Image: Jorge Perianes: Al arte le es difícil mentir

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Exposiciones

Jorge Perianes: "Al arte le es difícil mentir"

18 noviembre, 2016 01:00

Jorge Perianes. Foto: Simone Gallucci

Sus obras ponen en entredicho nuestra percepción y, muchas veces, nuestra propia identidad: bichos que se comen las plantas, velas que no se pagan y cigarrillos que auguran una larga espera. Jorge Perianes vuelve el sábado 19 a la galería Max Estrella para hablar de Alucinaciones, de lo confuso, bello y ambigüo que es el mundo que nos rodea.

Siempre trata de confundirnos. A Jorge Perianes (Orense, 1974) le gusta desafiar los límites de las disciplinas y coquetear con las identidades múltiples. Aunque se expresa desde lo tridimensional, siempre parte de una esencia pictórica. En muchos casos, su obra escultórica es pintura que se vale de la poética del objeto y de un marcado carácter escenográfico. Pronto despuntó de entre los artistas de su generación, pero en 2008 obtuvo el aplauso institucional. En el MARCO de Vigo colocó un cerro gallego en medio del museo con un mordisco en la cima. El tajo permitía contemplar la composición interna de esta singular colina y recordarnos la vulnerabilidad del medio natural frente a la intervención excesiva del hombre. Tres años después, en Abierto x Obras de Matadero Madrid, dió otro salto hablando de Categorías y dualidades: en el sótano se gestaba la vida, aparecían brotes de naturaleza echando raíces, y en el desván vivían los recuerdos, el paso de un tiempo que no cesa.

También hay un reloj en la exposición que inaugura mañana 19 en la galería Max Estrella de Madrid. Es de cuco aunque en vez de pájaro hay un pitillo. Esa es su iconografía, siempre barroca: colillas, manzanas, árboles, casas, mordiscos, agujeros... También la encontramos aquí, donde la pared principal de la galería aparece triplicada y genera un espacio de suspense. Más si cabe, porque hay velas que no se apagan, espejos donde no es posible reflejarse y copas torcidas que invitan poco al brindis... El título, Alucinaciones, no defrauda. "Son visiones alucinadas de lo real, dislocaciones y alteraciones mínimas que provocan la duda sobre lo percibido o nos hacen dudar de la propia percepción. El arte siempre debe ser un elemento perturbador", explica.

Pregunta.- "Lo real" parece pivotar en todos sus proyectos. ¿Qué entiende por realidad?
Respuesta.- Es una construcción, individual y colectiva, que todos deberíamos analizar. A mí lo que me preocupa es lo real como ciencia aprehensible. Me interesa el conocimiento fallido, esas ilusiones sustitutas, hablar de una confusión de los sentidos, constatar cómo lo irracional persiste y se mantiene, y cómo lo racional sucumbe por ser cuestionado desde mil frentes.

P.- ¿Habla de neurociencia?
R.- Sí. Uno de los problemas más interesantes de la neurociencia es entender cómo el cerebro enlaza o une una imagen fragmentada para generar una imagen coherente. En ese momento conocido como enlace es donde mi obra se detiene. La construcción de la mente es uno de los temas centrales de la exposición, sobre todo cómo el cerebro inventa, e incluso fabula, en qué se basa para ello, cuáles son sus motores y cuál es su porqué. Digamos que mi trabajo invita a reflexionar sobre la artificialidad, la reconstrucción mental, la cosificación, lo momentáneo y lo caduco como elementos para juzgar lo real.

Una de las obras de la exposición

P.- ¿Lo que viene a recordarnos es que vemos con el cerebro, no con los ojos?
R.- Sí, y que procesamos lo que vemos en el interior del mismo, aunque eso no quiere decir que coincida con lo que es real. La memoria, por ejemplo, es un ejercicio de construcción mutable.

P.- Haga ese ejercicio y vaya hasta sus primeras obras. ¿Cómo ha cambiado su trabajo desde entonces?
R.- Los primeros proyectos eran muy coloristas, y de alguna manera con muchas pistas y anclajes para el espectador, aunque me gustaría que mis obras se explicasen solas. El arte transmite sensaciones y a partir de ellas uno debería plantearse preguntas e intereses, profundizar si le cautiva. Mis obras están hechas para sumergirse en ellas y para que resistan miradas sucesivas, espero. Aunque hablen de las trampas de la percepción, nunca hay nada impostado. Al arte le es difícil mentir.

P.- ¿Hay un hilo conductor?
R.- Una reflexión sobre el ser humano, un intento de entenderlo. En eso soy ambicioso.

P.- ¿Lo consigue mediante la poesía?
R.- La poesía es el lenguaje propio del arte, es su esencia última al margen de modas. Es lo más difícil de conseguir: un discurso poético bien entendido que no obvie un concepto tan amplio como la belleza, ni la reflexión profunda.

P.- Sus obras destilan, también, una reflexión sobre lo que está y lo que no, la vida y la muerte. Hay brotes verdes e insectos que se los comen. De hecho, la mosca suele ser habitual en sus instalaciones. ¿Por qué?
R.- Por un lado, los insectos, como la mosca, son los que descomponen la materia y están asociados a la muerte. Por otro, la botánica es vida en movimiento, lenta pero continua, y ‘habla' de manera muy particular. Lo que trato es de establecer un diálogo entre ambos elementos, entre la vida y la muerte. Un lugar que define muy bien el término inglés still-life. Me interesan unir opuestos para tratar de atisbar nuevos significados.

P.- Still-life alude a la naturaleza muerta, al bodegón. ¿Qué plantea más allá?
R.- Una búsqueda, un diálogo con el mundo planteado en un lenguaje no verbal. A priori, no planteo nada, sino que analizo lo que veo y a partir de ahí surgen imágenes en mi cabeza que acaban teniendo autonomía propia. Un proceso que tiene algo mágico.

P.- ¿Arroja una crítica directa a la sociedad del espectáculo?
R.- No sé si es directa, pero está, sí. La velocidad, el excesivo consumo, la felicidad asociada a lo cuantitativo... Todo ello me repele. Me preocupa lo que nadie parece echar en falta: la ética. Desde la posmodernidad, la realidad aparece cada vez más fragmentada e incompleta, discontinua y caótica. Los discursos se desmoronan a la vez que lo hace nuestra capacidad de atención y profundización. Me gusta la autocrítica severa.

P.- Haga gala de ello. ¿Qué es lo mejor y lo peor de su trabajo?
R.- Lo mejor es que tengo al público presente, que siempre pienso en él y que no hago un trabajo solipsista, y lo peor viene derivado de tener al público presente, de que esas pistas simplifiquen el discurso de la obra.

P.- ¿Y qué opina del arte contemporáneo en general? ¿Hay mucho arte malo?
R.- Hay de todo, pero abunda lo políticamente correcto, la excesiva cautela, el cinismo y el sarcasmo, el formalismo y lo puramente ornamental. Si todo ello se difunde en exceso y se transmiten mensajes erróneos, el horizonte artístico se confunde. Hoy no abundan las identidades fuertes, no es su momento histórico, pero las hay muchas veces silenciadas. La esencia del arte es la rebeldía. Y otro apunte: todo buen artista tiene un punto de ingenuidad e ilusión, que no incultura e ignorancia.

P. ¿Qué debate sobre arte pondría encima de la mesa?
R.- Uno para reflexionar sobre el tejido museístico español inutilizado y los espacios sin contenido o sin continuidad. Han cerrado muchas galerías pero, ¿cuántos museos? ¿En qué difiere lo público de lo privado? ¿Quién sostiene el arte español? ¿Qué agentes son capaces de dar posibilidades?

P.- ¿Por dónde pasa su futuro?
R.- Sigo investigando sobre los mismos temas, aunque el futuro pasa por eliminar lo superfluo.

@bea_espejo