Image: Intratable Kendell Geers

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Exposiciones

Intratable Kendell Geers

Irespektiv

10 julio, 2008 02:00

Vista de la instalación con 'The passion considered' (2006) en primer plano

Comisario: Javier Panera. Domus Artium. Avenida de la Aldehuela, s/n. Salamanca. Hasta el 24 de agosto.


Para muchos, el surafricano afincado en Bélgica Kendell Geers (mayo del 68) resultará un artista incómodo. Desde hace quince años es uno de los más incisivos azotes de la moral bienpensante con un trabajo que percute con saña en las entrañas del espectador. Su obra no es una mera transgresión de lo políticamente correcto. Es un intento de situar a los visitantes ante situaciones comprometidas que exigirán de ellos la asunción de una nueva postura desde la que enfrentarse a sus miedos y traumas. Sin ser gratuita, la violencia en el trabajo de Kendell Geers nace de la necesidad de entender el arte como un problema, algo así como un reto que, una vez superado, permite convivir con el tabú, relativizar las fobias y desacreditar a los fantasmas.

El sexo, la revolución, la muerte, las religiones o la superstición son el caldo de cultivo de un generoso conjunto de trabajos que puede verse en España por vez primera de la mano del Domus Artium de Salamanca, que ha logrado meterse en esta importantísima coproducción junto a instituciones europeas de primera fila. Habrá que ver, sin embargo, si tal acumulación de piezas, que para el espectador español resulta nueva y muy ilustrativa de su trabajo, es fiel reflejo de la postura ética y artística de un artista cuyo C.V. no muestra los logros profesionales conseguidos, sino fechas relevantes de la historia de los dos últimos siglos, momentos que él considera que han modelado su persona y la rotunda posición artística y moral que encarna. Las evoluciones últimas de su trabajo le sitúan hoy, significativamente, más cerca de la acción experimental que del objeto o la instalación, y las revisiones de su trabajo a esta escala (como los currículums) son, al decir del propio artista, "un salón lleno de trofeos de caza que huele a pipa que apesta".

En su trabajo se advierten influencias dispares. Duchamp y Dada, el punk, el psicoanalisis, el arte conceptual o la crítica institucional se unen a su propia biografía y a la historia reciente. Kendell Geers vive ahora en Bruselas y su trabajo se debe extrapolar a todos los contextos geográficos pero sus circunstancias vitales son todo menos ordinarias. Nacido en mayo del 68 (ésa es su fecha y lugar de nacimiento, un gesto de gran calado conceptual que es una toma de postura ante el arte y la vida), a los 16 años huyó de casa dando al traste con la férrea educación cristiana que había recibido. Vivió los años terribles del Apartheid en los ochenta y su trabajo inicial, a principios de los noventa, es una audaz demostración de cómo desde el arte puede uno involucrarse en el conflicto. Al mismo tiempo, el trabajo de los noventa quiso poner el acento en la hipocresía occidental respecto a áfrica y la vigencia de una mirada colonialista hacia el arte y la cultura africanos. Recuerda Kendell Geers su indignación ante las exposiciones en torno al arte africano que se montaron en Europa en los noventa (Africa 95, Londres, 1995), donde los comisarios reforzaron la posición colonialista sobre los márgenes como "meros simulacros del centro".

Esa contradicción identitaria, entre la negación de la percepción colonialista de su país y la rígida educación recibida, sobrevuela toda su obra. En esta exposición salmantina podemos ver su autorretrato, Self-portrait (1995), el cuello roto de una botella enaltecido en una vitrina, que hemos de situar en un plano tan relevante como su fecha de nacimiento. Ambas confirman la voluntad de enfrentarse a lo establecido y de reventar límites. En la sala central del Domus Artium, la antigua cárcel, vemos alusiones a una violencia explícita en la que el cristal roto y el alambre de espino son materiales recurrentes. La pieza que saluda al visitante, House of Spirits (2005), es una estrella enorme hecha con cuchillas, un objeto inmenso que bloquea la entrada y que el espectador tiene que rodear con cautela para detenerse, una vez dentro, ante el Monument to the Unknown Artist (2007) y otros trabajos en los que biografía y violencia caminan de la mano.

El resto de la exposición tiene climas diversos. En una de las salas superiores podemos ver un conjunto excelente de dibujos a tinta que arropan a su conocida Vespa (en la línea de lo presentado en el stand de Yvon Lambert en el pasado ARCO). En una atmósfera libidinosa los dibujos se instalan en la borrosa frontera entre el bien y el mal, ante la sumisión que imponen las religiones a través de la muerte y ante el rechazo de sus promesas de salvación. El espíritu de Rabelais, Sade y Bataille imprega cada rincón de esta sala como también lo hace el interés del artista por el lenguaje y sus límites. La palabra "fuck" recontextualiza espacios y objetos con su grafía híbrida y caleidoscópica. El lenguaje como vehículo para adentrarse en lo desconocido, al otro lado de la pared, lejos de la desidia y la modorra de lo establecido, de la rutina insulsa y pertinaz.