Stanislavblog por Liz Perales

Jesuitas contra tomistas y dos siamesas de por medio

8 diciembre, 2015 13:04

[caption id="attachment_1100" width="560"] Juana Cordero (padre Arrupe) y Elton Prince (Karol Wojtyla) en Solo con tu amor no es suficiente.[/caption]

Íñigo Guardamino ha exhibido en la Nave 73 de Madrid una de sus últimas piezas, Sólo con tu amor no es suficiente. Nunca había visto nada de este autor de origen bilbaíno y "macerado en Madrid", según reza su perfil de Twitter, y que fue nominado a un Premio Max este año. Y me ha soprendido su obra por la originalidad argumental y el coraje de meterse en jardines ideológicos y morales complejos y, encima, hacerlo con humor. No es cosa fácil en estos días llevar a escena un texto que habla de la fe y la confianza que da al creyente y con protagonistas tan particulares como el papa Wojtyla, el padre Arrupe y unas célebres siamesas.

La obra es como esos concentrados de zumo de los que se pueden sacar dos litros añadiendo agua, aunque al final el zumo resultante tenga un dudoso sabor natural. El texto de Guardamino, y la puesta en escena que también lleva su firma, es desconcertante a ratos, en otros abre interrogantes sobre su intencionalidad, y tiene algunas escenas ingeniosas y acertadas. De todo lo contado, que como digo es mucho y orbita principalmente alrededor de las distintas maneras de entender y ejercer la espiritualidad y también de la conducta moral de los creyentes, a mí me interesó particularmente un brochazo que le ocupa toda una escena y en la que se refiere a la naturaleza gregaria del ser humano.

Su viaje arranca en la Polonia invadida por los nazis y dos horas después acaba en el Haití del vudú y el sincretismo religioso, después de haber pasado por Japón, Roma y El Salvador. Guardamino fusiona la ficción con el género documental, creando un híbrido de apariencia fragmentada con tres hilos conductores: los comentarios informativos que nos proyecta en la pantalla y que actúan a modo de acotación de la escena que a continuación va a suceder; la historia del papa Wojtyla, desde sus orígenes como autor de teatro y poeta, y la de su antagonista el padre Arrupe, Prepósito General de la Compañía de Jesús y conocido como el papa negro;  y unas siamesas japonesas nacidas tras la explosión de Hiroshima, metáfora de la dualidad humana, que van a servir de nexo entre los personajes a lo largo de la obra.

La acción dramática del montaje se sostiene en las dos visiones de la Iglesia que enfrentan a Wojtyla y Arrupe. La perspectiva del autor no difiere de la que los medios de comunicación han venido defendiendo en el pasado, más cerca de los teólogos de la Liberación que de Wojtyla y Ratzinger, que prefieren hacer una interpretación de los dogmas de la Iglesia desde la perspectiva tomista. Como bien se dice en la obra, unos prefieren interesarse por la política, otros por los pecados, unos están cerca del comunismo, otros del liberalismo. Un enfrentamiento que culmina en la obra con la matanza de Ellacuría y sus sacerdotes de la universidad de El Salvador.

Hay otras historias paralelas, trazadas algunas con humor, que quizá dilatan en exceso la obra. Una de ellas es la del joven Pablo que ansía un milagro: recuperar a su madre atenadaza por tres cánceres. Lo consigue recurriendo a un chamán de origen africano, que le exige someterse a un peculiar y sodomita rito. Mientras Pablo cree que la recuperación se debe a la intervención del chamán, su madre prefiere adjudicarle el milagro a Dios. Pablo es también el protagonista de una de las escenas más interesantes del espectáculo, el monólogo del adicto a las manifestaciones. Acude a todas las que puede, pues la movilización le sube la adrenalina; lo de menos es la causa que defienda. Porque lo que importa es el sentido de pertenencia, de sentirse reclamado, de ser miembro de la secta.

Guardamino ha contado con un elenco entregado como son la actriz Juana Cordero para dar vida a Arrupe, mientras a Wojtyla se lo reparten Javier de Prieto (para sus años jóvenes de dramaturgo y poeta en Cracovia) y Elton Prince, actor de raza negra que lo encarna ya de papa, creando por ello un contraste paródico. Esther Acebo y Ana del Arco son las simpáticas y divertidas siamesas.

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