Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Las memorias de Emir Kusturica

17 julio, 2012 02:00

Las memorias de Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) son preciosas, y estoy contento de haberlo conocido personalmente, hace bastantes años, con ocasión de una entrevista para el periódico.

Estuvimos charlando largo rato, ante los ventanales de la primera planta del Hotel Emperador, sobre la Gran Vía de Madrid. Kusturica me pareció un tipo tímido, que todo el rato miraba, dubitativo y nervioso, hacia el suelo.

Ahora lo veo, en la portada de ¿Dónde estoy en esta historia? (Península), con sus pelos rizados y revueltos, con su aire de chico "malote", acorde con el joven borrachuzo y pendenciero que aparece en sus memorias y que, quizá, no ha dejado de ser, aunque siempre impregnado de bondad, de sinceridad, de honda e impetuosa sensibilidad. En la fotografía de esa portada aparece fumándose un puro, provocativo detalle en estos tiempos correctos, y más cuando Kusturica lidera un grupo musical que se llama The No Smoking Orchestra.

Venía a decir Arthur Koestler,en su autobiografía, que los memorialistas aburren e impacientan al lector cuando, durante páginas y páginas referidas a su infancia, se detienen y se recrean en el olor de los membrillos colocados entre las sábanas de la cómoda de su abuela. Entiéndase esto, claro, en sentido figurado. Tenía razón.

Kusturica habla mucho de su infancia y juventud, pero sin ese lastre. Las descripciones y anécdotas familiares y amistosas son una maravilla, divertidas, tristes y conmovedoras, porque están muy bien escritas y, además, recuerdan perfectamente la atmósfera y los pormenores de su gran película, Papá está en viaje de negocios (1985), que me entusiasmó, su primera Palma de Oro de Cannes, antes de Underground (1995), la segunda.

¡Qué retrato, el de su padre, tan emocionante! Y también el de su madre, sus otros familiares y sus amigos. Se entiende que Kusturica proclame su admiración por Federico Fellini y su Amarcord (1973).

No pondría la mano en el fuego por las opiniones políticas de Kusturica -¡cualquiera sabe!-, pero después de leer ¿Dónde estoy en esta historia? le entiendo mucho mejor. A Kusturica se le ha adjudicado, por algunas declaraciones, una opinión favorable al dictador serbio y comunista Slobodan Milosevic. No hay duda de que Kusturica respira por la herida de ese juicio dañino sobre él cuando, en una parte muy pequeña de su libro, aclara su pensamiento.

Kusturica, en realidad, era muy crítico, como su padre, con Tito y con el comunismo yugoeslavo, aunque éste fuera antisoviético. Y también con Milosevic. Lo que sucede es que Milosevic no le parecía el único malo de la película, tal y como dio a entender la información inspirada por las potencias occidentales.

Kusturica -nacido en Sarajevo- no deseaba la partición de Yugoeslavia, no quería la guerra intestina, no simpatizaba con el radical nacionalismo religioso de croatas (cristianos) y bosnios (musulmanes). Quiso apostar por la posibilidad de convivencia entre regiones, religiones y comunidades, evitando la guerra que devastó su ciudad, Sarajevo, y la nación entera, y nunca vió limpios -ni democráticos- los intereses occidentales y de la OTAN, que, con el pretexto de derrocar al tirano Milosevic, volatilizaron su país y dieron cuerda a los nacionalismos étnicos y religiosos.

Respira por esta herida, ya digo, con mucho dolor por lo visto y lo vivido, por la posición simplista que se le ha atribuido, pero acierta a explicar su punto de vista en unas pocas páginas, diciendo algo muy interesante desde el principio: que unas memorias están tanto destinadas a fijar los recuerdos necesarios como a producir definitivamente los olvidos, lo que -por el bien propio y común- debe quedar fuera de foco.

¿Dónde estoy en esta historia? es, ya digo, un libro precioso, conmovedor y muy bien escrito, por los retratos de personas de carne y hueso, por las divertidas y trágicas anécdotas que protagonizan personajes anónimos del entorno amistoso y familiar de Emir Kusturica, aunque también nos sirva para comprender tanto una vocación apasionada y consistente por el cine como un drama colectivo.

Kusturica, en un momento dado, habla de un rufián pelirrojo que matoneaba en su colegio, exigiendo dinero o los cruasanes del desayuno de sus compañeros por dispensar una presunta protección.

Escribe Kusturica sobre el matón: "Cuando un profesor le preguntó: «¿En qué se diferencia un pollo de una vaca?», contestó: «Sé lo que es un pollo, y también sé lo que es una vaca, pero no sé lo que quiere decir diferencia»".

Hay que ser un gran escritor o, lo que es lo mismo, un gran observador para retener en la memoria esta inigualable anécdota, tierna y patética, que humaniza y miserabiliza con compasión al bruto de la clase y que, indirectamente, también habla de la educación y del saber. ¿Diferencia? ¡Qué abstracción para una mente burda, primitiva! Por aquí va lo mejor, que es mucho, del libro de Emir Kusturica.

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