Vista del Museo Picasso Málaga. Foto: Museo Picasso Málaga

Vista del Museo Picasso Málaga. Foto: Museo Picasso Málaga

Y tú que lo veas

Los acuerdos secretos. El Museo Picasso Málaga al servicio de intereses privados

El museo más visitado de Andalucía está sometido a la instrumentalización del nieto del artista y su esposa galerista. Veamos cómo se gobierna y financia y cómo ha llegado a esta situación.

Más información: Una de los nuestros. El Guggenheim Bilbao en la tela de araña del nacionalismo

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Hace unas semanas se inauguró en el Museo de Bellas Artes de Granada, con sede en el Palacio de Carlos V en La Alhambra, la exposición Reflejos. Picasso/Koons. Se trata de un proyecto "impulsado" por el Museo Picasso Málaga y la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, y "concebido y desarrollado" por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso con la colaboración del Studio Jeff Koons, un artista representado por la galería Almine Rech (nombre de soltera de la Sra. Ruiz-Picasso).

En los mismos días, el museo malagueño hizo público un avance de su programación expositiva para 2025, que incluye una muestra individual de Farah Atassi, representada igualmente por esa galería. Ambas exposiciones indican hasta qué punto el museo más visitado de Andalucía, que recibe una muy cuantiosa subvención de la comunidad autónoma, está sometido a la instrumentalización de la pareja formada por Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista, y su esposa galerista, que no actúan allí exactamente como mecenas, según les revelaré.

Ha llegado el momento de explicar qué es exactamente el Museo Picasso Málaga, cómo se gobierna y financia y cómo ha llegado a esta situación.

"Nuestro" museo (el de los Ruiz-Picasso)

Quizá a algunos de ustedes les sorprenda saber que el Museo Picasso Málaga es privado. Su creación empezó a plantearse tras el préstamo de algunas obras pertenecientes a Christine Ruiz-Picasso, viuda del único hijo legítimo de Picasso (Paul) y madre de Bernard, para la exposición Picasso clásico (Palacio Episcopal, Málaga, 1992), comisariada por Carmen Giménez, conservadora en el Guggenheim de Nueva York, y promovida por José Guirao, director general de Bienes Culturales en Andalucía. Dos años después se organizó otra muestra, también de la mano de Giménez y con el apoyo de Guirao: Picasso. Primera mirada, con piezas casi todas de la colección de Christine Ruiz-Picasso. Esta manifestó entonces su deseo de donar un conjunto de obras para fundar un museo en Málaga y Giménez empezó a negociar su implantación.

Para entender bien todos los vaivenes que sufrió el proyecto es fundamental leer el libro —muy difícil de encontrar— Testigo de descargo: Thyssen, Guggenheim Bilbao, Museo Picasso Málaga (2022), del historiador Alfonso de Otazu, que fue en todo ese proceso el hombre de confianza de Carmen Giménez, con la que había coincidido en el gabinete de Javier Solana cuando era ministro de Cultura y que estuvo a su lado en la puesta en marcha de los museos en el título. Él describe cómo, cuando Guirao se fue a Madrid en 1994 para ser director general de Bellas Artes, Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, se resistió a cerrar la operación. ¿Por qué? Porque era una inversión muy importante la que había que hacer —se ha calculado que costó finalmente 66 millones de euros, pero seguramente fueron más— y porque, aunque había expresado su voluntad, no estaba claro qué se comprometía a donar Christine y con qué condiciones.

Giménez movió sus hilos en política: Carmen Romero, diputada y esposa del presidente del Gobierno Felipe González, y Ernest Lluch, que aún tenía peso en el partido socialista, mediaron ante Chaves para que apoyara la creación del museo, que solo empezó a despegar cuando en 1996 entró en el gobierno andaluz Carmen Calvo, como consejera de Cultura. Esta, para empezar, agilizó la compra del edificio elegido como sede, el Palacio de Buenavista, que había sido Museo de Bellas Artes de Málaga. Contrataron al abogado José María Rodríguez Ponga como asesor legal —hoy secretario del patronato del museo, con mucho poder—, quien diseñó junto a Otazu el modelo de separación de entidades inspirado en la estructura ideada antes para el Museo Guggenheim Bilbao.

Se crearían dos fundaciones privadas. La primera fue constituida por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, que aportaba el derecho de uso por cincuenta años del Palacio de Buenavista, con participación de Christine-Ruiz Picasso, que donaba a esta Fundación Museo Picasso de Málaga (inscrita en 1997) una sola obra, Cráneo y tres erizos. ¿Por qué? Imagino que al incluir ese cuadro de elevado precio en la dotación fundacional, como aportación de un particular, se justificaba que la fundación tuviese esa condición de privada y actuase como tal, con total opacidad.

La otra fundación, constituida por la Christine y Bernard Ruiz-Picasso, con participación minoritaria de la Junta de Andalucía, era la Fundación Paul, Christine y Bernard-Ruiz-Picasso (1998), con 130 obras del artista donadas por ella como dotación fundacional. Ese conjunto se valoraba, en base a tasación de Sotheby's, en 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros).

El plan era fusionar ambas fundaciones en el futuro siempre que se cumpliesen los compromisos por ambas partes, con énfasis en las obligaciones de la Junta de "financiar los gastos de personal, mantenimiento, funcionamiento, conservación y explotación del museo".

Bernard Ruiz-Picasso y Arturo Bernal, consejero de Turismo y Andalucía Exterior, durante la firma del último acuerdo entre la Junta y el museo. Foto: Museo Picasso Málaga

Bernard Ruiz-Picasso y Arturo Bernal, consejero de Turismo y Andalucía Exterior, durante la firma del último acuerdo entre la Junta y el museo. Foto: Museo Picasso Málaga

Las obras donadas por Christine Ruiz-Picasso no tenían la suficiente enjundia para dotar de contenido digno un museo. Y eso lo sabían todos. Eran solo 14 pinturas, más 9 esculturas, 44 dibujos, un cuaderno de bocetos, 58 grabados y 7 piezas de cerámica. Ella quiso que su hijo se uniera a ella en la donación pero solo consiguió que entregara un dibujo en un primer momento y, más adelante, en 2003, 5 pinturas, 2 dibujos, 10 grabados y 5 cerámicas. Es un regalo modesto para alguien que tiene centenares de cuadros y que se presenta como filántropo. Ambos, lo quiero subrayar, donaron las obras no a la Junta de Andalucía sino a su propia fundación privada.

Con tal escasez de obras de importancia, el préstamo temporal, rotatorio, de obras de la colección de Bernard Ruiz-Picasso se reveló desde un principio como absolutamente imprescindible para poder armar una colección "permanente" presentable. Y ahí reside gran parte del poder que él ha ido consolidando.

El Museo Picasso Málaga no acoge ni una sola de las obras capitales del artista. Hay allí algunas obras de cierto relieve, pero no crean que tantas. Y las más conocidas, como Olga con mantilla o Paulo con dos años sobre un asno, no pertenecen al museo sino a Bernard Ruiz-Picasso. Ni siquiera en España es la gran colección picassiana: el Museo Picasso de Barcelona, con sus más de 3.000 obras, sí es fundamental para conocer las primeras épocas del autor y el Museo Reina Sofía posee su icono máximo, el Guernica, bien arropado por pinturas, dibujos, fotografías y documentos de ese momento.

Las colecciones de Christine y Bernard Ruiz-Picasso tienen su origen, como pueden suponer, en la herencia del artista. Picasso fue enormemente prolífico y dejó a sus herederos cerca de 50.000 obras, de las que 1.885 eran pinturas y 1.228 esculturas (la mitad eran grabados). Había guardado para sí algunas de las que más estimaba pero también le habían quedado en sus varios estudios muchos "restos": la mayoría de las grandes obras ya habían ido a parar, en vida suya, a los museos o las colecciones de renombre.

Además, gracias a una estrategia diseñada por André Malraux cuando era ministro de Cultura, el Estado francés pudo hacerse con lo mejor de esa masa hereditaria por medio de la dación de obras en pago de impuestos sucesorios. Fueron 3.800 las que pasaron al patrimonio estatal tras aceptar los herederos que el ministerio podría ejercer el droit de premier regard, es decir, el derecho a elegir. Con ellas se fundó el Musée Picasso de París.

Lo demás se lo repartieron los hijos y nietos del artista, tras largas negociaciones. No voy a darles muchos detalles sobre un asunto que hizo correr tanta tinta pero sí les diré que, tras fallecer Paulo mientras se tramitaba la herencia, a los dos hijos de este, Marina y Bernard, les correspondió una buena tajada, alrededor de un 20% del total a cada uno (el doble de lo que recibieron los hijos ilegítimos), solo por detrás de la que obtuvo Jacqueline como viuda, un 30%. Bernard, además, heredó el château de Boisgeloup. Él nunca ha desvelado las cifras pero se puede echar una cuenta y deducir que Bernard podría haber recibido entre 250 y 300 pinturas, además de un buen número de esculturas, dibujos y ediciones de diverso tipo; un total de unas 7.000 obras.

Alfonso de Otazu hace un retrato muy poco halagador de Bernard Ruiz-Picasso, al que califica de "retorcido y oscuro" en sus memorias. Afirma que, en la época en la que hizo aparición en esta historia, "todo el mundo estaba al corriente de sus muchas adicciones". Era un bala perdida. Pero consiguió desintoxicarse con ayuda de su madre, que le buscó un objetivo vital: el museo malagueño. "Iba a ser la mejor terapia ocupacional para el eterno renacer de Bernard", sentencia Otazu. Su madre lo confirmaba en un fax a Carmen Calvo en 1999: "Para Bernard se trata de hacer de este museo una parte importante de su vida (eso, para mí es básico, como sabes) y para ambos se trata de verlo como nuestro museo".

En mayo de 2000, Bernard apareció por primera vez con Almine Rech en una de las reuniones que se celebraron en España para tratar asuntos del museo. Ella sería, dice Otazu, "su nueva adicción". Había mantenido hasta entonces un perfil bajo pero en ese año hizo ya una primera muestra de sus obras en el Kunstforum Wien: 70 cuadros y 30 dibujos de la época cubista que se vieron a continuación en la Kunsthalle de Tübingen. Al lado de Almine, Bernard asumió la imagen pública de gran coleccionista. Pasó a vivir como el millonario que es. Hoy tienen su residencia en Mónaco (siempre le fastidió la presión fiscal francesa).

En esos años previos a la inauguración del museo, Christine y Bernard Ruiz-Picasso insistían cada vez más en que debería ser un "museo privado" y en que solo ellos tomarían las últimas decisiones en lo artístico. Bernard hacía valer el hecho de que, sin su colaboración, como ya apunté, el museo no tendría futuro. Y era verdad, admite Otazu. Para el montaje inaugural, Christine y Bernard prestaron en régimen de comodato 49 obras a 10 años, y Bernard aportó otras 38 a devolver en un año, que sustituiría en 2004 por otras 30. Esos préstamos se irían sucediendo después cada tres años aproximadamente. Volveré luego sobre ello.

Tras la apertura al público, se firmaron en 2004 los acuerdos de financiación del museo hasta 2009, por medio de subvenciones nominativas. Eran cantidades nunca vistas antes en los museos públicos andaluces: 7,2, 7,4, 7,6, 7,8 y 8 millones en los ejercicios sucesivos. En 2009 se produjo la anunciada fusión de las fundaciones, y la resultante Fundación Museo Picasso Málaga Legado Paul, Christine y Bernard Ruiz-Picasso (en adelante Fundación Museo Picasso Málaga), privada, recibiría de la Junta un gran regalo: la transmisión de la titularidad del Palacio de los Condes de Buenavista, que era de titularidad pública. La enajenación fue sometida a la aprobación del Parlamento de Andalucía (mayoría absoluta del PSOE). Esa fundación recibía también las obras donadas hasta entonces por los Ruiz-Picasso.

A las pocas semanas de la fusión, el Museo Picasso Málaga compró a Bernard Ruiz-Picasso 22 dibujos, 46 grabados y 4 libros ilustrados, por 2,75 millones de euros (con un descuento del 25% respecto al precio de mercado, dijo la entonces consejera de Cultura Rosa Torres). Y él donó otros 2 dibujos y 4 grabados. El dinero salió de una "reserva para adquisiciones" a la que la entidad financiera Unicaja realizaba las mayores aportaciones. Se alcanzaba con ello la cifra de obras pertenecientes al museo que se ha mantenido hasta hoy: 234. Y sigue siendo una colección muy modesta. Si no cuento mal, son tan solo 19 cuadros y 9 esculturas los que el museo tiene en propiedad: el resto son dibujos, grabados y cerámicas.

Exterior de la galería Almine Rech en Bruselas

Exterior de la galería Almine Rech en Bruselas

La FABA, ¿una fundación creada para alquilar obras?

El instrumento que canaliza las relaciones del nieto de Picasso y su esposa con el Museo Picasso Málaga es la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA), constituida en Madrid en junio de 2002, con asistencia de Otazu y de Rodríguez-Ponga, en vísperas de aquel primer préstamo que iba a efectuar Bernard para la apertura del museo en 2003. La fecha, el lugar (ellos nunca han vivido en España) y los intervinientes nos dan pistas sobre la intención de esta fundación, enteramente privada y nada transparente.

En su web no incluye sus estatutos pero la publicación en el BOE de su inscripción en el Registro de Fundaciones proporciona algunos datos que nos interesan. Entre sus objetivos figura como el principal el "estudio e investigación en todo el mundo de la obra de Picasso" pero, aunque alguna actividad ha desarrollado en ese sentido, sus fines reales podrían ser —según lo interpreto— la gestión de la colección de Bernard Ruiz-Picasso y, de manera sobrevenida, el apoyo a la promoción de los artistas de la galería Almine Rech. El patronato lo formaban los Ruiz-Picasso y André Caire (gerente de la galería Almine Rech). El secretario, no patrono, era Rodríguez Ponga, quien ha continuado siéndolo después (al menos hasta 2009, según constato), en un caso que considero evidente de conflicto de intereses, por ser a la vez secretario del patronato de la Fundación Museo Picasso Málaga, con la que la FABA tenía tratos económicos.

Porque, y aquí viene la gran revelación, la FABA ha estado cobrando desde el principio un elevado alquiler por las obras de Bernard-Ruiz Picasso que ha prestado, mediante comodato, al Museo Picasso Málaga. Y esto es gravísimo: durante más de veinte años, la Junta de Andalucía ha ocultado los acuerdos que ha firmado sucesivamente con la FABA, a través de la Fundación Museo Picasso Málaga, para formalizar esos préstamos. La insistencia de los Ruiz-Picasso en que la Fundación Museo Picasso Málaga fuera privada podría explicarse en parte porque tal forma jurídica permitiría disimular dichos pagos, llevados tan en secreto.

Alfonso de Otazu habla en un par de ocasiones de un "régimen de alquiler" al referirse al préstamo de Bernard, sin dar detalles, y eso me indujo a rebuscar para ver si había realmente algo de eso. El Museo Picasso Málaga publica unas cuentas bastante sucintas —y solo desde 2018—, de las que es difícil sacar conclusiones. Pero la Junta de Andalucía otorga cada año, en virtud de sus compromisos de financiación del museo, una subvención nominativa a la Fundación Museo Picasso Málaga, que desde 2014 es de 4,37 millones de euros. Esa subvención obliga a un trámite administrativo: la fundación ha de presentar la solicitud y unos funcionarios deben aportar informes favorables para que la Consejería transfiera los fondos. Pues bien, en la web de la Junta de Andalucía he localizado con dificultad algunos —no están todos— de esos expedientes, a partir de 2016. Y únicamente en esos documentos se constata el pago del comodato.

Me abrió los ojos la observación que hacía un interventor escrupuloso en el expediente del año 2016, que menciona, para requerir una corrección en el objeto de la subvención, un "Acuerdo estable de colaboración y de cesión en comodato de obras de Pablo Picasso" entre la FABA y la Fundación Museo Picasso Málaga, "elevado a documento público el 28 de junio de 2010". Esto último indicaría que dicho acuerdo tiene forma de contrato autorizado por un notario, de manera privadísima. El gasto aprobado por la Junta de Andalucía en concepto de "Ayudas monetarias" y en subconcepto "Colaboración FABA" era en ese año de 600.000 euros. El interventor objetaba que tal concepto era "ajeno a los gastos de funcionamiento del museo": era el alquiler encubierto, que a partir de entonces iría en aumento.

Las fechas de los sucesivos "acuerdos estables" coinciden con las renovaciones de los préstamos de Bernard. Así, este de 2010 es previo al montaje de la colección permanente que pudo verse entre 2011 y 2017, que incluía un préstamo de 43 obras.

En el expediente de solicitud de la subvención de 2017 se sigue manejando el subconcepto "Colaboración FABA", con un importe de 700.000 euros. Los expedientes de 2018, 2019 y 2020 no se encuentran en la web de la Junta de Andalucía. En el expediente de 2021 se justifica el pago a la FABA por acuerdo del 27 de enero de 2017 —para el préstamo que se mantuvo entre 2017 y 2020, de 166 obras valoradas en 500 millones de euros— pero se oculta el subconcepto, quedando como "Ayudas monetarias y otros" el importe de 900.000 euros.

El expediente de 2022 no se encuentra. El de 2023 remite ya al acuerdo con la FABA para el período 2020-2023, elevado a documento público el 20 de marzo de 2020, con un gasto subvencionado de 1.017.000 euros. En efecto, en 2020 se había producido un nuevo préstamo, de 162 obras (una cuarta parte de ellas eran pinturas).

Reunión del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso Málaga © Museo Picasso Málaga

Reunión del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso Málaga © Museo Picasso Málaga

En el expediente de 2024 se omite cualquier referencia a la FABA, pero vemos un muy sustancial aumento en el concepto de "ayudas monetarias": 1.300.000 euros. En ese año se firmó un nuevo préstamo, de 152 obras. Eran diez menos que en 2020 aunque superaban, se comunicó, en un 38,9% el valor económico de la anterior cesión. ¿Será por eso el subidón en el precio del alquiler? En el presupuesto para 2025 publicado en la web del museo, vemos que se reservan 1.150.000 euros para el consabido concepto.

La FABA tiene obras de arte en su dotación fundacional pero no me parece posible que sean todas las que posee Bernard Ruiz-Picasso por herencia —porque él va vendiéndolas, y no pocas— o todas las de arte contemporáneo que han ido adquiriendo. Es imposible saber hoy qué parte de la colección de "picassos" ha sido transferida a la fundación. En el momento de su inscripción (BOE) se dice que la dotación inicial era de 83 obras de arte, valoradas de casi 12 millones de euros (y es un número que casi coincide con el de las obras prestadas por él para la apertura del museo).

Aunque no posea más que una parte de la colección de "picassos", la FABA se ocupa de la gestión de los préstamos de toda ella y de la colección contemporánea, seguramente por motivaciones fiscales. Ya mencioné que Alfonso de Otazu hace hincapié en su libro sobre la aversión de Bernard Ruiz-Picasso hacia el fisco. En 2019 concluyó en Versalles un largo juicio que respondía la demanda por despido improcedente interpuesta por una antigua empleada, quien trabajó simultáneamente durante años como secretaria personal encargada de las exposiciones para Bernard Ruiz-Picasso y como directora de programación de la FABA. Conocía bien, como pueden imaginar, los asuntos de uno y de otra. Ante el juzgado, afirmó que "Importaba al Sr. Ruiz-Picasso poder ocultar toda posible actividad profesional en Francia a fin de evitar el riesgo de control fiscal y de sumisión al impuesto sobre el patrimonio, razón por la cual sus abogados internacionales han concebido un montaje de optimización fiscal y financiero". Si él personalmente cobrara el alquiler de las obras a Málaga tendría que declarar los ingresos; al ser la FABA la que alquila el balance fiscal será distinto. Y los fondos así conseguidos pueden dedicarlos, entre otras cosas, a favorecer las actividades de los artistas de Almine Rech. Está muy bien pensado.

En una entrevista, Almine Ruiz-Picasso describía su fundación como "una herramienta para prestar obras de Picasso" y afirmaba que "es absolutamente no comercial y está completamente separada de mis galerías". Eso no es del todo cierto, como veremos.

Para empezar, comparten sede —pues la "oficina operativa" de la fundación se ubica en la misma dirección que la galería en Bruselas, Rue de l'Abbaye nº 20— así como algún miembro destacado del personal: Gwenvael Launay es director de la galería Almine Rech en Bruselas y a la vez "jefe de proyecto" —responsable de los préstamos de arte contemporáneo y de patrocinios— en la FABA. Es también gerente asociado de la Société Galerie Almine Rech, según consta en sus cuentas de 2023, en las que se declaran ventas de 15,5 millones de euros. Si les interesan los tejemanejes societarios, sepan que el accionista mayoritario de esa sociedad es ARG Invest (iniciales de Almine Rech Gallery), sociedad anónima "de derecho monegasco".

Por otra parte, en el château de Boisgeloup, el taller de escultura de Picasso heredado por su nieto, la FABA ha desarrollado desde 2012 un programa de exposiciones en el que participan exclusivamente artistas a los que Almine Rech representa o representaba en el momento en el que se montaron, como Joe Bradley (2017), Claire Tabouret (2018), Sean Scully (2019), César (2021) o Gerasimos Floratos (2022).

La fundación apoya a museos o centros de arte en los que Almine y Bernard Ruiz-Picasso tienen intereses, a veces por simple "posicionamiento" empresarial-social. Sus preferidos han sido hasta hoy el New Museum y el Swiss Institute de Nueva York, la Kunsthalle Basel, la Serpentine Gallery de Londres o el WIELS de Bruselas. Entre las muchas actividades que ha patrocinado —aunque, explicó Bernard, a veces se trata solo de pagar vuelos o estancias a los artistas— se detectan al menos quince exposiciones de los que venden obra en la galería.

Desde hace unos años, la FABA organiza "eventos colaterales" a la Bienal de Venecia de artistas de Almine Rech: en 2022 fue una muestra de Claire Tabouret y en 2024 otra de Ewa Juszkiewicz comisariada por Guillermo Solana, director del Museo Thyssen-Bornemisza. Hay que saber que la conservadora jefa de pintura moderna de este museo, Paloma Alarcó, tiene mucho peso en el Museo Picasso Málaga, pues no solo forma parte de su patronato sino también del máximo órgano de dirección, el consejo ejecutivo —por elección de Bernard Ruiz-Picasso— y del comité de programación. El año pasado ella comisarió en el Thyssen una exposición con préstamos de la FABA, Picasso, lo sagrado y lo profano. Esta coincidió en Madrid con otro evento del 50 aniversario de la muerte del artista, en el que Bernard ganó muchos enteros en cuanto a presencia pública, sin importar lo flojas que fueran estas muestras. Hablo de Picasso: Sin título, en La Casa Encendida, con obras prestadas todas por la FABA, que no eran ni de lejos las mejores.

Vista de la exposición de Ewa Juszkiewicz, comisariada por Guillermo Solana, en Venecia, el pasado año. Foto: Galería Almine Rech

Vista de la exposición de Ewa Juszkiewicz, comisariada por Guillermo Solana, en Venecia, el pasado año. Foto: Galería Almine Rech

La FABA también ha "apoyado" (¿patrocinado?) exposiciones de los artistas de Almine Rech en el Museo Picasso Málaga. Por lo que he podido averiguar, su "intervencionismo" en el programa del museo comienza en 2012, cuando se organizó una exposición sobre Richard Prince, seguida en 2013 de otra sobre Dennis Hopper. Hubo un largo intermedio hasta 2020, año en el que el Museo Picasso Málaga acogió una instalación de James Turrell perteneciente a la colección de la FABA. En la web del museo se presentaba sin ningún disimulo como un proyecto colaborativo de FABA y la galería Almine Rech. En 2021 se celebró una exposición de Miquel Barceló, que había expuesto en la galería poco antes y que es amigo de Bernard desde antiguo.

Durante esos años, la presencia de artistas de la galería en el museo, aunque inconveniente, no resultó escandalosa, por ser de contrastada trayectoria —si bien su vinculación con Picasso pudiese ser cuestionable— y por ser muestras muy espaciadas.

La gran entrée, ya sí indecorosa, de Almine Rech en el museo se produjo a finales de 2023 con la colectiva El eco de Picasso, integrada en el programa del cincuentenario: participaban ¡23 artistas de la galería! y en las mismas fechas inauguraba en sus dos sedes neoyorquinas una doble muestra con el mismo título, el mismo comisario y alta coincidencia de artistas. La exposición en Málaga fue beneficiaria de la garantía del Estado para el seguro y recibió financiación de ACE (Acción Cultural / España): algo más de 400.000 euros.

El comisario de la exposición fue Eric Troncy, co-director de Le Consortium en Dijon. La galería Almine Rech tiene una estrecha conexión con este crítico de arte y comisario, que ha montado en dicho museo exposiciones individuales de al menos nueve artistas que ella representa, además de colectivas en las que ha incluido a los mismos o a otros. Comisarió antes de El eco de Picasso otra muestra grupal en la galería, The Shell, así como un stand de Almine Rech en la feria Frieze Masters, Neo-Conceptualism and Beyond, y le escribe textos para catálogos y presentaciones. ¿Cuánto le pagó el Museo Picasso Málaga a Eric Troncy por su comisariado? Secreto.

Vista del último montaje de la colección, 'Estructuras de la invención'. Foto: Museo Picasso Málaga

Vista del último montaje de la colección, 'Estructuras de la invención'. Foto: Museo Picasso Málaga

Koons en La Alhambra, a todo trapo

Y ahora Almine Rech nos trae a Granada esto de Jeff Koons, a quien Bernard Ruiz-Picasso se refiere como buen amigo. Como exposición es una ridiculez: tres obras del artista americano y dos de Picasso, que se exponían ya antes en el museo de Málaga. Pero el eco mediático ha sido enorme, algo que beneficia tanto al artista como a la galería. La FABA figura como prestadora y sabemos que las obras de Picasso le pertenecen (o a Bernard) pero ¿son también suyas las de Koons? La muestra tiene dos comisarios (como si hiciera falta siquiera uno… y ¡vaya papelón!): los directores del Museo Picasso Málaga y del Museo de Bellas Artes de Granada. El primero informó a los medios de que dos de las obras de Koons procedían del estudio del artista y la tercera de una colección particular. Ya les digo yo de cuál: la de Bernard y Almine Ruiz-Picasso. Miren qué bien luce Standing Woman al pie de la escalera de su palacete en Bruselas.

Las tres obras de Koons pertenecen a la serie de bolas reflectantes, que se expuso en la galería Almine Rech de Londres entre 2016 y 2017. En la web de la galería aparecen todavía dos de las expuestas, ¿a la venta? Una obra de esta serie, Afrodita, se subastó en 2023 por cuatro millones de dólares. Seguro que a los futuros compradores de las ahora expuestas les hará ilusión que hayan estado en La Alhambra.

La consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo, ha avalado y financiado ese despropósito. Se ha hablado de cerca de 800.000 euros de presupuesto, encarecido entre otras cosas por la ¿necesidad? de traer desde Estados Unidos la escultura más grande.

La publicación del convenio entre la Junta y el Museo Picasso Málaga nos permite saber que la administración pública aporta al proyecto alrededor de medio millón de euros, importe que cubre algunas partidas llamativas que manifiestan el "a todo trapo" de la operación: 42.000 para el montaje y desmontaje de una sola pieza, la escultura más grande de Koons, porque tiene que venir su equipo en Alemania a hacerlo; 5.000 euros por el diseño expositivo (recuerden: cinco obras); 7.500 para pagar al personal de montaje, durante solo tres jornadas; 16.000 euros por vigilancia extraordinaria; 10.000 euros para Joachim Pisarro por un texto en el catálogo y una conferencia, además de ¡25.000 euros! para viaje y alojamiento de este y de Koons (con acompañante) y 9.000 euros para invitar a comer y a cenar a los invitados VIP en la inauguración… más 27.000 euros para agasajar a los periodistas internacionales que ser harían eco del evento. Todo esto, precios sin IVA.

Bernard Ruiz-Picasso y Jeff Koons en La Alhambra junto a 'Gazing Ball'. Foto: Lucía Rivas © Museo Picasso Málaga

Bernard Ruiz-Picasso y Jeff Koons en La Alhambra junto a 'Gazing Ball'. Foto: Lucía Rivas © Museo Picasso Málaga

De nuevo, es preciso acudir a documentos administrativos para enterarnos del coste que tiene para los andaluces los intereses del matrimonio Ruiz-Picasso. En las ruedas de prensa, las entrevistas, las presentaciones o las visitas protocolarias no se ha dicho ni pío sobre la financiación de la llamada exposición de Koons.

Pero es que, además, patrocina Unicaja, vinculada desde antiguo al Museo Picasso Málaga. Cobranding, se llama. Pero ¿cuánto dinero ha sumado esta entidad, y para cubrir qué gastos? Secreto. Ya saben: ambas son entidades privadas.

Y, atención, que esta es solo la primera entrega de una serie de exposiciones, denominada Reflexiones. Picasso, en la que el Museo Picasso Málaga, la Consejería de Cultura y la FABA intervendrán en "lugares icónicos" en Andalucía. Miedo me da. ¿Seguirá Almine Rech imponiendo a sus artistas? Parece que está buscando otras bases desde las que promocionarlos: el año pasado, La Térmica, también en Málaga, le hizo una exposición —un espanto— a Aaron Johnson, "bajo la dirección y coordinación de la Almine Rech Gallery" y comisariada por Gwenvael Launay, su director en Bruselas. Francisco Salado, el presidente de la Diputación de Málaga, de la que depende La Térmica, forma parte del patronato del Museo Picasso Málaga.

Tengo la impresión de que los Ruiz-Picasso han perdido por completo la compostura y de que tanto el nuevo director del museo malagueño, Miguel López-Remiro, como la Junta les van a permitir que hagan lo que quieran, de acuerdo con la modificación de los estatutos de la Fundación Museo Picasso Málaga aprobada en julio de 2024, con la bendición de Arturo Bernal —entonces consejero de Cultura—, según la cual "el componente privado de la fundación" será "primordial en las decisiones relacionadas con la programación del museo y con la gestión de sus colecciones".

Vista de la exposición 'El eco de Picasso', con obras de Farah Atassi. Foto: Museo Picasso Málaga

Vista de la exposición 'El eco de Picasso', con obras de Farah Atassi. Foto: Museo Picasso Málaga

De momento, en la programación de 2025 han metido una exposición individual muy problemática: la de Farah Atassi, cuyas obras, como avancé, se venden en la galería Almine Rech. Sus cuadros son pésimos remedos de los de Picasso pero eso no ha impedido que, previamente, la hayan colocado también en el Musée Picasso de París; allí, Bernard Ruiz-Picasso forma parte de la comisión de adquisiciones —ha hecho alguna pequeña donación al museo— y hasta no hace mucho también de su consejo científico.

La estructura de poder

Para gobernar "su museo" a placer, los Ruiz-Picasso necesitan un director que acepte el papel que se le reserva, con menores atribuciones que en otros. La autoridad del director está mermada por la estructura de gobierno del museo. El consejo ejecutivo, presidido por Bernard Ruiz-Picasso, es el máximo órgano de decisión. Tiene seis miembros, que en la actualidad son: por elección del presidente, la citada Paloma Alarcó y Pedro López Jiménez (82 años), vicepresidente del Real Madrid y hombre de confianza tanto de Florentino Pérez en ACS como, se ha afirmado, de Bernard Ruiz-Picasso; por parte de la Consejería, Patricia del Pozo y dos cargos a sus órdenes. Como vocal sin voto, el ubicuo Rodríguez-Ponga.

La primera directora del museo fue Carmen Giménez, quien según la versión oficial dejó de manera voluntaria el cargo en junio de 2004, ocho meses después de la inauguración, pero que había sido despedida a los pocos días de producirse esta, y con cajas destempladas, por Bernard Ruiz-Picasso con la aquiescencia de Carmen Calvo. Lo cuenta en detalle Alfonso de Otazu, que calculaba que a la Junta de Andalucía le habría costado el despido alrededor de medio millón de euros, por haber firmado Giménez un contrato en el que exigía dos años de sueldo si este se rescindía sin motivo justificado.

La sustituyó el que había sido su adjunto durante los años de gestación del museo, Bernardo Laniado-Romero, que puso las bases para el desarrollo de las diversas actividades y lo echó realmente a andar. En 2008 dijo adiós. No se dieron explicaciones pero he podido saber que sus desacuerdos con Bernard Ruiz-Picasso le habían llevado a su límite de aguante. A continuación se hizo un concurso público en el que fue elegido José Lebrero Stals, que permaneció en el cargo durante catorce años. Lebrero convirtió el Museo Picasso Málaga en un verdadero activo cultural para la ciudad. Empezó a programar exposiciones ambiciosas de figuras relevantes en las vanguardias históricas —una vía que había ya explorado Laniado-Romero— y en las décadas centrales del siglo XX, y a poner el museo en diálogo con instituciones artísticas internacionales, más allá del mero intercambio de obras de Picasso. Compitió en esos años en la primera liga de los museos/centros de arte españoles. Sophie Taeuber-Arp, Kupka, Louise Bourgeois, Hilma af Klint, Alberto Giacometti, Bacon, Freud y la Escuela de Londres, Andy Warhol, Jackson Pollock, Brassaï, Bruce Nauman o Paula Rego protagonizaron algunas de las muestras más sonadas. La producción propia alcanzó importantes hitos pero también es verdad que muchas de esas muestras, organizadas o coorganizadas por otros museos, se importaron.

Lebrero, al parecer, aprendió con el tiempo a lidiar con los Ruiz-Picasso. Pero hubo un momento, en 2011, en que Christine pidió su cabeza. Fue con motivo de la inauguración de la muestra Viñetas en el frente, en torno a Sueño y mentira de Franco. Haciendo gala de un desconocimiento supino de la obra y de las posiciones políticas de su suegro, acusó al director de no haberla informado sobre ese proyecto expositivo que, decía, promovía una "utilización política y oportunista" del artista. Los colectivos profesionales del mundo del arte pusieron el grito en el cielo y el patronato consiguió apaciguar a la indignada benefactora.

José Lebrero se quería jubilar a finales de 2023 y se convocó un nuevo concurso para sustituirle. Según publicó ABC, la candidata mejor valorada fue Magali Arriola, entonces directora del Museo Tamayo en Ciudad de México, quien, me confirman, no aceptó el puesto tras una primera reunión muy desagradable con los responsables del museo en la que Bernard Ruiz-Picasso manifestó su desaprobación hacia ella. Y en enero de 2024 asumió el cargo Miguel López-Remiro (Pamplona, 1977). Sorprendió que se escogiera una persona con trayectoria más bien breve, aunque cabe suponer que se valoró su perfil como economista y su experiencia en instituciones privadas: el Museo Guggenheim Bilbao, donde fue subdirector curatorial sin ninguna experiencia previa (¡!), el Museo de la Universidad de Navarra —procedía de la cantera de esa universidad del Opus—, que dirigió en los años previos a su inauguración, y la Fundación Otazu, una bodega navarra con colección y programación artística de la que era asesor. Es pintor, muy al estilo del artista al que dedicó su tesis y del que editó sus escritos, Mark Rothko.

El actual director del museo, Miguel López-Remiro, junto al fotógrafo Joel Meyerowitz. Foto: Museo Picasso Málaga

El actual director del museo, Miguel López-Remiro, junto al fotógrafo Joel Meyerowitz. Foto: Museo Picasso Málaga

En la última década, desde 2014, estaba funcionando como freelance, ofreciendo entre otros servicios la “colaboración con artistas”. En tal menester se constata tan solo su trabajo para el fotógrafo estadounidense Joel Meyerowitz, como "curador de su fondo fotográfico" durante al menos ocho años. En 2018 López-Remiro comisarió junto a Vicente Todolí y Nuria Enguita una exposición en Bombas Gens (Valencia) de fotografías de Meyerowitz —repetida en 2019 en la Casa de América (Madrid)— y en cuanto aterrizó en el Museo Picasso Málaga programó a su amigo y antiguo empleador.

López-Remiro destaca mucho en su trayectoria la "colaboración con la Fundación Sorigué en proyectos estratégicos", presumiendo de haber sido la persona que propuso a su directora, Ana Vallés, la posibilidad de llevar al complejo Planta la instalación de la obra Double Bind de Juan Muñoz mientras esta se exponía en Hangar Bicocca (centro dirigido por Todolí). Será cierto, como afirma, que coordinó toda la operación pero nadie le menciona en los créditos. En la web de la fundación solo aparece por el patrocinio de una acción suya como artista en el festival Intangible de Lleida. Pero, miren, en la actualidad se expone como "obra invitada" en el Museo Picasso Málaga la instalación de William Kentridge More Sweetley Play the Dance, que pertenece a la Fundación Sorigué.

Es, exceptuando el nimio co-comisariado de lo de Koons, la segunda y última intervención de López-Remiro en el museo, que en la programación anunciada para 2025 no incluye ningún proyecto suyo o cuya concepción quepa atribuirle.

Normalmente, el director de un museo tiene entre sus funciones más importantes la ordenación de la colección permanente, la selección de piezas exhibidas, la narrativa. Pero en el Museo Picasso Málaga la colección no es permanente sino que va mutando a capricho de Bernard Ruiz-Picasso, quien decide cuántas y cuáles obras va a prestar en cada período, y para dar forma a su propuesta ha ido introduciendo a comisarios externos. Durante años fue José Lebrero quien organizó los sucesivos montajes pero en 2020 se sumó a la tarea Pepe Karmel y en 2024, ya con López-Remiro como director, la desempeñó en exclusiva Michael FitzGerald, que había sido antes comisario de Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos (Museo de Bellas Artes de Sevilla y Museo Picasso Málaga, 2021-2022, vean el convenio), de Las múltiples caras de la obra tardía de Picasso y de Metamofosis perpetua, estas dos con obras de la FABA, en el museo. FitzGerald tiene el cargo de "director de investigación" en la FABA.

Vista de la exposición 'Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos'. Foto: Museo Picasso Málaga

Vista de la exposición 'Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos'. Foto: Museo Picasso Málaga

Al matrimonio Ruiz-Picasso cabe atribuirles, además de lo de Farah Atassi, la propuesta de la exposición de los cuadernos de Royan. Un dato: hace poco, a finales de 2023, la FABA organizó en la Pace Gallery de Nueva York —con la que Bernard ha tenido trato frecuente— una exposición sobre los cuadernos del artista.

Con un director sin autoridad real, Eugenio Carmona ha ganado últimamente notabilidad en el museo, del que es "investigador principal". Este catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Málaga ha estado vinculado al Museo Picasso desde sus inicios y es miembro de su comité de programación. La composición de este es información reservada pero he podido saber que además de él lo integran Bernard Ruiz-Picasso, Paloma Alarcó, María Morente (directora del Museo de Málaga) y dos personas designadas por la Consejería de Cultura. Debe de estar en muy buenas relaciones con la Junta de Andalucía pues en la actualidad es el presidente de la Comisión Andaluza de Museos y vocal del Consejo Andaluz del Patrimonio Histórico (nombrado por Arturo Bernal).

En 2025 será el comisario de la exposición más ambiciosa del museo para este año: Picasso. Memoria y deseo. El programador se programa a sí mismo. Pero, además, me parece evidente que viene de él la propuesta de la segunda exposición de peso, dedicada a Óscar Domínguez, con comisariado de Isidro Hernández Gutiérrez, conservador jefe del TEA Tenerife Espacio de las Artes, de donde vendrán la mayoría de las obras. Eugenio Carmona es miembro de la comisión de adquisiciones del museo tinerfeño, así como asesor científico del Instituto Óscar Domínguez y del TEA. Ha arropado actividades relacionadas con este artista en Tenerife (vean aquí o aquí) y fue comisario con Hernández de una exposición de Carlos Chevilly organizada por ese museo. Quiero decir que sus vínculos con el TEA son clarísimos.

La necesaria tutela

Ya ven que ha habido flagrantes conflictos de intereses en el museo durante mucho tiempo, en diferentes situaciones y actuaciones. El apartado 8.14 del Código de Deontología del ICOM para los museos recoge la incompatibilidad entre la actividad interna del museo y el comercio de obras de arte. Pero aquí tenemos a Almine Rech Ruiz-Picaso en el patronato, y favoreciendo claramente a los artistas a los que representa. En 2013, el consejo ejecutivo de ICOM en España se pronunció ante un conflicto que se le había planteado, referente a una galerista española, Gema Llamazares, que formaba parte del patronato del Museo de Bellas Artes de Asturias: "El interés específico del galerista radica precisamente en el beneficio económico con la promoción de las obras/artistas con los que trabaja, y esto podría provocar situaciones delicadas para la institución". Y entre los ejemplos que daba citaba la posibilidad de influir en la política de exposiciones o adquisiciones de la institución para incorporar artistas de su círculo. "Todo ello —concluía— podría dar lugar a situaciones no sólo irregulares o poco éticas, sino incluso ilegales".

El secretario del patronato de la Fundación Museo Picasso Málaga tiene o ha tenido durante mucho tiempo el mismo cargo en la FABA; un miembro del comité de programación aprueba proyectos propios; el presidente de la Diputación de Málaga, en el patronato, facilita la exposición en La Térmica de un artista de Almine Rech… Desde el consejo ejecutivo, que preside, Bernard Ruiz-Picasso ha aprobado la compra de obras a sí mismo (aquellos 2,7 millones) y cada año autoriza el pago de la “colaboración” de la FABA que compensa el préstamo de obras suyas al museo.

Almine Ruiz-Picasso lo admitía en una entrevista: se venden obras de vez en cuando, "discretamente, claro". Con lo que Bernard cobra por su cuota en los derechos de reproducción de obras de Picasso (gestionados por Claude y ahora por Paloma a través de Picasso Administration) y por el droit de suite (porcentaje por la reventa en galerías y subastas, y cada año, se calcula, 1.500 obras del artista cambian de manos), cualquier familia viviría a cuerpo de rey. Pero, con su tren de vida y con el expansionismo de su negocio galerístico, esta no tiene ni para empezar. Mansiones y galerías en París, Boisgeloup, Bruselas, Shanghái, Mónaco… en 2016, se publicó que Bernard había añadido a su colección de residencias un apartamento de 8,5 millones de dólares en el edificio Carlyle de Nueva York. Justo enfrente tiene su sede principal la galería Gagosian, que es desde hace tiempo la que gestiona la mayoría de las ventas de obras pertenecientes a Bernard Ruiz-Picasso. La multinacional galerística ha montado, en Londres y en Nueva York, varias exposiciones en colaboración con el nieto del artista y con comisariado de John Richardson. Entre ellas, Picasso: Mosqueteros (2009), que incluía obras del Museo Picasso Málaga, The Mediterranean Years (1945–1962) (2010), Picasso and the Camera (2014) y Minotaurs and Matadors (2017).

Nada de esto no es ilegal, sin duda, pero ¿no les parece feo que venda en subasta obras que han estado expuestas en el Museo Picasso Málaga, subvencionado con fondos públicos? No es fácil localizarlas pero puedo afirmar que al menos estas estuvieron expuestas allí, la primera en el montaje de 2004-2005 y las dos últimas en el de 2017-2020: Le repos, vendido en Christie's por 35 millones de dólares (redondeo), Femme au béret et à la robe quadrillée (Marie-Thérèse Walter), que se vendió en Sotheby's por 50 millones de libras —el precio más alto obtenido hasta entonces en subasta, en Europa, por un cuadro— y Buste de femme accoudée, gris et blanc, rematado en 12 millones de libras en la misma casa.

No existe ningún control sobre las actuaciones del museo. La Junta renunció desde su origen a ejercer una tutela efectiva. Todo se negocia entre fundaciones privadas, con casi total opacidad. Eso es lo peor de todo: la falta de transparencia. He solicitado a la Unidad de Transparencia de la Consejería de Cultura y Deporte los textos completos de los sucesivos acuerdos con la FABA. Llevará tiempo obtener respuesta: les contaré más adelante sobre el resultado de esta petición. Puede que la ley exima a esas fundaciones del deber de transparencia pero presten atención a las cifras para considerar si una gestión pública seria puede sostener de manera continuada a una entidad privada sin rendir cuentas por ello ante los ciudadanos: he calculado que la Junta de Andalucía ha financiado el Museo Picasso Málaga desde su fundación con cerca de 200 millones de euros, de los que al menos 16 habrían ido a las arcas de la FABA.

Christine Ruiz-Picasso fue generosa en su donación, mucho más que su hijo, pero se las arregló para servirle en bandeja un museo en el que los andaluces, a través de la Junta de Andalucía, han invertido mucho. Creo que la Consejería tiene explicaciones que dar sobre la ocultación de los acuerdos de alquiler de los préstamos y, sobre todo, la tarea por delante de vigilar que los fondos públicos entregados en forma de subvención al museo no se pongan al servicio de intereses particulares, comerciales.