El Cultural

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En plan serie por Enric Albero

'The capture'. ¿Y si la verdad es falsa?

El thriller de la BBC, solvente y adictivo, nos obligará a desconfiar no ya de todo el mundo, sino de algunas de nuestras interacciones diarias a través de las redes sociales

3 enero, 2020 07:40

No he tenido que esperar al día de Reyes para regalarme la primera conspiración del año. El servicio de streaming Starzplay -que en España está disponible en las plataformas de Orange TV, Vodafone TV y Apple TV- estrenó el pasado 2 de enero The Capture, mini-serie británica de seis episodios escrita y dirigida por Ben Chanan (The Last Kingdom, The Missing) en la que un soldado que acaba de ser exonerado tras matar a un talibán en una misión es acusado de haber asesinado a su abogada la misma noche en que celebran la victoria en la corte.

Dicho así, ustedes podrían pensar que se enfrentan a un drama legal de togas ondeantes y hombres y mujeres empelucados, de alegatos trufados de malabarismos retóricos y de giros inesperados que desmontan las elucubraciones urdidas por una audiencia que ya había hecho sus apuestas sobre quién era el culpable a medida que iba acumulando informaciones. Pero el planteamiento de esta teleficción con el sello de la BBC no está tan interesado en el desarrollo judicial del caso a investigar como en inspeccionar la base tecnológica que subyace tras la comisión del crimen y que irá siendo revelada paulatinamente. Para entender mejor la afirmación anterior sería conveniente centrarnos en dos cuestiones incluidas en el primer episodio que nos permitirán abordar el análisis de la teleserie sin necesidad de destriparla en exceso, algo que, en esta ocasión quizá ustedes no me perdonen, puesto que de incurrir en el delito de revelación de secretos les arruinaré más de una sorpresa.

El soldado Shaun Emery (Callum Turner) ha pasado seis meses en prisión preventiva después de haber asesinado a un insurgente talibán en la guerra de Afganistán y recibir el correspondiente consejo de guerra. En el vídeo registrado por uno de sus compañeros -que llevaba una mini-cámara adherida al casco- se observa que el enemigo abatido estaba herido y también se escucha al soldado Emery pronunciar un “atrás, joder” que la acusación interpreta como un intento por ocultar su acción homicida al resto de la tropa. Para su exculpación será fundamental el testimonio de Marcus Levy (Paul Ritter), ingeniero de imagen y consultor de transmisiones televisivas, quien explica que la cámara utilizada por el soldado –“la GoPro de los pobres”- tiene una desincronización entre la imagen y el sonido que se acrecienta con el tiempo de uso: a más minutos de grabación, mayor retraso del audio con respecto a la imagen. La sincronización del vídeo probará que el “atrás, joder” no trataba tanto de esconder un presunto crimen al resto de sus compañeros, como de lanzar un grito de advertencia hacia un enemigo que podía abrir fuego en cualquier momento. Punto 1: Emery queda libre gracias a un argumento técnico relacionado con una grabación de imágenes y sonidos.

The Capture I Tráiler Oficial I STARZPLAY

Vayamos ahora a los títulos de crédito. Mientras aparecen los nombres del cast y de los técnicos involucrados en esta serie producida por NBC Universal, la pantalla nos mostrará imágenes de videovigilancia. Durante la mayor parte del genérico veremos dos imágenes yuxtapuestas que parecen idénticas pero que no lo son: ese uso del split screen nos invita, ya desde el arranque, a sospechar de todo aquello que veamos. A poco que nos fijemos, veremos que esos dos planos enfrentados que parecen iguales presentan pequeñas diferencias (¿son imágenes especulares? ¿angulaciones distintas?). De todos modos, en el tercer plano que compone el bloque de créditos nuestras dudas engordaran como si les hubiéramos transferido la carga de grasa contenida en los polvorones que nos hemos zampado estas fiestas: una pareja pasea por las dos imágenes que conforman el plano para, de repente, desaparecer de la parte izquierda de la pantalla y seguir presente en la derecha. Punto 2: las imágenes de las cámaras de vigilancia pueden ser alteradas.

Sirvan la secuencia de créditos y la prueba de cargo que aleja a Shaun Emery de la cárcel como introducción a un relato que, como ya habrán adivinado, habla de la instrumentalización de las imágenes para alcanzar justicia (y aquí es cuando justicia se torna un término viscoso y escurridizo). Será, de nuevo, una de las miles de cámaras de seguridad que hoy se reparten por las ciudades la que registre a Emery agrediendo a su abogada Hannah Roberts (Laura Haddock) y llame la atención de los operarios a cargo del sistema de videovigilancia público (cuyo eslogan es ‘Caring for the Community Through Vigilance’ que se corresponde con las siglas CCTV o circuito cerrado de televisión) cuya labor no es otra que informar a las autoridades sobre posibles delitos que hayan observado para que así los agentes de la ley actúen con la mayor prontitud. 

En un tiempo en el que la amenaza terrorista se ha convertido en la gran preocupación de las agencias de seguridad y en el que la aceptación como pruebas incriminatorias de grabaciones, escuchas y llamadas telefónicas no garantiza un procesamiento (mucho menos una condena) de los encausados, las imágenes adquieren el estatus de evidencia incontestable: si tenemos un vídeo de un señor meando contra la persiana del local de la empresa que lo acaba de despedir es que ese señor ha meado contra la persiana del local de la empresa que lo acaba de despedir. Punto final.

Pero ¿es eso así en la era digital? ¿Acaso no existen muchas otras posibilidades? Es cierto que una mini-serie como The Capture sería el pretexto ideal para iniciar un debate sobre teoría de la imagen y sobre cómo la irrupción de la tecnología digital nos invita a desconfiar permanentemente de todo aquello que invade nuestras pantallas. En ese sentido, de la creación de Ben Chanan -que no tiene ninguna ambición teórica- se deriva que, toda vez que una imagen se convierte en un dato, es susceptible de ser manipulada y, a grandes rasgos y siendo poco exhaustivos, eso es lo que el digital, si lo comparamos con el celuloide o el video analógico, permite (entre otras muchas cosas): el tratamiento y la alteración de esas unidades informativas y su desligamiento de un referente original (para que me entiendan: por más que en Casablanca se recreara un mundo que no era real, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman estaban frente a la cámara que los ‘capturaba’… Hoy ‘vemos’ a Peter Cushing actuando en una película de 2016 -Rogue One- cuando lleva muerto desde 1994: las imágenes ya no garantizan la existencia de un referente físico previo, puede no haber analogía. Ya me callo, perdón).

Convendrán conmigo que, como punto de partida para urdir una conspiración, el material es magnífico. Y a ello se entrega con denuedo un Chanan -único guionista y director de la serie- que firma un thriller cargado de tensión que, como establecen las pautas del subgénero, nos obligará a desconfiar no ya de todo el mundo, sino de algunas de nuestras interacciones diarias a través de las redes sociales: las stories de Instagram, los videos del fin de curso de tus hijos o las fotos del último viaje a Socuéllamos pueden ser utilizadas para ‘crear’ realidades alternativas; la virtualización de la vida es, a su vez, una fuente de datos reutilizable (y mutable). Porque, sin ponerse estupenda, a poco que rasquemos la capa de trhiller high-tech con que la fotografía azulada de Rasmus Arrildt baña The Capture, nos toparemos con conceptos como fotorrealismo -la creación de imágenes por ordenador a partir del cruce de datos; esto es, que no necesitan un referente real- o deepfake se nos aparecen en forma de una serie de usos que, salvo que sean unos paranoides como yo, jamás se les hubieran ocurrido. Un supuesto: van a pasar un control de seguridad a un aeropuerto, hay una cámara para el reconocimiento facial que verifica que el señor del pasaporte y tú sois la misma persona, esa imagen queda en una base de datos… Ahora imagínate que pones las noticias y te ves empuñando un arma y disparando a, yo que sé, alguien que te caiga especialmente mal como Pablo Motos o Joffrey Baratheon (algo que, por supuesto, ni tú ni yo haríamos jamás). Pues The Capture viene a decirnos que eso se puede hacer y que quien sabe si algunos gobiernos no lo estarán haciendo ya. De hecho, esa es la teoría sobre la que se sustenta la serie: cómo los servicios secretos -británicos y americanos, en este caso- pueden fabricar imágenes que sirvan como evidencia ante un tribunal. En esta nueva versión de “el fin justifica los medios” se trata de explotar las prestaciones de la tecnología digital y la inteligencia artificial para “convertir en realidad” unos hechos que, según las informaciones y los indicios recabados por los agentes de la ley, han sucedido, pero de los que no se tienen imágenes. Como afirma Danny Hart (Ben Miles), comandante del SO15, la unidad antiterrorista del Reino Unido, “es la verdad recreada”. La serie pone como ejemplo la foto tan famosa como falsa del capitán Grant en City Point durante la batalla de Petersburg.

Para ser más claros: si los servicios secretos saben positivamente que determinados individuos han mantenido reuniones periódicas en distintos lugares, si tienen grabaciones telefónicas en las que se les oye hablar de cometer actos terroristas y si se les ha visto comprar material que se utiliza en la fabricación de explosivos en grandes cantidades, se “elabora” un video en el que se les ve cargando con varios kilos de peróxido de acetona, un video que, lógicamente, se introducirá en la red de cámaras de seguridad del estado y pasará a constituirse como prueba. Chanan plantea, utilizando el motivo del falso culpable, una lucha entre los poderes ocultos de los estados y un grupo de defensores de la ley que ha averiguado la existencia de esa práctica llamada ‘Corrección’ cuya exposición pública servirá para acabar con ella, puesto que vulnera los más elementales fundamentos del derecho y de la libertad individual.

El uso del footage a conveniencia para alcanzar un objetivo es, a su vez, una metáfora de la propia teleficción, en la que los cambios de punto de vista y la ruptura de la linealidad temporal son constantes - aunque la narración sigue las investigaciones de la agente Rachel Carey (Holliday Grainger) y del propio encausado, que quiere probar su inocencia, cambia de focalización cuando le interesa. Su mayor logro, gracias a esta estrategia basada en la dosificación de la información, es mantener la tensión a lo largo de sus casi seis horas de duración, puesto que la sucesión de misterios va en aumento conforme avanzan los minutos: ¿será Emery culpable? ¿dónde está el cadáver de Hannah Roberts? ¿los vídeos son falsos? ¿cómo y quién los ha hecho? ¿y cómo han logrado hacerlos ‘en directo’?

Mission Impossible Opening

The Capture establece conexiones directas con hechos extraídos de la realidad, desde los usos de la inteligencia artificial al caso Snowden, y también está emparentada con series como Person Of Interest (Jonathan Nolan, 2011-2016) o películas como Enemigo público (Tony Scott, 1998) o La red (Irwin Winkler, 1995) que ya anticipan en clave de thriller algunos de los temas que aquí se tratan. Ahora bien, en su obsesión por la multipantalla me gusta pensar en la creación de Ben Chanan como un correlato temático del cine de Brian de Palma, alguien que siempre se ha preocupado por ese triangulo que forman el sujeto que mira, el objeto que se ve y la representación que media entre ellos y que modifica la percepción (y el significado). El papel crucial que en Misión: Imposible (1996) jugaban las máscaras y la escenografía aquí lo desempeña la manipulación directa de las imágenes (la máscara digital). Si en esa y en otras películas del director de Femme Fatale (2002) esa alteración era analógica y tenía lugar, por emplear términos cinematográficos, en la fase de producción -el grupo de espías comandado por Ethan Hunt (Tom Cruise) recreaba un escenario que las víctimas del engaño y los espectadores percibíamos como real hasta que la representación acababa y nada era lo que parecía-, en The Capture esa modificación ya es mixta, y aunque también hay ‘producción’, la mayoría del trabajo se hace en la mesa de montaje (al igual que en esa secuencia inicial de la película de De Palma, la serie también explica ese proceso de construcción)

The Capture es entretenimiento solvente y adictivo que se apoya en un casting plagado de rostros familiares en el que la presencia de Ron Perlman como Frank Napier, el capo de la CIA en Londres, y la fugaz aparición de Famke Janssen como jefa-de-todo-esto, le ponen la guinda al pastel. Si quieren hacer dieta, esta serie no les vale, es de las de atracón. 

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