Image: Nazario del tebeo a la pintura

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Exposiciones

Nazario del tebeo a la pintura

1 mayo, 2002 02:00

Bettyboo, 1996

Palau de la Virreina. Rambla, 99. Barcelona. Hasta el 9 de junio

Algún día se tendrá que estudiar con atención la explosión de energías, deseos y esperanzas que se desataron ante la expectativa de la democracia, allá hacia finales de los 70 y principios de los 80. En este contexto Nazario acabará por ser uno de los autores más significativos del denominado cómic underground. El mundo que plasma Nazario es un mundo marginal, provocativo, intencionadamente escandaloso. Aunque lo que en realidad reivindicaba era una libertad moral y sexual en sintonía con aquel clima libertario, de transgresión, de inversión de los valores morales... y, sobre todo, de ingenuidad, tal vez demasiada para aquel final del franquismo.

Nazario abandonó hace tiempo las historietas y ahora se dedica a la pintura, al arte con mayúsculas: bodegones, flores... plasmados en términos hiperrealistas. En esta pintura existe un aspecto muy importante: la idea de cultura como utopía, como un espacio robado a la realidad. Quien observe sus vanitas -tema recurrente en el artista- verá un repertorio de citas que van de la cultura clásica hasta el pop, aunque lo importante es constatar la nostalgia, la infinita nostalgia que hay en ellas. Como aquel artista que decía que su cuadros eran más hermosos que la realidad porque en su pintura se podían contar las olas del mar, Nazario reinventa una realidad más hermosa si cabe, porque es una realidad del deseo, en la que los objetos y los detalles poseen una dimensión ideal.

Yo pienso que entre el primer Nazario underground y el posterior Nazario pintor no hay diferencia. En ellos habita y se expresa el mismo deseo. Lo que pasa es que aquella utopía y delirio colectivo de los 70 y principios de los 80 se ha transformado en una utopía individual. La pintura de hoy, como el cómic de ayer, hace referencia a un paraíso o a un sueño imposible. En los 70, las Ramblas eran una fiesta y, por un instante, esta utopía, cual espejismo, se vislumbró casi al alcance de la mano. En los 90, después de un largo proceso de desencanto, esta misma inquietud se manifiesta a través del arte, el arte como utopía, pero más bien como el lugar del yo y la experiencia personal e intransferible. El itinerario de Nazario, del tebeo combativo primero a la pintura después, describe un ciclo cultural, vital y generacional. Algunos -como Ocaña- se quedaron en el camino. A ellos está dedicada, entre el sueño y la resaca, esta exposición.