Exposiciones

Las obras clave de la exposición

Velázquez y la familia de Felipe IV

4 octubre, 2013 02:00

Velázquez: La infanta María Teresa, 1651

Metropolitan Museum, Nueva York

María Teresa era la única hija que le quedaba a Felipe IV cuando se casó con Mariana de Austria a finales de 1649. Eso la convertía, a principios de los 1650, en pieza fundamental para la cuestión sucesoria y para el establecimiento de alianzas políticas. Su matrimonio con Luis XIV en 1660 puso fin a la larga guerra con Francia. En ese contexto, surgió este retrato, uno de los más brillantes de Velázquez. Es, además, uno de los préstamos extraordinarios de esta exposición.


Juan Carreño de Miranda: Carlos II como gran maestro de la orden del toisón de oro, 1677

Colección Harrach. Rohrau, Austria

Ningún retrato de Carlos II alcanza la eficacia comunicativa de este imponente cuadro de Carreño, de brillante combinación de rojos, dorados y marfiles. Lo pintó junto al de Mariana de Austria, madre de Carlos II, una pareja de retratos que son los únicos que han funcionado como tal desde la época del pintor hasta nuestros días. Desde un punto de vista iconográfico, se han invertido los términos de la relación entre el rey y su madre, lo que refleja cambios importantes en el equilibrio de poder. En 1677, año en que está pintado este retrato, Carlos II tenía 16 años y desde los 14 reinaba sin tutela.


Juan Bautista Martínez de Mazo: La familia del pintor, 1664-1665

Kunsthistorisches Museum, Viena

Es la continuidad inmediata más importante tras Las Meninas, un cuadro realizado por el yerno de Velázquez. El escudo y los vestidos dan pistas para la descripción social de la familia. Se trata de la pintura de un artista que se dedica a retratar a la familia real, como expresa el lienzo sobre el que trabaja y el retrato de Felipe IV. Un retrato que remite a Velázquez por partida doble.


Velázquez: Camillo Massimo, 1650

Kington Lacy, Bankes Collection

Es uno de los miembros de la corte papal a quien Velázquez retrató durante su segundo viaje a Italia. A diferencia de otros retratos de busto, el modelo no posa de pie, lo que transmite aplomo y tranquilidad. El color lapislázuli del traje da testimonio de la pertenencia del modelo a la cámara secreta papal, que aparece rara vez en la retratística velazqueña.






Velázquez: La infanta Margarita en traje azul, 1659

Kunsthistorisches Museum, Viena

Esta obra permaneció sin llamar la atención en las colecciones imperiales austríacas, y no se identificó hasta 1923. Es una de las obras maestras de Velázquez como retratista. Aquí avanzó en la incorporación de un espacio más complejo, que crea a través de la habitación, el reloj y la superficie roja de la pared del fondo.