Image: Los destellos de la Antigüedad

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Exposiciones

Los destellos de la Antigüedad

Lujo. De los asirios a Alejandro Magno

19 abril, 2019 02:00

Placas de oro, accesorios para ornamento en la ropa. Irán, 600-400 a.C.

Caixaforum. Avda. Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8. Barcelona. Comisaria: Alexandra Fletcher. Hasta el 11 de agosto

La Obra Social "la Caixa" puso en marcha un ambicioso programa de colaboración con los grandes museos -el Louvre, el Prado, el British- para presentar una selección de sus valiosos fondos en diferentes centros culturales de la entidad. Ahora, con el significativo título de Lujo, la presente muestra aglutina más de 200 piezas entre objetos suntuarios (ornamentos, espejos, copas, marfiles, cajas ricamente decoradas, frascos para cosméticos, joyas, monedas, etc...) y relieves, elementos de mobiliario y esculturas realizados, todos ellos, entre el 900 y el 300 a.C., durante un periodo que comprende desde los antiguos imperios asirio, babilónico, fenicio y persa hasta Alejandro Magno. Todo procede del British Museum de Londres, que ha producido esta exposición itinerante que se presenta primero en Caixaforum Barcelona.

Aquellos antiguos imperios se asentaron en un área comprendida entre las actuales España y la India que formaba una vía de comunicación entre Asia y el Mediterráneo. Fue una red comercial de mercancías, materias primas y también de artículos suntuosos -realizados en buena parte por artesanos fenicios- que en aquel periodo aumentan su producción y adquieren un especial refinamiento y variedad. Pero al mismo tiempo, el antiguo Oriente Próximo fue escenario de conflictos bélicos incesantes, violencia extrema y saqueos, porque los antiguos imperios basaron buena parte de su economía en una estrategia de guerra y de pillaje. En este contexto, el lujo, la opulencia, la ostentación, definirán las relaciones del poder político y del poder económico de aquellas antiguas civilizaciones. La acumulación de riquezas era un objetivo militar fundamental: reforzaba el poder y limitaba al enemigo.

Una de las primeras piezas -y de más volumen- que encuentra el visitante en el recorrido resume el espíritu de la exposición. Se trata de un relieve procedente del palacio de Nínive fechado entre 645-635 a.C. que representa el ataque del ejército asirio a la ciudad elamita de Hamanu, al sur de Irán. Los militares asirios destruyen este asentamiento mientras las llamas asoman al fondo. A las puertas de la ciudad otros soldados transportan el botín de guerra que, entre otros objetos, comprende calderos -como los que se exhiben también- y mobiliario.

La idea íntima que anima esta muestra es el deseo de posesión, la opulencia. La exhibición del poder de ayer es el mismo que el de hoy

En las introducciones del catálogo se explican las intenciones de esta exposición, que no son banales: se insiste en el vínculo entre el mundo antiguo y el actual, como si se tratase de explicar que hay algo del pasado en nosotros y que existe una dimensión eterna de la naturaleza humana que se expresa igualmente en el pretérito y en el presente que se seguirá manifestando en el futuro. Es decir, una apetencia de lujo, oro, confort... Esta es la idea íntima que anima la muestra: el deseo de posesión, la opulencia, la exhibición del poder de ayer es el mismo que el de hoy. Ahora bien, en la presentación de la exposición Sir Richard Lambert, presidente del patronato del British Museum, manifestó de una manera espontánea, sin asomo de ironía, un aspecto sumamente revelador: "cuando pienso en lujo pienso en los Beckham". Efectivamente se refería a los esposos David y Victoria Beckham, exfutbolista él y ex-Spice Girl ella, y su carrusel de excentricidades millonarias aireadas constantemente por los medios. Sir Lambert inspiró sorna entre los asistentes, pero acaso este sea uno de los puntos clave de la propuesta: la idea del arte como tesoro. Es como un espejito que brilla en un escaparate: su valor radica en su inaccesibilidad y en el centelleo que atrae miradas.

Cabeza de un devoto masculino del Santuario de Apolo-Reshef. Chipre, h. 510 a.C.

En los últimos años se han organizado exposiciones excepcionales que planteaban un diálogo, directa o indirectamente, entre la arqueología o sociedades primitivas y el presente. Recuerdo, entre otras, Las casas del alma (1997), La fundación de la ciudad (2000) o más recientemente Antes del Diluvio. Mesopotamia 3500-2100 a.C. (2012) -esta última presentada en los centros CaixaForum de Madrid y Barcelona- comisariadas todas ellas por Pedro Azara. En estos casos se expresa ante todo un misterio, un misterio que sigue vigente. Si es posible dialogar con aquella civilización extinguida es porque, según dijo un inspirado filósofo, se trata "de ver lo que el pasado puede decir todavía al presente, y qué respuesta podemos dar nosotros a sus misterios".

¡Cómo no emocionarse ante los relieves del famoso palacio de Nínive (fechados entre el 704 y el 635 a.C.) localizado en el actual Mossul que ha sufrido la ira de los yihadistas! ¡Cómo no vibrar frente al tesoro de Oxus, datado entre el 550 a.C. y el 330 a.C., una fabulosa colección de objetos de plata y oro de la antigua Persia! ¡Cómo no impresionarse con las que se consideran las primeras monedas de la historia de la humanidad hacia 600-550 a.C! Pero hay aquí que abstraerse de los Beckham, de Sir Lambert y de los límites que impone una exposición. Explica el intelectual francés Jean Genet que ante las vitrinas de arte egipcio y una estatua de Osiris del Louvre experimentaba miedo. Aquellos objetos e ídolos poseen una naturaleza mágica y divina a pesar de estar encerrados -enjaulados- en un museo: Osiris es y sigue siendo un dios a pesar de todo. Metafóricamente reivindica la naturaleza sobrenatural de aquellos objetos exhumados del fondo de una tumba y del misterio de la vida. Y reivindica, también, una manera respetuosa de dirigirse y hablar con ellos, las condiciones de un diálogo yo-tú con aquel universo.