Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Homo Ludens

'Death Stranding 2: On the Beach', la muerte no es el final: más acción en Australia

Hideo Kojima vuelve a reunir a Norman Reedus con Lea Seydoux y suma al reparto a Elle Fanning entre otros grandes talentos para culminar su exploración metafísica.

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A finales de 2019, cuando recibí el acceso anticipado a Death Stranding, el primer juego de Hideo Kojima tras su salida de Konami, me adentré en su mundo con una fuerte carga de escepticismo. Treinta y cinco horas más tarde, mientras contemplaba el desfile de los títulos de crédito con los ojos humedecidos, me rendí a la evidencia. El sexagenario creador japonés es una de las mentes preclaras de la industria del videojuego. Sus ambiciones trascienden las fronteras del medio, ya de por sí bastante porosas, para inmiscuirse en los dominios de una mitológica obra total.

Cuando apenas unos meses más tarde el mundo entero se confinó, su fama como pensador clarividente terminó por cimentarse. En aquellas aciagas semanas de distanciamiento social, del hedor de la muerte en el ambiente, de amenazas invisibles y de ciudades desérticas, de valientes porteadores y transportistas que garantizaban las vitales cadenas de suministros, los paralelismos con su obra se volvieron tan literales que se nos erizaba el vello de la nuca.

Cuenta Kojima que desechó la historia que tenía en mente para la secuela una vez vio el devastador efecto de la pandemia y que optó por empezar de nuevo, por ir en otra dirección. La pregunta que prevalece es: ¿ante una obra tan icónica, tiene algún sentido siquiera plantearse una secuela?

Once meses después de que Sam detuviera la extinción masiva de la vida sobre la tierra, el antiguo porteador vive con Lou escondido en un búnker secreto, lejos del alcance de las UCA. Fragile les visita con una petición especial. Quiere que Sam reanude su peregrinaje, esta vez conectando las ciudades de México hacia el sur. A cambio, Fragile le promete hacer todo lo posible para esconder definitivamente su rastro y conferirles una vida sin sobresaltos. Sin embargo, mientras está ausente, un grupo de misteriosas figuras bermellón tiende una emboscada con consecuencias funestas.

Sam se da a la bebida y cae en una profunda depresión. A modo de terapia, Fragile le propone una nueva misión: atravesar con ella las corrientes de brea y sumar al continente australiano a la red quiral. Las cosas no tardan en complicarse. El espíritu de Higgs ha resurgido de entre los muertos para vengarse de quienes frustraron sus planes la vez anterior, inundando el país con armas y sembrando discordia en cada esquina.

El punto de partida de Death Stranding 2: On the Beach es enormemente polémico y para muchos es posible que se erija en causa suficiente para una impugnación total del título. Es un giro de guion al mismo tiempo profundamente arriesgado, penosamente obvio y completamente fundamental para justificar la trama. Es también una de las muchas razones por la que algunos percibíamos esta secuela como innecesaria y hasta indeseable.

Death Stranding puede que tuviera algunas carencias en el apartado jugable, pero si algo hizo rematadamente bien fue su conclusión narrativa, un auténtico tour de force que cerraba todas las tramas en un clímax explosivo, satisfactorio y, sobre todo, emocionalmente avasallador.

Con este arranque, lo que hace Kojima es deshacer lo consegido, un reseteo del sistema que permita poner a Sam y a los demás personajes de vuelta en el campo de batalla. Al mismo tiempo, es un detonante hasta cierto punto tramposo, lo suficientemente ofuscado como para que no nos lo creamos en última instancia, reconociendo algún tipo de juego sucio, lo que le desprovee de impacto emocional. Se crea así una distancia entre Sam y el jugador que permanece durante gran parte de la aventura.

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Es ciertamente un escollo importante, pero una vez superado, el juego se desarrolla con el oficio al que estamos acostumbrados. Aquí no hay grandes sorpresas. El bucle jugable es el mismo que en la primera parte: unir los diferentes enclaves del mapa a la red, sorteando todo tipo de peligros, un terreno accidentado y las inclemencias del tiempo. La acción está mucho más expandida. La inclusión de mechas hace que los tiroteos sean mucho más frecuentes. Los nuevos fenómenos naturales afectan a la jugabilidad (terremotos, crecidas, avalanchas, tormentas de arena) y aunque nos pueden poner en serios apuros si tenemos mala suerte, tampoco son unas alteraciones transformadoras a los pilares que el estudio ya estableció hace cinco años.

Australia es un paraje mucho más diverso que la Norte América que cruzamos la primera vez, con desiertos, cañones, estepas y una gigantesca montaña nevada. A pesar de la localización, el mapa del primer juego estaba diseñado como si fuera Islandia, con sus colinas de hierba, arena negra y estructuras volcánicas. Sin mucha variación durante toda la aventura. Puede que hiciera la experiencia más monótona, pero también le otorgaba un cariz muy especial, una ambientación mucho más etérea, más intimista y recogida.

En ese sentido, el mundo de Death Stranding 2 se alinea más con las expectativas más tradicionales de un mundo abierto, una colección de biomas diferentes que aportan más variedad visual durante la aventura. Aun así, Kojima es capaz de conjurar unas panorámicas de gran belleza, resaltando elementos concretos, ya sea un mar de nubes o una luna llena de un tamaño extraordinario, sin ningún respeto por las leyes de la física y todo en aras de encumbrar una estética poderosísima.

En PlayStation 5 Pro, donde he podido jugar durante 40 horas, la calidad del modo rendimiento es altísima, ofreciendo una imagen muy nítida, una iluminación fantástica y una tasa de refresco sólida como una roca. Es, sin duda, la mejor manera a este portento tecnológico. No solo es la mejor versión del Decima Engine de Guerrilla que hemos podido ver hasta el momento, sino que cumple con la promesa de las cargas instantáneas que se hizo a principios de generación y que luego tan pocos juegos realmente se han molestado en cumplir.

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Como ya lo hiciera la primera vez, Kojima concentra el sustrato narrativo tanto en el principio como en el final. De hecho, el juego sigue la misma estructura, con nuevos personajes cumpliendo las funciones de aquellos que no regresan esta vez. De esta manera, Luca Marinelli (La soledad de los números primos, Las ocho montañas) suplanta a Mads Mikkelsen, erigiéndose como uno de los antagonistas que mantiene una misteriosa relación con Sam que se va desvelando poco a poco en forma de flashbacks.

Elle Fanning sustiyuye a Margaret Qualley, aunque su historia juega mucho más al despiste y no termina de cuajar hasta el final. Sin embargo, cuando Kojima se decide a hacerlo, hace gala de un control majestuoso de la escena, arrancando una respuesta emocional sin parangón en el medio.

Como ya ha quedado manifiestamente claro en estas líneas, resulta imposible separar a Death Stranding 2: On the Beach de su predecesor. No es solo una continuación dramática, sino que todas sus mecánicas, a pesar del tiempo transcurrido, han sufrido una evolución mínima y siempre con el objetivo de eliminar los puntos de fricción que hacían del primer título un juego mucho más rocoso y agreste, pero que también más significativo. Y de esta forma llegamos a la pregunta inicial. ¿Justifica su existencia como secuela? No estamos ante una revolución metanarrativa como la que ejerció en Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty, ni ante la transformación mecánica de Snake Eater.

El primer Death Stranding se basta por sí mismo para convertirse en una de las experiencias más enriquecedoras de toda la historia de los videojuegos, una obra absolutamente transformadora. Única. En esta ocasión, el factor novedoso se ha perdido y la fascinación que nos genera su extraño mundo no es la misma. Como secuela quizá no consiga reivindicarse como necesaria, pero tampoco desmerece la primera parte. Al ampliar su mundo y sus horizontes narrativos, enhebra un díptico muy meritorio. Un valor incontestable que reclama nuestra atención de principio a fin.

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Un fotograma del videojuego 'Death Stranding 2: On the Beach'

Estamos ante una obra que rezuma talento por los cuatro costados. La banda sonora de Woodkid es sencillamente sensacional. El tema principal del juego, To the Wilder, se las ingenia para capturar en sus acordes la colosal emotividad de la historia, con varias versiones interviniendo en momentos puntuales para subrayar el mundo interior de unos personajes expuestos a los sentimientos más descarnados.

Pero al cantante francés se suma una selección que incluye a bandas de la talla de Magnolian, Grimm Grimm, Silent Poets, Daichi Miura y Low Roar, cuyo líder Ryan Kazarija murió en 2022 por complicaciones derivadas de la neumonía y a quien Kojima ha decidido dedicar el juego. En cuanto a las amistades fílmicas del creativo japonés, a Guillermo del Toro y Nicolas Winding Refn se suma George Miller como Tarman (el médico y piloto de la nave con una historia trágica) y Fatih Akin como Dollman (un muñeco parlante que nos acompaña durante el periplo por Australia).

En varias ocasiones, los personajes del juego exclaman con energía "Death can’t tear us apart!", casi como un desafío, como un grito de guerra. Por mucho que Kojima incluya sus reflexiones sobre la automatización del trabajo y la inteligencia artificial, el rol inhumano de las grandes corporaciones, el papel de la evolución en el futuro de la especie humana y nuestro impacto sobre el medio ambiente, en última instancia los dos juegos de Death Stranding comportan una exhaustiva ponderación sobre nuestra propia mortalidad. Kojima no sabe lo que hay al otro lado, pero está convencido de que existe ese otro lado.

La tierra de nuestros muertos, permanentemente accesible a través de nuestras playas particulares. Kojima convive a diario con los suyos, a través de cordones y cuerdas, a través de manos que se abren y se aferran, a veces embargadas de una desesperación que solo los vivos pueden encarnar. Reconoce el amor como una característica genuinamente humana, capaz de romper barreras metafísicas y de establecer vínculos eternos. El amor desbordante de los padres por sus hijos, de Sam por Lou, capaz de motivarle hasta el fin del mundo, y más allá. La muerte no es el final.

Death Stranding 2: On the Beach

Estudio: Kojima Productions
Editora: Sony Interactive Entertainment
Director creativo: Hideo Kojima
País: Japón
Plataformas: PlayStation 5