Image: Los activos intangibles

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Arquitectura

Los activos intangibles

Banco de España de Paredes Pedrosa

6 marzo, 2015 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Interior del Banco de España. Foto: Paredes Pedrosa

Hay arquitectos que construyen muchos edificios y edificios que se construyen con muchos arquitectos. El Banco de España es, en cierto modo, de estos últimos: un perenne relevo que Paredes Pedrosa puntúan con su última intervención.

¿Cómo entender exactamente el Banco de España? Es oficial, pero no político, y público, aunque elusivo; no es, stricto sensu, un banco con sus hipotecas personales, ni gestiona divisa propia desde 2002. Bien parecería que su función primordial residiera en ser inmutable y que su traslación edilicia, su sede central en la madrileña Plaza de Cibeles, estuviese abocada al pleonasmo: el inmueble impasible. Pero no es exactamente así, sino que el Banco es fruto de un esfuerzo colectivo de permanente reescritura. Tiene relato, y su penúltimo capítulo lo han escrito Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa (ambos de Madrid, 1958), recién galardonados con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2014. Hace tan solo unos días han concluido sus últimas intervenciones: la transformación del antiguo Archivo General en un espacio de oficinas y la habilitación de una sala polivalente en la esquina entre el Prado y los Madrazo, lugar en tiempos utilizado de almacén (y, probablemente, el trastero más lujoso de España).

El edificio (a imagen del histórico Bank of England de Sir John Soane, referencia obligada en estos casos) ha ido ocupando durante un siglo la manzana de la calle Alcalá. Desde el proyecto inicial del siglo XIX (a cargo de Eduardo de Adaro) hasta el año 2006, con el cierre del perímetro (según proyecto de Rafael Moneo), se han sucedido ampliaciones y arquitectos que han tratado de dotar de unidad estilística al conjunto. Frente al dominio público de los alzados, el trabajo de Paredes Pedrosa, como el de otros que les han acompañado en las continuas labores de reforma interior (Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla o, en la actualidad, vora arquitectura con Virai arquitectos), ha sido casi invisible. Si la coraza del Banco ha perseguido (con irregular éxito) un mimetismo que difuminase las diferentes fases de su construcción, sus entrañas han oscilado con los vaivenes de las transacciones patrimoniales.

La historia de estos interiores es también la de la evolución de las condiciones laborales del último siglo. El banco empezó como pequeña ciudad (como atestiguan las desaparecidas viviendas para empleados en las mansardas) para pasar a ser máquina productiva (colmatada en los 70 de puestos de trabajo) y devenir finalmente en venerable patrimonio. La nueva zona de oficinas convierte hoy al antiguo espacio compartimentado de archivos en una nave diáfana, iluminada por las ventanas del semisótano. En las salas polivalentes se ha respetado la forma del espacio y adecuado acústicamente los salones, que pueden albergar pequeñas conferencias o espacios de reunión.

Es fácil distinguir, en ambas, dos tipos de operaciones: por un lado, pequeñas modificaciones que mejoran las prestaciones de la arquitectura (como el abocinado de los huecos, para incrementar la iluminación natural, o el forro de madera superpuesto al áspero zócalo de granito, en las salas de conferencias); por otro, reordenaciones inalteradas de lo preexistente (caso de la reapertura de los óculos de la pared que separa la zonas de trabajo del corredor de circulación; la reubicación de las ménsulas de forja, ahora dispuestas según el módulo de fachada; o la puesta en valor del espléndido techo de caserones metálicos). Aunque estos trabajos de Paredes Pedrosa sean relativamente pequeños, sí dibujan una línea nítida: las sugerencias del edificio prevalecen sobre cualquier impronta autoral.

Paredes Pedrosa llevan veinticinco años de trabajos continuados en el Banco: oficinas, salas de exposiciones, núcleos de comunicación... Conscientes de su condición efímera, quizá, antes de pasar el testigo, cierren el círculo y acaben (incluso) por reformarse a sí mismos. Acaso su trabajo no sea más que una de las capas acumuladas en la memoria de este edificio, una arquitectura en movimiento perpetuo y que maneja tiempos que a todos nos superan.