
El compositor japonés Toshio Hosokawa. Foto: Fundación BBVA
Toshio Hosokawa, el compositor frontera
El músico japonés, que recibe este miércoles el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en el apartado de Música y Ópera, personaliza como nadie el espíritu de este galardón.
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Construir puentes entre Oriente y Occidente no es algo que el compositor Toshio Hosokawa, (1955) pontífice máximo, se proponga hacer: lo hace quiera o no. De hecho, no quería. Cuando dejó su Tokio natal para estudiar en Alemania, no buscaba vincular la tradición japonesa, a la que entonces no daba valor, con la de aquí, sino dejar la una por la otra.
Quería convertirse en un compositor europeo como Ligeti, Lachenmann o Ferneyhough y lo consiguió de sobra. Pronto se le vio en Darmstadt —primero como alumno, enseguida como ponente— y pronto se oyó su música en orquestas, festivales y teatros de ópera. Luego, se cansó. Se hartó de sonar, que es lo de aquí, en vez de escuchar, que es más lo de allí.
Pensemos en la flauta travesera de nuestras orquestas, fabricada y pulida durante siglos para producir el sonido más puro. Pensemos en nuestros flautistas, en los mejores, esos que fascinaban al joven Hosokawa con una emisión que era toda ella sonido, pura flauta, sin rastro de ruido ni de aire.
Había viajado a la otra esquina del mundo y al otro lado de sí mismo para conquistar ese sonido limpísimo y a esos músicos extraordinarios que, ahora, trabajaban para él y hacían sonar sus partituras. Pero se cansó.
Por encima de nuestra flauta, empezó a valorar el shakuhachi, la flauta de bambú japonesa en la que el ruido de la fricción del aire es casi tan fuerte como el sonido afinado y tan capaz de emocionar. Perdió el interés por sonar él, que es a lo que había venido a Europa, y empezó a interesarse por escuchar lo otro, lo que no era él. Se puso a estudiar la música tradicional japonesa, que es rica en eso otro.
El viajero, y aún más el emigrante, pierde su casa para siempre, porque nuestra casa no es solo el espacio, sino también el punto de vista desde el cual lo miramos y este cambia después de viajar. Podremos volver, pero no al mismo lugar, porque ya será otro. No existen los viajes de ida y vuelta: son todos de ida. Nos pasamos la vida tratando de volver, como Ulises, pero no es posible, por eso no podemos decir que Hosokawa haya vuelto a sus raíces, sino que ahora, a diferencia de antes, se interesa por ellas.
También le interesa el puente hashigakari del teatro noh, que los espíritus usan para cruzar de su espiritual mundo al nuestro. En realidad, Hosokawa no construye puentes; más bien, los cruza. Y se queda siempre a mitad, lo que nos maravilla. No podemos dejar de mirarle ahí, parado en medio del puente, mirándonos.

El puente 'hashigakari' del teatro 'noh', ocupando más de medio escenario
Toshio Hosokawa recibirá dentro de unos días el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en el apartado de Música y Ópera. Pocos habrán personificado como él el espíritu de este premio, porque Hosokawa no explora las fronteras, ni las empuja más allá, ni vive en ellas, sino que es, en sí mismo, frontera.