Image: Trasplante de tejidos (urbanos)

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Arquitectura

Trasplante de tejidos (urbanos)

21 noviembre, 2014 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Vistas de las obras de la Ciudad BBVA

La nueva Ciudad BBVA en las afueras de Madrid, obra de los arquitectos suizos Herzog & de Meuron, finalizará sus trabajos a lo largo de 2015. Prevista para unos 6.000 usuarios, incorpora pertinentes reflexiones sobre la escala, la confortabilidad y la adecuación urbana. Hablamos con uno de sus autores, Jacques Herzog, que desvela algunas de sus claves.

Jacques Herzog (Basilea,1950) atiende por teléfono a El Cultural en perfecto castellano: "Así puedo practicarlo". No parece un capricho; tras varios edificios realizados a lo largo de la geografía española, Herzog & de Meuron enfilan la recta final de su última obra en nuestro país: la Ciudad BBVA, nueva sede corporativa de la entidad financiera a las afueras de Madrid. Hagamos un poco de historia; el antiguo Banco de Bilbao construyó a principios de los 1980 sus oficinas en el Paseo de la Castellana, una obra de Francisco Javier Sáenz de Oíza que destilaba influencias de Frank Lloyd Wright a las megaestructuras metabolistas. La torre fue quedándose pequeña conforme aumentaron las letras en su coronación, fruto de las fusiones bancarias -primero con el Banco de Vizcaya (1988) y después con Argentaria (1999)- que hicieron del BBVA un titán económico. Herzog aprecia las diferencias con la nueva intervención: "(La torre de Oíza) es una pieza de arquitectura muy bella, bien integrada en un urbanismo que funciona y ya estaba consolidado cuando fue diseñada. Creo que eso facilitó su correcta disposición en ese emplazamiento. Sin embargo, la nueva sede se implanta en un lugar desértico a las afueras, donde aún no existe vida urbana ni social. Se trata de un proyecto totalmente distinto a los que hemos realizado en España; es mucho más grande -más de 100.000 m2- y funciona como una pequeña ciudad".

Las sedes corporativas suelen responder a dos patrones bien definidos: rascacielos urbano o campus periférico. La Ciudad BBVA, sin embargo, combina ambas situaciones: el volumen compacto de tres alturas se extiende por todo el solar y queda perforado tanto por una serie de calles ajardinadas como por una pastilla en altura, una silueta de geometría ovoide: "Lo entendemos como un modelo óptimo para las afueras de las grandes ciudades. Son lugares muy complicados sin orden, idea urbana o belleza; en las ciudades del sur, que tanto nos interesan, la vida surge porque existen plazas, sitios donde encontrase o charlar… en definitiva, vida pública". Una serie de estructuras preexistentes han sido recicladas y cosidas para formar un nuevo tapiz atravesado por calles quebradas; las perspectivas y los niveles se alteran y enriquecen el espacio de esas zonas comunes: "El interior pretende recrear la vida de un antiguo casco urbano y trasladarla a las afueras. Callejones, plazas, lugares de encuentro o descanso son situaciones aquí frecuentes frente a lo habitual en este tipo de proyectos que reducen su volumen a rascacielos u objetos ‘perdidos' en el desierto urbano".

Este basamento está recubierto de una suerte de aletas que preservan la privacidad interior, al tiempo que protegen el perímetro de la incidencia solar. De tamaño variable, en consonancia con el perfil irregular de los forjados, se adapta a la topografía para crear al interior ‘bolsas de espacios' que evitan la opresión visual de la oficina paisaje.

Poco significativa frente a la superficie total (apenas un 10%), la forma de la pieza en altura es pródiga en antecedentes: desde L'Œuf, la propuesta para el Centro Georges Pompidou, de André Bruyère (1973), al frustrado Centro Internacional de Convenciones y Congresos de la Ciudad de Madrid, de Mansilla y Tuñón (2007, ligeramente anterior a esta Ciudad BBVA), sito tras los cuatro rascacielos que rematan la Castellana. Pero, más allá de lecturas reduccionistas, la torre no es el edificio: "Es cierto que no hemos hecho muchas torres, aunque tenemos en marcha más proyectos en altura; sólo recurrimos a ese modelo cuando es necesario o tiene sentido. Aquí, el cliente quería un objeto vertical que se viera desde la autopista; y buscábamos, además, que hubiera una gran variedad de sitios de trabajo, no solo los del tapiz. Su forma curvilínea resulta similar a la de la plaza; la operación puede entenderse casi como si cortásemos una parte de esa alfombra y la levantásemos".

Imagen de las calles interiores de la Ciudad BBVA

Convivir, en este caso, con el obligatorio ropaje empresarial implica decisiones arquitectónicas muy sencillas que marcan la personalidad del conjunto, como el uso de una escogida paleta de materiales (hormigón, vidrio, madera) en su acabado natural o un preciso control de la escala. Herzog & de Meuron tienen sobrada experiencia en trabajos para corporaciones como Roche, Ricola o Novartis, entre otros. ¿Cómo se puede realizar una arquitectura personal en un entorno tan pautado?: "Nunca nos ha interesado la marca personal: nuestra identidad es la ausencia de una marca propia… Implica estar más abiertos e interpretar la diversidad. Mientras que en España o Francia existe un peso específico de la tradición desde hace muchos siglos, Suiza es un país mucho más pequeño que se define por distintas influencias culturales, lo que creo nos ha preparado mejor para trabajar en un mundo global. Esto no quiere decir que no nos interese la coherencia, todo lo contrario. Nuestras arquitecturas son muy específicas, pero no necesitan hablar de mi propia biografía ni de mi estilo. Es algo que ya no interesa a nadie".

La oficina sigue produciendo, pese a su posición de prestigio, obras de condición muy diversa: junto a proyectos de gran tamaño, como esta sede, destacan piezas menores, como el gimnasio en Arena do Morro (Brasil) o el Krauterzentrum para Ricola en Laufen (Suiza), un experimento de construcción adobe. ¿Qué les aporta este tipo de encargos?: "Son muy importantes. Me gustaría compararlo con un cuerpo humano, en el que hay que entrenar todos los músculos, no solo los más grandes; si no, puedes terminar siendo un monstruo. Los entendemos como laboratorios: son esenciales para practicar, conocer, experimentar, cambiar o abrirse a nuevas ideas". Otra precisión: ¿cómo entienden su propio papel dentro del contexto contemporáneo de la arquitectura?: "Personalmente me resulta indiferente: lo único que me preocupa es saber si lo que hacemos tiene calidad. Creo en hacer cosas nuevas para conocer mejor qué es la arquitectura, lo que puede significar para la gente, para los seres humanos, porque las personas necesitan amar la arquitectura para que ésta sobreviva. Creo que la sede de BBVA es un buen ejemplo. Está muy pensada para quienes trabajan dentro, y también como parte de la ciudad y de su futuro. Hemos evitado que se comportase como un objeto perdido, aislado, reducido tan sólo a la idea de lo espectacular, un pensamiento que ya no funciona. Hacer algo de forma extraña o simple per se nunca nos ha interesado; solo la calidad y la función, en su sentido más amplio: que guste y sirva a la gente, y que sea realmente fascinante para las personas".