
'La Patética', Miguel del Arco rinde tributo a Chaikosvki con una obra pro causa gay
'La Patética', Miguel del Arco rinde tributo a Chaikosvki con una obra pro causa gay
La obra, estrenada en Teatro Valle-Inclán, gira alrededor de Israel Elejalde, que no abandona el escenario durante las dos horas de espectáculo.
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El crítico vive sus horas más bajas en la vida real, pero su estereotipo puede resultar tan cómico que no decae en la ficción y ahí sigue en periódica aparición. Veáse el ingenio y descaro que le calza Francisco Reyes a su personaje en La Patética, uno de los hallazgos de esta obra de Miguel del Arco estrenada ayer en Madrid, en el Teatro Valle-Inclán.
Su papel contribuye a engrandecer y adaptar a la era de la comunicación digital la ya extensa galería de críticos ridiculizados en películas y obras de teatro; pienso en algunos más o menos recientes, como la despiadada de The New York Times del filme Birdman o al crítico galo (y real) al que Angélica Liddell rindió encendido desacato en su último espectáculo.
No vamos a seguir los pasos del crítico porque la obra de Del Arco tiene muchos recovecos y otros personajes protagonistas, pero entenderán que haya comenzado por el que más familiar me resulta y, posiblemente, el que más risas arrancó al público la noche de ayer.
Pero no todo es humor en esta obra, La Patética es tragicomedia. Un tributo a la gran música de Chaikovski (por cierto, bastante ausente en las programaciones musicales y operísticas patrias) y a algo más: a su experiencia de hombre entregado a la música y enfermo de depresión a causa de su presunta y oculta homosexualidad que tanta literatura periodística ha generado. Del Arco se inspira en él para trazar la vida de un personaje ficticio actual, también músico y homosexual, en el que aventuro ha vertido
algo de la suya propia.
La obra reflexiona sobre asuntos recurrentes del mundo artístico que gustan a los autores y actores, aunque no tengo tan claro que este ombliguismo interese tanto al público. Aquí es un director musical enfermo viviendo su última etapa de vida en compañía de su marido Jon. Del Arco dice en el programa que está inspirado remotamente en la novela de Morir de Arthur Schnitzler.
El músico-director ha vivido entregado a su oficio, comprometido solo con la música, pero ahora que va a tocar en Moscú, ¿qué pasa con la causa “arcoíris”, él que es gay?, le recuerda su marido. Ha llegado la hora de que se comprometa, se entiende que políticamente, y que protagonice una hazaña ante Putin que le eleve a héroe de la cultura occidental; una hazaña que inevitablemente pasa por ridiculizar al político ruso por tradicionalista y nacionalista. (Ya van dos veces que veo a Putin en este teatro, la anterior, en la obra de Sanzol).
El actor Israel Elejalde, que no abandona el escenario durante las dos horas de espectáculo, lleva las riendas de la obra. Sufre un delirio en el que cree hablar con Chaikovski, al que todo le consulta. Este, recreado por un Jesús Noguero simpático y muy lejos del melancólico que nos han retratado, le acompaña todo el rato como su sombra, como su amigo de correrías. La idea funciona bien, cuenta dos vidas en una. Pero me cuesta creer la versión gay de Elejalde en las escenas domésticas con su marido (interpretado por Jimmy Castro, más convincente al respecto).

Israel Elejalde en 'La Patética'.
El frívolo y elegante crítico de Francisco Reyes es una caricatura con ecos del de Los productores, musical estrenado en 2006 en Madrid y en el que por cierto colaboró Miguel del Arco como actor: excarva con ironía en los defectos de la Sinfonía nº6 de Tchaikovski, y también en el director Elejalde. Reyes tiene disposición para estos personajes cómicos y burlones, luego lo vemos como el médico que comunica su enfermedad terminal al enfermo, provocando risas en el patio de butacas.
El elenco se complementa con otros actores estupendos en distintos roles y fundamentales para preparar cada escena: Inma Cuevas nos ofrece unas transformaciones divertidas, gran cantante como se observa aquí de voz poderosa; Juan Paños, sensacional como Putin o como el amigo roquero; y Manuel Pico. Sus físicos tan contrastados en alturas, volúmenes y facciones son un punto a favor del conjunto.
La representación marcha bien en la primera parte, en la segunda se hace reiterativa, larga, incluso letárgica. Es comprensible lo difícil que resulta siempre mutilar tu propia obra, pero esta pide una poda, empezando por el dilatado inicio de “apaguen los móviles” que últimamente es cantinela en muchas piezas y, en este caso, presunción insoportable de que tenemos que ver teatro como quien reza en silencio porque como poco Dios bajará del cielo de un momento a otro al escenario. Los artistas se olvidan a menudo de que solo son artistas.
Entro con el capítulo de méritos, fundamentalmente la dirección escénica también de Del Arco. Es un maestro en idear una puesta en escena de máxima expresividad con una contención de elementos, conoce bien lo que tiene entre manos. Chapeau a cómo logra pasar de un registro de farsa a otro de drama; a la aparente sencillez con que nos traslada a los distintos ambientes; a cómo dispone a los personajes reales con los fantásticos; al empleo dramático y la recreación que hace de una obra profunda y emocionante como la Sinfonía nº6 de Tchaikovski; en definitiva, a la claridad de su partitura escénica en aras de una perfecta comprensión por el público.
Paco Azorín ha diseñado una escenografía brutal, por su minimalismo, poder metafórico, belleza y virtualidad: representa un estudio de grabación enmarcado con una línea de luz láser que en el plano general tiene forma de polígono de seis lados. Dentro del polígono transcurre la vida de la obra, mientras por los bordes superiores y externos asoman los personajes fantásticos o del mundo imaginario del protagonista. Hay una estructura central que sube y baja y que sirve para un roto y un descosido: es mesa de quirófano, pero también se eleva y es anuncio, elemento luminoso, no sé cuántas cosas más.
Ficha técnica
Teatro Valle Inclán, hasta el 22 de junio
Texto y dirección: Miguel del Arco. Reparto: Jimmy Castro (Jon), Inma Cuevas (Anna, Madre, Irina, Loli y La Gloria), Israel Elejalde (Pedro), Jesús Noguero (Chaikovski), Juan Paños (Putin, Padre, Muerte y Samu), Manuel Pico (Músico, Montaigne, Kali y Comercial) y Francisco Reyes (Crítico y Doctor). Escenografía: Paco Azorín. Iluminación: David Picazo. Vestuario: Ana Garay
Sonido: Sandra Vicente. Composición musical: Arnau Vilà. Producción. Centro Dramático Nacional y Teatro Kamikaze. Distribución: Caterina Muñoz Luceño.