo. Aquí, sin embargo, da la impresión de que el empleo se reduciría si se redujeran los fuegos. Se trata de una vital cuestión de incentivos.

En segundo lugar, allí se toman muy en serio lo de utilizar el producto de esas limpiezas para fabricar pellets y otros productos procedentes de la biomasa. Aquí nos cuentan que el millón de toneladas de pellets que se consumen al año en las calefacciones "verdes" proceden de los restos de fabricar mesitas de noche y palos de escoba y nos quedamos tan anchos. Otro día hablaré de la corrupción de señalar como enfermos a los árboles que valen más dinero, que hoy no hay espacio para todo. Por no mencionar los pellets que van a salir de la desgracia de estos días. Al tiempo.

En tercer lugar, allí tienen una ley que pone al bosque por encima de todo lo demás, incluso de la fauna que lo habita. Esta ley, a la que comúnmente se le llama Wald vor Wild, ha sido cambiada recientemente con consecuencias bastante negativas, por otra a la que se le llama Wild vor Wald.

La primera indicaba que por cada árbol que se tale o arda, hay que plantar al menos 1,5, y que las superficies de repoblación se pueden vallar, o incluso se pueden cazar los animales que se acerquen a ellas, para evitar que destrocen los árboles jóvenes. Eso significa Wald vor Wild: el bosque, antes que la fauna.

Actualmente se prohíbe la caza de los animales, lo que perjudica a las replantaciones y se han planteado quejas. Eso significa Wild vor Wald: la fauna antes que el bosque. Y a muchos, entre los que me incluyo, nos parece un error. Pero entiendo que es debatible.

En cuarto lugar, y me parece fundamental, allí hay cuarteles de bomberos voluntarios a mansalva. Una verdadera locura. Por ejemplo, en un municipio que conozco, muy parecido a los de León y Zamora, de esos en los que hay un solo ayuntamiento que engloba a doce pueblos, y que en total cuenta con unos 3.500 habitantes, hay 14 camiones de bomberos y 160 bomberos voluntarios. No estoy exagerando. Lo he calculado cuidadosamente para quedarme corto.

Y no es una excepción: en el municipio de al lado tiene 12 camiones y 120 bomberos. Y en el de al lado, parecido. Esto, por supuesto, además de los bomberos profesionales, acuartelados en las ciudades. Lo he visto en persona: cuando comienza a arder el monte, suena una de esas sirenas que todos hemos escuchado en las películas, como si tratase de un ataque aéreo, y en menos de media hora están junto al foco del fuego 30 camiones y 400 tíos.

Y se lo pueden permitir porque nadie cobra un sueldo por eso: son voluntarios. Cuando acuden a un fuego, el Estado les paga las horas y los desplazamientos, por supuesto, pero no hay nóminas que pagar, porque entienden que el bosque es suyo.

Cuando un municipio anuncia la creación de un cuerpo de bomberos voluntarios, el Estado, o su Comunidad Autónoma, allí llamadas Länder, les paga el primer camión de bomberos. Y luego el segundo, y así sucesivamente, a medida que tienen más personal entrenado. El que se alista como bombero voluntario, recibe el material, la formación, las certificaciones, y hasta puede sacarse gratis el carnet de conducir, desde automóviles a vehículos pesados. Por eso tantos jóvenes se apuntan.

Además, el tiempo ejercido como bombero voluntario cuenta como puntos para las oposiciones, así que el que quiera ser funcionario hará bien en tenerlo en cuenta. Y oye, es un éxito, porque ser funcionario es una aspiración bastante común también por allí, y todo el mundo sabe que el que ha sido bombero voluntario cuenta con una gran ventaja sobre el que nunca lo fue.

¿Lo ven? Se trata de voluntad y de incentivos. De alinear los incentivos correctos y de gestionar los recursos sin necesidad de pedir siempre más dinero. Nunca vienen mal los recursos, por supuesto, pero un poco de cabeza no estaría de más. Y si encima se usara para algo más que embestir al adversario ideológico, ya sería maravilloso.