Exposiciones

Bajo la bomba

Comisarios: Serge Guilbaut y Manuel Borja Villel.

18 octubre, 2007 02:00

Jackson Pollock: The Water Bull, uit: Accabonac Creek, 1945

MACBA. Plaza dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 7 de enero.

Comisariada por Serge Guilbaut y Manuel Borja, con la colaboración de Rosario Perió, la exposición expresa la tesis y actualiza un libro publicado originalmente en inglés a principios de los ochenta por el mismo Guilbaut: De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno. Un ensayo sorprendente en el que se interpreta en clave política el expresionismo abstracto. Muy esquemáticamente, Guilbaut explica cómo, en el contexto que va de la posguerra mundial a la Guerra fría, Estados Unidos ganó la partida a París, robándole la capitalidad en el mundo del arte, triunfo que no sólo fue debido a su victoria económica y militar, sino también a que supieron articular una imagen compacta y sin fisuras del arte de vanguardia americano, del mismo modo que lo había hecho Francia para el período del impresionismo y las vanguardias históricas. A partir del expresionismo abstracto, se creó el mito de un arte nacional, ajeno a la tradición europea, y al mismo con vocación internacional. Más aún, este movimiento artístico se instrumentalizó políticamente haciendo de él un discurso de libertad frente al totalitarismo soviético. Este mito de un arte nacional democrático y americano fue orquestado por críticos, revistas, galerías, administración… en definitiva, por un complejo aparato de propaganda. Pero también consta de silencios y omisiones, de manera similar a los que París había creado alrededor de su propio mito. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, el caso de Francia es diferente, tal y como reivindica la exposición. Su contexto político era diverso y, además, la escuela francesa estaba muy fragmentada. Diversificación ésta, que, siguiendo la tesis de los comisarios, impedía articular un elemento unificador que sirviera para identificar un estilo reconocible. Resultado: Nueva York "roba" el mercado del arte a París, para vindicación eterna de los franceses, que ven cómo su arte queda en un segundo plano, por no decir silenciado.

La exposición es una especie de puesta en escena de la tesis de Guilbaut. Consiste en un recorrido cronológico en el que afloran aquellos silencios y omisiones. Se observa la diversidad y riqueza de opciones posibles, cuando el expresionismo abstracto todavía está por nacer, y se presenta la producción francesa en paralelo a la americana. Entre otros no tan conocidos, se exhiben obras de Pollock, Motherwell, de Kooning, Rothko, Gorky, Wols, Michaux, van de Velde, de Staël, Soulages, Hartung, Viera da Silva… Sin embargo, es posible que el público se sienta desorientado si no conoce previamente las tesis de Guilbaut, dado lo abrumador e indiscriminado de la información. Lo que sí queda claro es que de esa confrontación entre París y Nueva York, Francia, sin duda, queda reforzada, al equipararse y asociarse los artistas galos con los grandes iconos del arte americano.

El trayecto está salpicado de documentos, fotografías, películas… No sé si contextualizan la exposición o son simples anécdotas de relleno. Sin embargo, es uno de los aspectos que más me ha interesado: éstos cuentan algo que acaso se escapa al planteamiento de los comisarios. La exposición incluye una mención a la escena española, concesión al público local, que es una absoluta frivolidad. No obstante, se incluye la película de Berlanga Bienvenido Mr. Marshall que da la clave de interpretación. Ayer como hoy, el filme resume muy bien el estado de nuestra cultura local.