Image: Marina Núñez, imágenes para videntes

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Exposiciones

Marina Núñez, imágenes para videntes

El fuego de la visión

18 diciembre, 2015 01:00

Monstruas, 2008

Sala Alcalá 31. Alcalá, 31. Madrid. Hasta el 27 de marzo

Hacía falta una retrospectiva de Marina Núñez (Palencia, 1966) en Madrid. Desde que en 1992, con apenas veintitrés años, fue seleccionada en la convocatoria Circuitos, la artista ha desarrollado una de las trayectorias más sólidas y coherentes de nuestro panorama artístico. Aportando una mirada que, en esta exposición comisariada por José Jiménez, se hace eje, a través de sus muy diversas representaciones iconográficas del ojo, revelado como auténtica obsesión de la artista. Y que aquí se recorre, a partir de su cuestionamiento desde una perspectiva de género en el inicio, el escenario no menos inquietante de un universo posthumano en la última década.

El hecho de que la mayoría de las piezas e instalaciones más importantes de este último periodo hubieran sido producidas para centros "periféricos" (entre ellas, Ciudad fin, para MUSAC en 2009; Demasiado mundo, para el Centre del Carmen, en 2010; Organismo, para el Centro Niemeyer en Avilés, 2010, o El infierno son nosotros, en la Capilla del Patio Herreriano en 2012) dan cuenta del interés que ha despertado su producción. Y que no se hubieran visto en la ciudad en la que vive y trabaja la artista, hacen esta exposición doblemente necesaria.

Más de medio centenar de obras, en variadas técnicas, del dibujo y la pintura al óleo, a la infografía y el vídeo editado en 3D, dispuestas en un montaje que por fin deja el espacio de Alcalá 31 diáfano y que redescubrimos como galería, son presididas por la proyección de la figura del hombre vitruviano, adoptado por Leonardo, pero ahora convertido en monstruo con sus extremidades multiplicadas y desprendido de la estructura circucuadrangular: reverso del canon de la perfección del hombre. Todo un alegato para adentrarse en una poética alentada por la defensa de la alteridad: poblada por seres en transición, al otro lado del espejo de la rígida racionalidad patriarcal. Allí donde habita lo siniestro. Allí donde la carne desafía la ilusión del hiperespacio. Allí donde lo fluido desestabiliza la identidad y la permanencia del orden impuesto.

Destruir y acabar con lo viejo para crear un futuro nuevo es una convicción que signa nuestra cultura en la Modernidad. Todavía a comienzos del siglo XXI, ante la amenaza de un cambio climático que parece irreversible y cuando vamos asumiendo nuestra condición de ciborgs, la ciencia-ficción ilustra la devastación de nuestro mundo, con espectacularidad y violencia. Imaginar otros espacios y metamorfosis con sus experimentos y errores frankeinsteinianos ante la imposibilidad real de abandonar nuestros cuerpos, es el telón de fondo sobre el que Marina Núñez ha ido profundizando, en oposición a los productos de consumo audiovisual y de la literatura pseudocientífica, lastrados por gastadas narrativas.

Frente a la banalidad, su trabajo bien asentado sobre un amplio fondo iconográfico, desde la fascinación por el infierno medieval al asombro de lo maravilloso y convulso surrealista, vierte nítidas y elegantes imágenes. Paradójicamente, siempre fiel a la estética de la abyección, con la que hurga con morbosidad en la herida: pulsando el arco sensible de la ansiedad, el delirio, la alienación.

El infierno son nosotros, 2012

Capas de carne se desmoronan, iris translúcidos y sanguinolentos se multiplican y nos vemos reflejados en toda suerte de deformaciones. Estamos ya al otro lado del espejo. Traspasar puertas de la percepción o quedarnos flotando en la alucinación de nuestros reflejos inestables son invitaciones que Marina Núñez nos propone como espectadores mutantes, videntes.

La fe en la visión, esto es, en la percepción visual y en la mirada para crear y transformar en este mundo decadente, como muestra esta exposición, ha sido una constante en su trabajo. Ojos que miraban desde el cuadro un interior burgués y ojos de los que manan cabellos dieron paso a ojos que se desprendían de la figura, o acechaban en el bosque nocturno. Luego llegaron las negras cavidades de calaveras entre los esqueletos de arquitecturas oxidadas tras la destrucción. Y después, los ojos que saltan curiosos, sin dejarse atrapar entre pantallas de viejas y nuevas urbes.

Mientras tanto, el formato circular del iris ha ido conquistando la concepción de sus imágenes, con túneles desde los que sus personajes nos miran e interpelan y lentes de ojo de pez con inscripciones perversas. Y en las últimas obras, ya directamente emerge la decisión por el formato oval del ojo. Para el psicoanálisis, su imagen onírica, como la boca, encubre el genital femenino. En esta exposición encontramos grietas ovales con cadenas moleculares que giran en algoritmos perfectos hasta que se deshacen. En la gran instalación, El fuego de la visión, a partir de la proyección oval de ojos cristalinos Marina Núñez ha concretado su visión más contundente: del iris crece la carne tierna y rugosa, pero fértil y raíz de otros filamentos y organismos. Un manifiesto sobre el poder germinador del arte y la capacidad transformadora de la mirada lábil, ni dominadora ni dominada.

@_rociodelavilla