Image: El Centro Botín vuela sobre el mar

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Arquitectura

El Centro Botín vuela sobre el mar

16 junio, 2017 02:00

Renzo Piano: Fundación Botín en Santander. Fotografía: Enrique Cano

Hace seis años se dio a conocer en Santander el Centro de Arte Botín. Asistí a la presentación y tuve la oportunidad de entablar una breve e intensa conversación con Renzo Piano (Génova, 1937), autor del emblemático edificio, presentado ahora en co-autoría con el estudio Luis Vidal Arquitectos.

La propuesta consistía en un edificio situado en el borde del muelle, casi volando sobre el agua, elevado del suelo y partido en dos volúmenes por un espacio exterior vinculado al mar al que se accedía por medio de una rampa (proponiendo una circulación entre las copas de los árboles, como en el Carpenter Center de Le Corbusier) y que finalizaba en una plataforma suspendida sobre el agua. Entonces, el tráfico rodado del muelle, que se mantenía en la propuesta, no hacía más que separar el edificio de la ciudad con la que se pretendía unir.

Mies van der Rohe en su famosa sentencia "Dios está en los detalles" nos advierte de la importancia de estos, refiriéndose no tanto a un detalle constructivo sino a esos aspectos clave, auténticos, que dan razón de ser a algo, sea una obra de arte o un edificio.

Si algo tiene de importante la arquitectura denominada popularmente de "autor" o de "arquitecto estrella" (Gehry en Bilbao, Niemeyer en Avilés, etc) es su capacidad de transformar el espacio urbano, de construir la ciudad más allá de la introducción de un nuevo icono arquitectónico, absurdo y ensimismado, que como nave espacial se pose en un lugar sin afectarlo ni mejorarlo sustancialmente.

Renzo Piano: Boceto del edificio.

En este sentido, el mayor acierto del Centro Botín es haber subsanado el mayor error de la propuesta previa, al enterrar por medio de un túnel el tráfico y lograr, esta vez sí, una continuidad de la trama de la ciudad con el agua, al prolongar los históricos Jardines de Pereda y crear un nuevo espacio urbano. Y aunque el edificio "aterriza" en la bahía de Santander, lo hace con una doble condición acertada de escala: destaca y parece enorme cuando se observa en relación a la ciudad, significando su carácter público -especialmente desde el agua- y parece más pequeño en la visión cercana gracias al vacío que lo rodea y a los jardines y árboles que lo aíslan. En otras palabras, en el Centro Botín ocurre exactamente lo contrario a lo que apreciamos en el Palacio de Festivales de Sáenz de Oíza, también en Santander, cuya imagen y escala pública se desdibuja y confunde en la visión desde el mar (gracias a la fusión entre el edificio con la trama edificada que tiene detrás) y sin embargo, adquiere presencia y volumen en la vista cercana urbana y peatonal. Son pequeños, pero importantes detalles.

Se mantiene en el edificio el espacio vacío entre volúmenes que busca la relación con el agua y que estructura los recorridos -reduciendo el paseo arquitectónico que se producía cuando existía la rampa- por medio de plataformas y pasarelas exteriores que se emplean también como recurso arquitectónico en el Whitney Museum de Nueva York, otro edificio frente al agua, dividido en dos volúmenes separados por un espacio de comunicación y relación; las salas se diseñan con grandes frentes transparentes, abiertos a la luz y al agua para introducir la ciudad y su bahía en él.

Corresponde ahora a los ciudadanos valorar el acierto o no del edificio con su uso y a los responsables de su gestión atender a la calidad de su contenido. También, como decía Mies, atender a la importancia de sus detalles.

@raul_delvalle