Miguel Fisac

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Arquitectura

Miguel Fisac: "La arquitectura es un pedazo de aire humanizado"

Historia viva de la arquitectura española y referente esencial para las nuevas generaciones, hablamos con el arquitecto mientras termina su último proyecto: la construcción de un polideportivo en Getafe

27 febrero, 2003 01:00

El domicilio de Miguel Fisac (Daimiel, Ciudad Real, 1913) es un oasis verde entre las explanadas que preparan la urbanización de los futuros PAU (Programa de Actuación Urbanística) de la zona norte de Madrid. Cuando él fue a vivir allí tuvo que comprar su propio cable de teléfono. La casa y el estudio están protegidos, piensa que es debido al revuelo que se montó cuando tiraron el edificio de la Pagoda, en la carretera de Barcelona. Tiene 89 años y acaba de ganar un concurso al que ha concurrido acompañado por cuatro jóvenes arquitectos con los que forma un compacto equipo que está terminando la construcción de un polideportivo en Getafe, a las afueras Madrid. Lúcido y ácido a la vez, Fisac analiza los pasos de la arquitectura desde los años 40. Habla de Mies, de Lloyd Wright, de Le Corbusier, del mundo que heredamos y de la muerte.

-Ha montado un equipo, han ganado un concurso y lo están construyendo...
-Sí, vinieron dos chicos y dos chicas arquitectos que querían colaborar conmigo y nos empezamos a presentar a concursos. Ganamos el de Getafe, que ahora estoy terminando.

"Aproveché un viaje que hice por Europa para ver a Le Corbusier y a los arquitectos del movimiento moderno y me pareció un camelo"

-¿Qué más obras le gustaría realizar?
-¡Yo!, mis 90 años me dan ya garantía... Aunque aún me quedan pendientes algunas cosas; acabo de inaugurar un centro cultural en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) y en la Escuela de Arquitectura de Sevilla me han hecho un homenaje en el que querían que hablase. Y yo hablar, hablo perfectamente..., tengo memoria de las cosas, de la experiencia que he vivido. Nací en el año en que Kandinsky realizó el primer cuadro abstracto, y en estos 90 años se ha desarrollado perfectamente el movimiento moderno, que revisé cuando salí de la Escuela. Al mes de acabar la carrera empecé a trabajar en la Iglesia del Espíritu Santo y estuve ocho años a marchas forzadas, además, como no se podían convocar concursos de contratistas, había que hacerlo por administración directa, con lo cual me transformé en albañil y supe desde el principio cómo se hacían las cosas porque era yo el que las realizaba.

»Tuve mucho éxito, pero enseguida comprendí que por ahí no se iba a ninguna parte. Cogí un poco la orientación del novecento, lo único que conocíamos entonces, del cinquecento y del quatrocento aprendí los temas de armonía y de proporciones... pero pensé “no, no, a ver si esto es un camelo...”. Aproveché un viaje que hice por Europa para ver a Le Corbusier y a los arquitectos del movimiento moderno y eso sí que me pareció un camelo.

Contra el movimiento moderno

-¿Por qué un camelo?
-Porque yo tenía ya un conocimiento de la arquitectura y vi que eso era puro formalismo. Había leído una frase de Lao Tsé que decía “cuatro paredes y un techo no son la arquitectura; la arquitectura es el aire que queda dentro”. Por eso definí la arquitectura como un pedazo de aire humanizado. El aire no se puede cortar, pero si fuese un sólido podrías cortarlo; pues eso mismo lo haces con el aire y se convierte en arquitectura. Lo que pasa es que para hacer esas terminaciones tienes que concretarlas en materiales, de una manera consciente, para que quede ahí esto que no se puede cortar con ninguna cosa. Mies realizaba unas estructuras muy bonitas, pero el aire de dentro no tenía nada que ver con el hombre, estaba deshumanizado. La arquitectura japonesa y la arquitectura de Richard Neutra, en Los Ángeles, tenían más razón de ser, pero era una condición que tenían implícita. Pensé que Mies se había inventando unas formas muy bonitas. Luego vi todas sus obras y vi que aquello estaba deshumanizado, por muy bien que estuviera y por muy bien que funcionara.

-¿Cuál es la obra de arquitectura del siglo XX que más le ha impresionado?
-La Johnson (Wisconsin, EE.UU.) de Frank Lloyd Wright... que creo que no es suya, porque no tiene nada que ver con las demás cosas que hizo. Mendelsohn, se marchó a Norteamérica y estuvo trabajando con él, me parece más de Mendelsohn que de Wright. Ahora, es... preciosa.

Cuidar los alrededores

-¿Qué hizo entonces, cuando sintió que el movimiento moderno no era la solución?
-El quid de la cuestión lo he resuelto pensando en qué momentos se divide la arquitectura. El resultado final es consecuencia de un itinerario de valor extraordinario. La arquitectura tiene un programa por el que hay que empezar, después piensas cómo puede construirse de la forma más barata y eficaz. Luego hay que pensar el sitio: el movimiento moderno desprecia olímpicamente lo que tiene alrededor. La arquitectura es como un árbol que se planta en la tierra y tiene unos alrededores que, por analogía o por contraste, están ahí formando una unidad. Vi empezar y luego terminar el museo que hizo Mies en Berlín. Inventó algo maravilloso: esas ocho columnas de acero. Allí había una plaza formada por el edificio de la Filarmonía y una iglesia hecha en tiempos del Kaiser. Mies, como si todo esto no existiera, plantó el edificio, se cargó la plaza y se cargó todo. Entonces pensé que no valoraban nada... A Mies le encargaron también unas oficinas en Santiago de Cuba y utilizó la misma solución que para el Museo de Arte Contemporáneo de Berlín. ¡Hombre!, algo de respeto hay que tener. Bueno, para eso sirve pensar en el dónde y después viene el cómo: cómo lo vas a construir. Y luego, eso otro inexplicable, un no se qué que es con lo que ya tienes que jugar para ver cómo puedes hacerlo grato, agradable y que te guste.

"En todas las artes y en todas las épocas, hay unas tensiones que están equilibradas. No hay arte sin tensión ni belleza sin equilibrio"

-¿Cómo ve la arquitectura que se está haciendo ahora?
-La veo encajada. Hegel dice que un estilo es aquel que tiene una forma y una idea. Al principio está la idea, y la forma no existe. Todas las cosas empiezan en un estilo, un principio no muy acertado, pero con una inocencia y una gracia especial, la forma coge unos símbolos para poder entenderse, es lo que llama el período simbólico. Luego evoluciona la forma y llega a un equilibrio con la idea, es lo que podemos llamar el momento clásico del estilo. Pero luego la forma sigue desarrollándose, es lo que se llama romántico, un estilo decadente. Los únicos estilos europeos que empiezan de verdad son el griego y el gótico, los demás son formales, empiezan por la forma.

»Ahora estamos en el último momento del movimiento moderno. El movimiento moderno es un formalismo que se inicia, para mí, con la pintura cubista. Le Corbusier, con sus dotes de propaganda y saber hacer, y entre unos y otros, crean el movimiento moderno. Y ahora estamos en la tercera parte, con todas las características típicas de la última fase. Ya se acaba, el que empiece otro depende de vosotros. Creo que se puede ir por otros caminos, pero siempre empezando por una necesidad; y no sólo en la arquitectura, sino en todas las artes y en todas las épocas, hay unas tensiones que están equilibradas. No hay arte sin tensión ni belleza sin equilibrio.

-En este último proyecto, el polideportivo de Getafe, ¿mantiene los mismos criterios que identificaron su anterior arquitectura?
-Me he hecho y he hecho a estos chicos decir “está prohibido pensar lo que va a salir aquí”. Voy a estudiar las necesidades espaciales de este edificio, voy a ver dónde se va a colocar y después cómo lo voy a construir, qué medios tengo más prácticos y baratos. Presentaré todas las soluciones que se puedan hacer bien, que respondan a la formación estética que he tenido y que pueden ir mejorando. La solución catorce es mejor que la trece. Cuando construí el Centro de Estudios Hidrográficos, hace cuarenta y tantos años, me pareció que un progreso muy importante eran las soluciones de pretensado y post-tensado, y lo hice de post-tensado. Creí que eso del post-tensado era una cosa que iba a influir en la arquitectura una barbaridad y no ha funcionado absolutamente nada. Yo estaba convencido de que iba a ser la estructura del siglo XX. Luego se empezaron a hacer las estructuras de hierro y resultó que pasó el tiempo y la arquitectura siguió siendo de hierro. Pero el hierro tiene el inconveniente de que dura como mucho veinte años. Cuando terminaron el Centro George Pompidou, en París, dije “antes de 20 años este edificio se habrá podrido”, y así ha sido. La torre Eiffel está ahí porque ya han hecho dos o tres torres Eiffel: un equipo de 40 personas que está permanentemente sustituyendo piezas. ¿Cómo no se han hecho cosas de pretensado y se están haciendo todas las estructuras de las grandes cubiertas de hierro, como los arcos que se están construyendo en el aeropuerto?

Sin trabajo ni concursos

-¿Cuantos años estuvo sin construir?
-Dejé de trabajar en los setenta, después han salido algunas cosas y luego ya nada. Tampoco me han invitado a concursos.

-¿Y lo están haciendo ahora?
-No. Desde que tiraron la Pagoda, y con el escándalo que se organizó, no me van a tirar otra cosa que también querían tirar, el sanatorio. Sólo aspiro ya a morirme, que es un tema que he tratado con bastante profundidad últimamente. Nos han timado con tanto miedo a la muerte... pero eso es otro tema.

-¿Cómo ha sido la relación con sus jóvenes colaboradores?
-Yo hablo con los chicos y eso les gusta. Les digo que hemos dejado unas cuentas que ahora ellos tienen que pagar, sobre todo una cuenta ecológica. El arquitecto, como ente de la sociedad, tiene por objeto sencillamente hacer feliz a la gente que vive en esa sociedad. Yo he servido a la arquitectura de mi sociedad, y creo que esta sociedad no va a ninguna parte. En los años 70 yo sentía ansiedad por la modernidad, y veía un mundo impresionantemente bueno y ahora creo que va a haber un tiempo extraordinariamente malo. Estamos haciendo un mundo de lo más estúpido. Hemos cambiado la felicidad por el enriquecimiento, como si fueran sinónimos, y el enriquecimiento no aporta nada. La modernidad ha confundido el camino y ha llevado, no a que la gente coma y tenga un mínimo de bienestar, sino a que unos pocos disfruten del máximo bienestar.

[Miguel Fisac ha vuelto a abrir su estudio de arquitectura animado por cuatro jóvenes arquitectos (Fernando Sánchez-Mora, Blanca Aleisandre, Sara González Carcedo y Leonardo Oro) que querían trabajar con él. Han ganado el concurso para la construcción de un polideportivo en Getafe que ya se está terminando. Fisac lamenta la poca utilización en la arquitectura actual del hormigón pretensado y para este nuevo proyecto vuelve a construir con vigas pretensadas de 41 metros de largo por 4 de ancho y cerramiento de placas hechas con encofrado flexible.]