'Duelo a garrotazos' de Francisco de Goya.

'Duelo a garrotazos' de Francisco de Goya.

A la intemperie

El laberinto español (otra vez)

El ensayo de Gerald Brenan sobre nuestro país es un clásico de la política y el mundo social muy socorrido en épocas convulsas.

20 septiembre, 2023 03:18

El ensayo de Gerald Brenan sobre nuestro país, El laberinto español, es un clásico de la política y el mundo social muy socorrido en épocas convulsas. Estoy ahora por asegurar que, de no estar en la Comunidad Europea y haber pasado casi un siglo de todo cuanto vino después, la terrible Guerra Civil, estaríamos de nuevo tirándonos los trastos a la cabeza y la sangre corriendo por las calles.

El laberinto español sigue en su lugar exacto, los colores no cuentan, todo es negro o todo es blanco. El blanco trata de eliminar del juego político al negro y el negro hace lo mismo cada vez que puede. Ortega y Gasset y otros muchos se fueron a París. Goya se exilió en Francia, junto a otros ilustrados y afrancesados, y murió en Burdeos, pero antes nos ilustró el laberinto con aquellos dos compatriotas embarrados hasta la cintura, hundiéndose los dos, pero sin dejar de pegarse garrotazos.

Hasta la muerte de los dos, que es de lo que se trataba. Anduvimos en esas batallas  con las guerras carlistas, aunque hoy ni los políticos saben lo que era un requeté, pero esa es la España negra y eterna, por la que se suicidó Larra y otros tantos, por la que se exiliaron tantos que fueron a morir a otro país sin dejar de pensar en el nuestro. Antonio Machado, por ejemplo, que cantó los mismos defectos inmensos de España con el gran sentimiento poético del ser humano excepcional que era.

[Gerald Brenan. Poesía (1912-1977)]

Ahora mismo, en esta situación laberíntica que estamos, salimos a la calle, como si tal cosa, y la gente sigue caminando igual: como si tal cosa. Como si no estuviera pasando nada. Pero no podemos olvidar, a la hora de buscar responsabilidades, que somos nosotros quienes elegimos a quienes llamamos, muchas veces con desprecio, a los políticos, que son nuestros representantes y nuestros administradores en esta democracia tan afligida hoy en día.

Gente hay, y muy leída y sabida, que dice que, de todos modos, el pueblo vota y a veces se equivoca. Si nos equivocamos todo el tiempo individualmente, no es desechable la idea de que el pueblo, colectivamente nosotros, nos equivoquemos al votar a nuestros representantes legales y legítimos.

¿Qué hacer hoy? Hay un deseo nada oculto, por parte de minorías que se creen mayorías, de derrocar las leyes de la Transición española a la democracia, el llamado régimen del 78, que si no es sagrada fue un gran acierto que unió voluntades, ideologías, ideas y partidos (que no son la misma cosa aunque muchas veces se confunda tanta gente) para saltar a la libertad en la hora de la muerte de la dictadura franquista.

[El 'caso Soria': “Parece que veo en aquella mesa la cabecita de un asesino”]

El resultado de aquella gozosa algarabía de paz fue la Constitución. Bien, pues esas minorías quieren asaltar la Constitución y dar un brinco en el aire hacia no se sabe dónde, lo que algunos llaman ahora la República sin pararse a pensar en lo que hemos vivido durante cuarenta años. Como si todo hubiera sido un desastre.

Francisco Ayala, a quien Umbral cruelmente llamaba “escritor sin lectores”, se declaró España”, que era, por fin, la unión de las otras dos que el poeta dijo que nos iba a helar, de una u otra manera el corazón, las dos Españas manejadas por el gallo negro, a un lado, y el gallo rojo, al otro. El final era la guerra, la guerra interminable que ha sido siempre el laberinto español.

En esta crisis institucional que estamos viviendo ahora, también hay soluciones. Y están a la vista de cualquiera. Son las élites, los gallitos de las élites españolas, los que no quieren que exista la “tercera España” de Ayala, a la que me apunté desde hace años, sabiendo que las minorías son lo que son hasta que faltan al respeto a las mayorías, las mismas que se falta al respeto a sí mismas y a los que estamos con las mayorías.

[Francisco Ayala, la literatura como misión]

Siempre hubo independentistas, siempre hubo extremistas, siempre hubo destructores, siempre hubo canallas de toda laya que querían hacer imposible que España fuera un país igual que otro cualquiera, que viviéramos en paz y resolviéramos nuestros conflictos con la palabra y el pacto. Siempre hubo, y hay que decirlo con dolor y pena, constructores de esa España que echamos de menos hoy de nuevo, de esa España que rompiera con el terrible y nefasto laberinto español y entrara en el mundo de las naciones civilizadas y modernas.

Ahí estamos todavía, al borde del abismo, con un agravante: hoy no hay constructores sino niños discutiendo en un patio de colegio, peleándose al margen de quienes los han votado mayoritariamente para que mayoritariamente resolviéramos nuestros siempre hablando y siempre en función de las grandes mayorías con respeto a las minorías, que tienen el mismo derecho que las mayorías a ejercer su libertad. Siempre hay una solución cierta.

Otra cosa es que no haya hombres de altura que sepan de verdad la circunstancia que estamos viviendo. Por supuesto que estoy hablando de pactos entre los dos grandes partidos. Pero estamos otra vez en Goya, estamos en el mismo laberinto español y en aquellos dos palurdos dándose golpes como si les fuera la vida en ellos.

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