Una escena del videojuego 'Atomfall'.

Una escena del videojuego 'Atomfall'.

Homo Ludens

'Atomfall', la campiña británica en cuarentena nuclear

Partiendo del desastre de Windscale de 1957, el videojuego hilvana una historia alternativa donde el peligro atómico es una mera tapadera.

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El 10 de octubre de 1957 se declaró un fuego en el reactor uno de la planta nuclear de Windscale, en el condado de Cumbria, en el norte de Inglaterra. El fuego ardió durante tres días en los que liberó a la atmósfera grandes cantidades de isótopos radioactivos que se propagaron por el Reino Unido y Europa.

El primer ministro de entonces, Harold Macmillan, ordenó la supresión informativa del accidente. No se evacuó a nadie de las poblaciones cercanas y los medios fueron silenciados en una vigorosa campaña de censura para intentar salvaguardar las relaciones nucleares entre el país y los Estados Unidos.

Debido a la ocultación de los poderes públicos, no se sabe con certeza el alcance del desastre, pero se calcula que provocó entre 100 y 240 muertes por cáncer, sobre todo de tiroides. El incendio ocupa el puesto 5 de 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares, siendo Chernobyl y Fukushima los únicos que llegaron a nivel 7. Las labores de desmantelamiento de los reactores siguen en curso y no se prevé que terminen hasta la década de 2040.

Rebellion Developments, conocidos por los juegos sobre francotiradores en la Segunda Guerra Mundial de Sniper Elite, utiliza el desastre como punto de partida para construir su historia alternativa. Cinco años después del incendio, el Distrito de los Lagos que rodea a la central nuclear permanece en cuarentena estricta, atrapando a todos los científicos, soldados y lugareños que se encontraban en su interior cuando se dio la orden desde las altas esferas.

Desde entonces, diferentes facciones y todo tipo de bandidos luchan por la supremacía de la zona. Nuestro protagonista despierta con amnesia y recibe una misteriosa llamada de teléfono donde le aseguran que, para salir con vida de la zona, necesita penetrar el Intercambio, un enorme búnker donde el gobierno llevaba a cabo experimentos clasificados sobre una entidad de origen desconocido: Oberón.

Aunque la temática nuclear nos pueda retrotraer a Fallout, lo cierto es que Atomfall tiene mucho más en común con los simuladores inmersivos como Deus Ex (2000), Dishonored (2012) o Prey (2017). No es un gigantesco juego de rol con estadísticas, un extenso árbol de habilidades y un enorme mundo abierto, sino una experiencia muchísimo más concisa centrada en la investigación libre.

Exhibe un sustancioso grado de confianza en la inteligencia y curiosidad del jugador, negándose a llevarle de la mano en ningún momento, ni siquiera durante los compases iniciales de la aventura. Más allá de un objetivo nebuloso (encontrar el Intercambio), no hay mayores indicaciones sobre cómo progresar en la historia, qué caminos tomar ni con quién aliarse o en quién confiar.

Sobre el jugador recae la responsabilidad de hacerse una composición de lugar sobre la marcha y aprender las reglas que imponen una suerte de orden, por muy difuso que sea, en esta zona del país completamente abandonada por el gobierno de la nación.

Aunque existen unas mecánicas de combate bastante rudimentarias, el grueso de la aventura está centrada en la investigación de una serie de casos con las que nos topamos de improviso. Hay algunos asesinatos y problemas que debemos resolver, pero el principal objetivo es descubrir la historia del lugar, las motivaciones de los actores principales, las causas del desastre y la manera más segura de escapar.

Vista del videojuego 'Atomfall'.

Vista del videojuego 'Atomfall'.

Todos los niveles están diseñados con cuidado, ofreciendo diferentes vías de acceso y posibilidades de enfrentamiento, configurando puzles muy elaborados donde nos hartaremos de recoger llaves, leer documentos y sortear mutantes en refugios subterráneos.

Hay una pléyade de pequeñas historias en el mundo de Atomfall y nada es lo que parece a simple vista. Todos esconden una agenda oculta y buscan manipularte para sus propios intereses. Nadie es inocente. Ni siquiera una adorable anciana que cuida de sus plantas en un invernadero y que te pide recuperar un libro de una secta de wiccans trasnochados propensos a recrear el diseño de producción de The Wicker Man (1973).

Atomfall es un fantástico ejercicio en el uso económico de los recursos y no simplemente por sus mecánicas de supervivencia, sino por cómo aborda todos sus apartados, de la narrativa al diseño de niveles, de sus gráficos a las dimensiones de su mundo. Es un juego fibroso, sin una pizca de grasa, con un gran misterio en el centro y un buen puñado de finales diferentes dependiendo de las distintas alianzas que podemos ir tejiendo.

No es el juego más original ni revela una pulsión creativa incontenible por parte de sus desarrolladores, pero es un título muy bien hecho, muy disfrutable, que sabe dosificar la información en su justa medida para incentivar la curiosidad del jugador durante toda su extensión. El desenlace narrativo, la identidad y función de Oberón, podría haber supuesto una sorpresa mayor para redondear la experiencia. Si bien el destino no es el más satisfactorio, el camino para llegar a él sí lo es. Tan recomendable como una efectiva novela de misterio.

Atomfall

Estudio: Rebellion Developments
Editora: Rebellion Developments
Director creativo: Chinmay Zende
País: Reino Unido
Plataformas: PC, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series