El incomodador por Juan Sardá

Vidas cruzadas en la Barcelona olvidada

10 septiembre, 2013 12:37

Mientras los documentales sajones tienden a la pesquisa, los europeos prefieren la contemplación. Los trabajos que nos llegan de Estados Unidos suelen partir de un misterio o una pregunta cuya respuesta intentan desvelar, véase el reciente gran éxito de Searching for Sugarman. Bajo el paraguas del "documental de creación", o la etiqueta "película documental", en Cataluña muy especialmente ha habido un boom de este tipo de producciones cuya expresión máxima es En construcción de Guerín. Son filmes caracterizados por un ritmo lento, la querencia por personajes marginales y un tono melancólico. La plaga, que acaba de llegar a algunos cines de nuestro país tras su paso por la Berlinale y una meritoria selección de festivales internacionales, se adscribe plenamente a este género.

No es casualidad que Isaki Lacuesta, quien triunfó con películas del estilo como La leyenda del tiempo, esté en la producción de este debut de Neus Ballús, cineasta que pasó por el máster de la Pompeu Fabra de documental de creación, el más notorio de nuestro país. Durante cuatro años, la directora reflejó la vida cotidiana, y la intimidad, de una serie de personajes que viven en el extrarradio de Barcelona en condiciones de precariedad. Retrato colectivo de unos seres muy distintos pero unidos por una suerte de tozuda tenacidad frente a los muchos avatares del destino, La plaga nos presenta a un rumano que trabaja en el campo mientras entrena para competir en campeonatos de lucha libre, una anciana incapaz de valerse por sí misma pero plenamente lúcida, su cuidadora filipina, el payés que da trabajo al rumano y su familia y una prostituta en horas bajas.

Son demasiados personajes para una película de escasa hora y media y a veces al filme es un poco disperso. En un principio, los personajes marginales pueden asustar un poco ya que este tipo de documentales siempre los prefieren (otro clásico son los internos de un psiquiátrico) pero Ballús demuestra verdadera sensibilidad a la hora de acercarse a sus vidas. La música resulta un tanto enfática y a veces la manifiesta poca naturalidad de los protagonistas genera un efecto extraño, pero la cámara capta, aquí y allá, momentos intensos de verdad como la desolación de las enfermeras del geriátrico cuando mueren los ancianos o la conversación del rumano con su amante despechada. Las escenas de lucha libre, que sirven como metáfora de la lucha diaria que es la vida, poseen fuerza simbólica.

Sin duda, el personaje de la anciana, a quien está dedicada la película, es lo mejor de un filme que muestra algunas de las limitaciones del documental de ficción pero también parte de su grandeza. Una película que merece la pena ver de una nueva cineasta a tener en cuenta.

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Image: Gonzalo Torné

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