Image: El legado, por Antonio García-Bellido

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Ciencia

El legado, por Antonio García-Bellido

100 años de Severo Ochoa

22 septiembre, 2005 02:00

Severo Ochoa recogiendo el premio Nobel de Fisiología en 1959

El Centro de Biología Molecular (CBM) se concibió como un experimento institucional en la organización de una Biología experimental moderna. Su adjetivación de Biología Molecular reflejaba la reacción ante una Biología clásica al hacer uso de los métodos de la naciente interacción entre la bioquímica y la genética. El CBM surge de la diáspora de investigadores del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), de la madrileña calle Velázquez que incluía Institutos de Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tan dispares como el Cajal de Beurobiología, el Ferrán de Bacteriología y Virología, el Marañón de Enzimología y el Instituto de Genética. Cuando Severo Ochoa explora su posible retiro a España desde Estados Unidos, el deseo de recuperarle y homenajearle cunde en un intento de creación de un gran centro que él podría organizar y presidir. Las circunstancias políticas (1969 y siguientes) son favorables a la idea y la Universidad Autónoma de Madrid ofrece con entusiasmo espacios para su instalación, en la forma de un centro mixto Universidad y CSIC. La idea de un centro mixto no era nueva en España pero los que ya había eran concesiones resultado de acuerdos entre investigadores concretos del CSIC y diferentes universidades (Sevilla, Salamanca, Madrid, etc.).

El CBM nacería con unas ambiciones; lo constituirían varios grupos o nuevos o ya establecidos del CIB y de la UAM, seleccionados por su calidad y temas de trabajo relacionados. Además incluiría un departamento de servicios técnicos de ayuda, necesarios para llevar a cabo la nueva Biología. Se pensó al principio en la creación de un nuevo edificio de gran cabida. Sin embargo un cambio en el contexto político y cierta reticencia de profesores universitarios del país, redujeron el ambicioso proyecto a una reutilización de espacios ya existentes, aunque renovados para los nuevos objetivos. Las gestiones administrativas, políticas, de instalación de laboratorios y servicios las llevaría a cabo una comisión de científicos cuya alma fue sin duda Eladio Viñuela y de técnicos, entre los que quiero destacar a Javier Corral y José Antonio Manzanares. Así se inauguró por sus Majestades los Príncipes de España a finales de 1975 en los pabellones C-V y C-X de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid.

La selección de los investigadores y de las líneas de trabajo del CBM previas entrevistas personales con Ochoa y sugerencias de los más senior de los fundadores, E. Viñuela, D. Vázquez, y F. Mayor Zaragoza, llevó años. Los criterios de selección eran la calidad de sus contribuciones y la pertenencia ya a grupos en las áreas de trabajo de los senior mencionados. Yo, trabajando en Genética del desarrollo de un organismo multicelular no encajaba en la idea de un Centro de Biología Molecular pero Eladio Viñuela debió insistir en que ese trabajo en niveles de complejidad superiores al de microorganismos estaría en la frontera de la Biología pronto, y así debía incluirse. Se lo agradezco muy cordialmente. Empezamos 20 líneas de trabajo en 1975 que con los años se han ampliado a 64: incluyendo áreas de inmunología, neuroquímica, biología estructural entre otras. Cada línea de trabajo tiene en la actualidad uno o dos investigadores en plantilla, unos tres o cuatro estudiantes de doctorado y post doctorados. El trabajo del Centro, por su diversidad definida por los intereses de sus investigadores principales, se convirtió en la avanzadilla de la Biología experimental más moderna en España. Para un investigador, pertenecer al CBM era un triunfo o éxito científico personal pero llevaba consigo una gran responsabilidad de hacer las cosas con originalidad, riesgo y relevancia internacional.

Don Severo Ochoa tenía su grupo de colaboradores que trabajaban en síntesis de proteínas y él departió con ellos frecuentemente. Pero su actividad científica tenía que compartirla con frecuentes viajes, recepción de premios y otros honores y su participación de jurados de la ciencia española. Siguió trabajando con nosotros y para la ciencia española hasta su muerte, en Noviembre de 1993. El nombre del CBM se asoció al de su fundador Severo Ochoa (CBMSO) en 1994. Los miembros científicos y de servicios del CBM eran funcionarios del Estado. Las ayudas de investigación para proyectos concretos eran subvencionadas por concurso público, de fuentes nacionales o internacionales. Son en la actualidad 220 ayudas. Hasta recientemente, el CBMSO ha tenido sólo una ayuda institucional privada, la de la Fundación Ramón Areces, que ha permitido la agilidad de la gestión, contratos a técnicos especializados y ayudas a organización de cursos y seminarios de profesores invitados. Fundaciones privadas relacionadas con la industria farmacéutica y con la clínica dan también ayudas a grupos de investigación concretos. Estamos sin embargo preocupados por la falta de ayuda privada a la investigación básica que ha dado el prestigio al CBM y que de faltar nos llevará a convertirnos en un centro de servicios clínicos, epidemiológicos, etc. Esto quiere ser una llamada a la sociedad española beneficiaría a la larga de la dignidad cultural del país.

El CBM es un centro humana y socialmente maduro. Las incertidumbres y conflictos que acompañaron al cambio de régimen, en particular las contestaciones de los jóvenes, tuvieron muy poco impacto sobre el trabajo. Pronto nos dimos cuenta de que había que hacer participar a los jóvenes investigadores en la gestión científica y administrativa del Centro. Tenían que entender que esta gestión no era el resultado de egoísmo o autarquía de los fundadores sino una responsabilidad que tenían que conocer y superar. La transición fue tranquila y constructiva. Entre los directores del Centro, que se reúnen en junta de gobierno representativa, han estado la mayoría de los jefes de línea. Esta situación de solidaridad ha compactado y hecho manejable la integración de los miembros del CBM.

Lo que en un día se planeó como un Centro con edificio propio va a tener lugar pronto. Se está terminando un nuevo edificio de 17.000 m2 y cuatro plantas exclusivos para laboratorios del CBM con miembros del Instituto de la Universidad Autónoma y del CSIC. Quedarán espacios disponibles para nuevas líneas de trabajo que actualicen nuevas tendencias en la Biología moderna. Esto es el futuro. Pero debería señalar que la Biología actual en sus muy diversas vertientes y posibilidades, requiere muchos más investigadores. Quizás el CBM, como en su día el CIB, derivado del instituto que se concedió a Cajal, deberá ser fuente de nuevas diásporas para iniciar nuevos centros en todo el país, con su experiencia acumulada, que permita a España estar al nivel que le corresponde en Europa y en el mundo. Esto es su destino y obliga al Estado a conseguirlo.


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