Homo Ludens por Borja Vaz

Battlefield V, los olvidados de la Segunda Guerra Mundial

13 diciembre, 2018 09:26

La longeva saga de DICE y Electronic Arts vuelve al conflicto que la alumbró. Después de explorar los inicios de la guerra a escala industrial en Battlefield 1, la vuelta a la Segunda Guerra Mundial permite repasar varios de los momentos menos conocidos de la contienda. A diferencia de Call of Duty WWII, que seguía los avatares de un mismo pelotón del ejército estadounidense desde el desembarco de Normandía hasta el cruce del Rin, Battlefield V opta por narrar cuatro breves historias protagonizadas por diferentes personajes. Este acercamiento, que ya probaron con éxito en la entrega de hace dos años, permite presentar una mayor variedad geográfica y jugable, pero también adentrarse en perspectivas sobre la guerra muy pocas veces adoptadas por la industria del entretenimiento.

Las cuatro campañas se pueden afrontar en cualquier orden. La primera cubre los inicios del Special Boat Service (SBS), la unidad de fuerzas especiales de la Marina británica, contrapunto de los mucho más conocidos Special Air Service (SAS). En 1942, Billy Bridger cumple condena por intentar robar un banco en repetidas ocasiones cuando es reclutado como experto en demoliciones en la operación Albumen, una campaña de sabotaje de los aeródromos alemanes en Creta. Sin lugar a dudas, las peripecias del comando en la isla griega resultan la porción más leve de todo el juego, con dos personajes que comparten una refrescante dinámica paterno-filial y un diálogo repleto de chascarrillos.

Nordlys comprende los acontecimientos tras el fallido asalto de un comando británico a una fábrica de agua pesada. Su contacto en la resistencia noruega es capturada por los alemanes, y tras ser rescatada por su hija, deciden seguir con la misión para socavar la producción de un elemento vital para el programa alemán de desarrollo de armas nucleares. La historia está inspirada en los eventos de la operación Freshman y la operación Gunnerside, aunque en DICE se han inclinado por añadir muchas de las convenciones del género de acción. Mientras los hechos históricos se caracterizaron por una relativa limpieza y ausencia de bajas, el videojuego aprovecha para introducir elementos de sigilo, navegación con esquís y una explosiva persecución final sobre un lago helado.

Tiralleur aborda el difícil papel de las brigadas senegalesas en el ejército francés en el marco de la operación Dragoon. Deme e Idrissa son dos hermanos que tienen que hacer frente a las duras condiciones del conflicto bélico y al trato displicente de los soldados franceses, que los relegan a labores serviles en vez de luchar. Cuando el ejército se topa con una severa fortificación alemana, la unidad de Tiralleurs encuentra su oportunidad para demostrar su valía. Ataviados con un equipo claramente inferior al de los soldados franceses, consiguen arrebatar posiciones a la maquinaria de la Wehrmacht a pesar de sufrir un gran número de bajas.

Por último, El último tigre, lanzada como contenido descargable gratuito el pasado 5 de diciembre, pone al jugador en la piel de Peter Müller, comandante de un Tiger I durante las últimas semanas de la guerra. Cuando DICE abordó la Primera Guerra Mundial en Battlefield 1 se negó a incluir ninguna perspectiva de las Potencias Centrales, una decisión incomprensible, teniendo en cuenta que la ausencia del nazismo no enturbiaba tanto las aguas como en el conflicto posterior. Sin embargo, esa ausencia la han reparado en parte con esta campaña, mucho más arriesgada, tanto desde el punto de vista comercial como narrativo. Los cuatro tripulantes del tanque Stefan presentan un microcosmos del ejército alemán, tensionado entre el deber patriótico, la futilidad de la guerra y el fanatismo ideológico. Cogiendo algunos apuntes de la película de David Ayer Fury (2014), que también seguía las andanzas de un tanque durante los últimos compases de la guerra (aunque del bando aliado), los desarrolladores suecos han creado un poderoso relato sobre el poder destructor de la ideología fascista. El tono es oscuro y pesaroso, con muchas imágenes de una orgullosa nación en ruinas y una dura mirada a la severidad con la que la Wehrmacht lidiaba con las deserciones, y la debacle moral de unos militares cada vez más conscientes de estar en el lado equivocado de la historia.

Pocas veces los videojuegos de acción bélica se interesan por recrear las vicisitudes del bando perdedor. No solo los derrotados, sino en este caso concreto también los cómplices, cuando no directamente culpables, de las mayores atrocidades de la historia humana. El trasfondo de El último tigre trata de suscitar la honestidad preclara de un Haneke en La cinta blanca (2009), y aunque no lo consigue, sí que adopta la misma postura sobre los orígenes del mal. En vez de perderse en soflamas patrióticas, o fantasías sobre una supuesta gloria en el combate, El último tigre se atreve a poner el foco sobre la miseria humana,  y cómo la devoción ciega a unos ideales puede llegar a destruirlo todo. Del resto de capítulos, solo Tiralleur consigue acercarse en términos dramáticos, pero los otros dos consiguen mantener un nivel competente en sus propuestas. Y puede que el grueso de los jugadores se acerque a esta saga por su incontestable dominio de los grandes enfrentamientos multijugador (la batalla de Rotterdam brilla con luz propia), pero en los tiempos que corren hay que agradecer que los desarrolladores sigan invirtiendo en modos narrativos que se atrevan a explorar nuevos caminos.

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Mirko Sabatino: "La venganza siempre es inútil pero aporta paz"

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