Image: Guillermo Pérez Villalta, retablo para la meditación

Image: Guillermo Pérez Villalta, retablo para la meditación

Exposiciones

Guillermo Pérez Villalta, retablo para la meditación

Guillermo Pérez Villalta

5 diciembre, 2014 01:00

Detalle de San Lucas o la pintura icónica, 2012

Galería Fernández-Braso. Villanueva, 30. Madrid. Hasta el 10 de enero. De 12.500 a 60.000 euros.

Fiel a la cita bienal o trienal que Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) cumple desde hace años en Madrid, mostrando sus trabajos realizados durante los años precedentes, lo hace por primera vez en la galería Fernández-Braso, quien ya contaba con algunos nombres fundamentales del arte español surgidos en la década de los 70 y que se ha hecho, en los últimos tiempos, con varios de los más conspicuos de ellos y que trabajaron antes con Soledad Lorenzo.

La exposición la componen más de 40 cuadros de diferentes formatos, muchos de ellos de pequeñas o medianas dimensiones; una opción que para quienes sospechen que responde a una estrategia comercial coyuntural, el propio artista se encarga de desmentirla con una argumento propio sólo de un pintor preocupado por sus cosas: "El pequeño tamaño me permite mayor dominio de la obra, un campo de visión próximo que abarca el plano de trabajo en su totalidad, así como lograr más minuciosa atención a la pintura y la pincelada", explica.

No espere aquí el espectador, tanto el aficionado que le haya seguido algún tiempo, como el que sepa de su trabajo desde siempre, sorpresas distintas a las que habitualmente nos tiene acostumbrados Pérez Villalta, aunque exposición tras exposición, vemos cómo su extenso abanico de intereses plásticos e históricos no deja de crecer, con variantes cromáticas sustanciales y nuevos formatos de los lienzos, como aquí vemos en los que juegan con la geometría. No hay en él saltos al vacío, como no hay tampoco concesiones. Lo que siempre circula en sus obras es un análisis del discurso dominante en la escena artística, especialmente en la pintura española. Porque un punto que nunca es señalado lo suficiente es que además de su variada práctica arquitectónica y artística, Guillermo Pérez Villalta es autor de un aparato teórico firme, independiente y libre, que merece tener en cuenta por sus conceptos y asertos respecto del arte, como por el debate que abre con otras teorías que se creen contemporáneas. ¡Cómo si las suyas no lo fueran! El suyo es un calado humanístico hoy imprescindible para quien no quiera verse apresado en la ceguera y la desmemoria de un presente permanente y ubicuo.

Señalaré sólo algunas de las ideas que apunta en esos escritos y que circulan en muchas de sus pinturas. Son sus temas de fondo. Pérez Villalta habla de la ambición de ser consciente de qué es el ser humano, de la importancia de reclamar el placer y el eclecticismo entendido como fórmula fluida de la libertad de conocimiento. También, de una contemplación de lo sagrado y lo religioso desde una posición descreída, en unas imágenes consistentemente bellas. Sus notas sobre cada nueva obra que ahora expone, editadas en un pequeño catálogo, trazan un itinerario mágico por la exposición, relacionando sus obras más antiguas con las más nuevas. Ayudan a comprender la grandeza del artista, un asilado trotamundos oculto en su taller de Tarifa para así explorar su propio universo.

Sólo desde esa posición, me resulta comprensible que de las mismas manos y del mismo entendimiento surjan dos obras tan iguales y distintas como las tituladas San Lucas o la pintura icónica y Sagrario. La primera es una combinación de símbolos renacentistas y duchampianos, con un homenaje encubierto a su Etant donnés, así como alusiones a las preferencias mobiliarias de su desaparecido amigo, el también artista Sigfrido Martín Begué; la segunda obra es una ventana por donde entrar o por la que escapar; citando sus propias palabras, "un pequeño retablo de meditación". Las dos perfectas.