Exposiciones

Luz González

Ángeles Penche

2 marzo, 2006 01:00

l. González: Bodegón blanco sobre negro, 2005

Monte esquinza, 11. Madrid. Hasta el 14 de marzo. De 360 a 7.800 e

Si comparamos las obras que cuelgan en la presente individual de Luz González se percibe un importante salto hacia adelante con respecto a las obras que pudieron verse hace cuatro años en la misma galería. Un avance que viene mediado por una integración de los elementos compositivos y técnicos ya insinuados entonces y que aquí llegan a una suerte de grado cero, de punto de arranque invertido y nuevo comienzo. En aquellas obras podía apreciarse una compartimentación en facetas de índole geométrica donde se alternaban áreas de color, con áreas de pintura más gestual y otras que guardaban motivos vegetales para las que empleaba técnicas de estampación y que tenían un definitivo aire decorativo. La impresión era la de un azulejado en que la pintura hacía de aglutinante. Cuatro años más tarde, la pintura de Luz González se ha convertido en la principal tarea, en el centro. Lo que aquí se presenta es, por un lado, una emergencia de la mancha, del borrón, de la nube, de un sfumatto que invade todo. Así, los bodegones son presencias borradas y las conversaciones se dan entre apenas fantasmas de pintura. Las áreas geométricas de color agudo y plano aparecen de cuando en cuando pero ya no dan lugar a una restricción con su existencia. En estos óleos abstractos logra la pintora un acercamiento a la pintura donde ambas se reconocen mutuamente. Más anecdótico debería ser la introducción de elementos matéricos (como tela de arpillera) o del chorreo. Aunque su uso surte efecto, estos métodos deben siempre reinventarse para que dejen de ser un recurso fácil. Por otra parte hay una serie de retratos femeninos de perfil clásico donde la línea elemental traza una figura sobre un fondo abstracto. También puede entenderse como un comienzo con la línea y el dibujo como protagonistas, aunque aquí quizá González debe aún desaprender un poco o fijarse más en la sutil invasión que logra cuando introduce líneas rectas que atraviesan sus obras entrecruzándose.