Aula de (Re)estrenos. Cámara inédita: cuartetos españoles con piano. Foto: DoloresIglesias Fernández / Archivo Fundación Juan March.

Aula de (Re)estrenos. Cámara inédita: cuartetos españoles con piano. Foto: DoloresIglesias Fernández / Archivo Fundación Juan March.

Qué raro es todo! Qué raro es todo

Tríos y cuartetos con piano: una cámara española

El Trío Arbós celebra 30 años con un disco dedicado a José Luis Turina. Además, la Juan March ha rescatado obras de Pérez Casas y Zurrón en un concierto con el Trío Lírico y Josu de Solaun.

Más información: Josu de Solaun ante una obra desconocida de Pérez Casas, "piedra angular del repertorio camerístico español"

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En el universo de la cámara, además del cuarteto de cuerda, que es de un solo color, están los grupos de cuerda con piano —trío, cuarteto y quinteto—, en los que la disparidad de sonoridad y timbre atormenta y, a la vez, estimula, a intérpretes y compositores para beneficio de los oyentes. De la cámara con piano española nos han llegado estos días dos novedades importantes.

El Trío Arbós, nuestro gran trío con piano, que está cumpliendo ahora 30 años, acaba de presentar un CD con toda la música de José Luis Turina para esa formación magníficamente interpretada.

El disco retrata entero a un compositor que se describe a sí mismo como bipolar, capaz de componer, según los casos, de manera espontánea y lúdica, como en el sabroso Tango, o con ánimo constructivista y riguroso en ideaciones formales abstractas. A veces, incluso, aritméticas, como es el caso de los Tres tercetos, verdadera apoteosis conceptual/musical del número tres, de la trinidad o, como diría Aristóteles, de la tresidad.

En ese mismo afán de hacer sustantivos los adjetivos numerales y ver de desentrañar su sustancia, Turina ha compuesto también Dos duetos y Cuatro cuartetos. Pasando de la aritmética a la lógica, Turina exprime en Viaggio al Parnasso las mil posibilidades creativas que surgen de la contradicción. Ya se sabe que, si admitimos, por ejemplo, que 1 es igual a 2, entonces podremos demostrar cualquier otra cosa, por disparatada que parezca.

En arte, diremos que la chispa que surge del contacto entre contrarios abre la puerta a casi todo, como en las secciones del Viaggio tituladas Allegro mesto (o sea, alegre triste), Agitato tranquillo o Lento presto. En una obra de estructura más tradicional, como es su Trío de 1983, encontramos también chispazos conceptuales.

Molto moderato (muy moderado) se titula el último movimiento, que suena después de dos músicas extremadas: una muy lenta, Adagio molto, y otra muy rápida, Allegro molto. Llamamos moderado a lo que no es muy nada. Moderado es lo contrario de lo muy, pero, entonces, ¿qué es lo muy moderado?

En todo caso, la gran contradicción de la música de Turina, el choque que la enriquece y vivifica, consiste en que, por algún motivo, la rigurosidad conceptual de su estructura llega siempre al espectador con una potencia expresiva poco común. Yo diría que la bipolaridad de Turina es, en realidad, simultánea, porque, más que alternar, sus lados Hyde y Jekyll (duro y suave, sólido y fluido, serio y ameno) suelen presentarse a la vez.

El Tango, por ejemplo, sin dejar de ser divertido, asombra por su construcción. Turina es un compositor doble y, por eso mismo, único. Es doble como la danza barroca de ese nombre, que se aparece siempre desdoblada en anverso y reverso.

La música de cámara representa una porción amplia del catálogo de los compositores españoles de los últimos cincuenta o sesenta años, pero esa normalización de la cámara no se alcanzó en España sino lenta y trabajosamente. Nuestros cameristas de principios del siglo XX, algunos tan destacados como Conrado del Campo, o el Turina abuelo, eran casi pioneros en esto.

Pasado siglo y cuarto, el aula de reestrenos de la Fundación Juan March ha rescatado dos valiosas partituras de las que participaron en el concurso de composición de cuartetos con piano convocado en 1902 por la Sociedad Filarmónica de Madrid, como explica y contextualiza el musicólogo Fernando Delgado García.

Las interpretó el Trío Lírico, un estupendo trío de cuerda multinacional, y Josu de Solaun, pianista español igualmente multinacional por su proyección. Los dos autores son músicos de destino bien distinto. El ganador del concurso fue Vicente Zurrón (1871-1915), pianista, alumno de Arrieta, protegido de Chapí y hoy perfectamente desconocido. Fue una estrella fugaz que la enfermedad apagó tras unos pocos destellos.

Su Cuarteto en re es de construcción clásica. Al menos, la poderosa sonata inicial. El Andante, a medio camino entre el coral y la marcha fúnebre, desconcierta y seduce. Bartolomé Pérez Casas también fue efímero, pero solo en su faceta de compositor.

Muy pronto abandonó la pluma para ocuparse de otras tareas, como la de fundar, en comandita con Enrique Fernández Arbós, el sinfonismo español moderno. El Cuarteto en re menor de Pérez Casas es magnífico y muy original. El Allegro avanza retorciéndose entre lo binario y lo ternario. Le sigue una Balada de aire rústico y evocador.

Fuentes y genealogías de estilo aparte, lo más extraordinario de esta partitura me pareció la sensación que da de que el compositor lleva siempre la forma en la mano. Como esos directores que tienen los ojos de los músicos pegados a su batuta y pueden permitirse cambios inesperados de rumbo, el oyente de este cuarteto sigue fascinado e intrigado la construcción de Pérez Casas.

¡Qué vendrá ahora! En contraste, la forma en Zurrón parece surgir de sí misma, con una inevitabilidad germánica y rigurosa, casi independiente de la voluntad del compositor. Exagerando un poco, diríamos que el oyente del cuarteto de Pérez Casas escucha sentado al borde de la butaca, mientras que el del de Zurrón lo disfruta recostado. De la March salimos, en todo caso, deseando que ambas partituras vuelvan a sonar pronto.