La vanguardia conlleva esclavitudes. La primera de todas, aguantar los prejuicios. Radiohead no es un grupo de vanguardia si hablamos de su postura artística pero sí han sido los más adelantados a la hora de entender por dónde va a caminar la industria del disco. Han colgado en internet su nuevo álbum, In rainbows, para que el que quiera se lo descargue por "la voluntad". Pero hablábamos de prejuicios. Se podía pensar que, aprovechando que la "mamá discográfica" no iba a estar mirando, harían lo que les diera la gana y se desfogarían explorando su vertiente más experimental, ruidista y áspera.

Y, efectivamente, han hecho lo que han querido, que ha consistido en todo lo contrario. Lanzar un disco donde hay espacio para presupuestos que vienen de los clásicos de la electrónica como, en la acertada Arpeggi pero donde predomina su cara más melódica. Un trabajo en la línea de Ok Computer, que peca de previsible en temas como Videotape o la ya mítica (porque llevan años tocándola en directo) Nude y que tiene sus mejores momentos en los cortes más duros.

En canciones como la obsesiva Reckoner (aunque hablando de Radiohead utilizar ese adjetivo es un pleo- nasmo) o algunos instantes que hacen descubrir el parentesco de Yorke con John Lydon en canciones como Bodysnatch o la brutal Jigsaw Falling into Place, que puede situarse entre una de las mejores canciones del grupo. Esa querencia acertadísima hacia los "grandes vocalistas" del punk alterna con otros momentos, como el de House of Lovers, en el que viene a la memoria Dusty Springfield o en All I Need, donde el espíritu de Gary Numan flota en el ambiente.

En cualquier caso, y pese a esas referencias conscientes o no, éste es uno de los discos más personales de la banda en el que riza el rizo y demuestra definitivamente que el "apropiacionismo" es un arte. A él le deben buena parte de su originalidad.