Image: Concha Jerez y José Iges: a jugar...

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Exposiciones

Concha Jerez y José Iges: a jugar...

26 septiembre, 2002 02:00

Sin título (de la instalación Terre di nessuno), 2002

Terre di nessuno. Fundación Telefónica. Gran Vía, 28. Madrid. Hasta el 10 de noviembre

El primer párrafo del ensayo con el que Heidi Grundmann contribuyó al catálogo de la última gran exposición de Concha Jerez (Las Palmas, 1941) y José Iges (Madrid, 1951) define perfectamente el lugar que su trabajo ocupa: "Hoy en día, más y más artistas tratan con la tecnología. Concha Jerez y José Iges pertenecen a los pocos que tienen su actividad artística tan fuertemente basada en una reflexión conceptual/teórica no sólo del arte, sino también de su función en la sociedad y de la sociedad en sí misma, que su trabajo nunca asoma enteramente en el campo de la tecnología, pero siempre lo transgrede". A mi juicio, es esa transgresión, lúcida por exhaustivamente informada, la que hace que sus realizaciones adquieran una calidad singular sin que, por ello, el juego con las tecnologías más avanzadas domine el discurso que su colaboración manifiesta.

Artista del concepto ella, artista radiofónico y compositor él, han establecido hace trece años lo que Alicia Murria, comisaria de la exposición, califica como una "fructífera convivencia creativa", que ha generado "una veintena de propuestas que abarcan los campos de las instalaciones audiovisuales, las performances y los conciertos intermedia o multimedia, las instalaciones interactivas, obras para la red y piezas de arte radiofónico".

Terre di nessuno (Tierras de nadie) es posiblemente el trabajo técnicamente más complejo de los que han realizado. El espacio expositivo -en el que el juego del parchís asume analógicamente el papel de territorio por el que deambulan interminablemente un funambulista y el espectador- podría ser considerado espacio virtual de un intrincado complejo de interacciones entre proyecciones de vídeo, apertura de páginas, verdaderas noticias falsas, luces, sonidos musicales y recitativos. Su objetivo es tanto sumir al visitante en la misma desorientación con la que nos confunde la existencia, como hacer de las salas un desmesurado aparato cuyo soporte de funcionamiento son las transgresiones a las reglas que esos espectadores visitantes causan en su deambular o accionar, voluntaria o involuntariamente, sensores a veces visibles a veces invisibles. En ese sentido, ha sido imprescindible la colaboración de Pedro López en la estructura tecnológica de las instalaciones y de Pablo Fernández Cid, diseñador de los programas de hardware y software que permiten la interacción y el diálogo entre los distintos ordenadores y los sistemas de sensores y otros dispositivos utilizados.

En cuanto a su contenido textual, la exposición aborda, crítica y juguetonamente, algunos de los que han sido motivos de reflexión más intensa en sus últimas obras: los sistemas de información y sus distintas modalidades de manipulación, así como el establecimiento de un ámbito propio de conocimiento; el inventariado de objetos residuales definitorios de la sociedad de consumo; la interferencia como generadora de fricciones entre la realidad supuesta y la realidad reinventada; el control y la vigilancia de los individuos disfrazados bajo la máscara de los sistemas de seguridad. En palabras de los artistas: "Parece que una tierra de nadie le hace a uno sentirse extranjero. Que es un lugar de/para la desorientación. Para la ausencia de reglas o para la indeterminación de las mismas. Un espacio de soledad. Un lugar, sistema o situación entre".