Evru/Zush en su estudio. Foto: Galería Senda

Evru/Zush en su estudio. Foto: Galería Senda

Arte

Muere Zush-Evru, el 'outsider' del arte español que fundó su propio Estado, a los 79 años

El artista catalán, muy querido en el sector, había trabajado con Peter Gabriel y expuesto en el MoMA, Reina Sofía y MACBA de Barcelona.

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M. Marco
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Ha muerto Albert Porta (Barcelona, 1946-2025), el artista que eligió llamarse Zush y después Evru, fundador y único ciudadano de un país mental —Evrugo Mental State— donde la identidad podía ser un laboratorio y la obra, una forma de respiración. Tenía 79 años.

La noticia fue confirmada por el galerista Carlos Durán (Senda). Como el galerista confirma a El Cultural, arrastraba desde hace años una insuficiencia cardíaca; no habrá funeral, y se prevé un homenaje de despedida en la Fundació Suñol, depositaria de una colección esencial de su trabajo.

Porta nació en Barcelona en 1946. En 1968, tras un episodio de internamiento psiquiátrico y un breve paso por la Modelo, adoptó el nombre Zush, tomado —según su propio relato— de un paciente que así lo bautizó.

De aquella desconfianza hacia las soberanías reales nació Evrugo, un Estado-poema con himno, bandera, pasaporte y alfabeto propios: un territorio de autoafirmación que convertía la biografía en ensayo visual.

La carrera fue precoz e internacional. Documenta 7 (Kassel, 1977) lo contabiliza entre los artistas españoles que reordenaron los setenta; antes y después pasan por su pasaporte la Bienal de São Paulo (1967 y 1979) y el Centre Pompidou (Magiciens de la Terre, 1989).

Zush trabajando en su estudio. Foto: Galería Senda

Zush trabajando en su estudio. Foto: Galería Senda

Esa constelación de hitos no se explica sin su capacidad para mezclar dibujo, escritura, música, performance y edición de libros de artista en una misma respiración: una obra-mundo que desbordaba la frontera del cuadro.

A caballo entre el pop de proximidad y una mística laica de trazo eléctrico, Zush ocupó pronto el lugar incómodo —y fértil— del inclasificable. La gran puesta al día llegó en el año 2000 con la retrospectiva “ZUSH. La campanada” en el Museo Reina Sofía, que viajó casi en paralelo a “Zush. Tecura” en el MACBA (2000–2001).

Evru/zush: 'vrotundi'. Foto: Galería Joan Prats

Evru/zush: 'vrotundi'. Foto: Galería Joan Prats

Allí, con gesto performativo, el propio artista declaró la desaparición de Zush y el nacimiento de Evru, el “ArtCieMist” (artista-científico-místico) que abrazaba de lleno las técnicas digitales sin abdicar del dibujo como latido.

Ese tránsito no fue cosmético. TECURA, el software de pintura digital que ideó —“una máquina de pintar” para que cualquiera, también personas con capacidades diversas, explorara su imaginación—, desplazó la autoría hacia lo común y convirtió el ordenador en una herramienta terapéutica y lúdica.

Evru/zush: 'drevud ots'. Foto: Galería Joan Prats

Evru/zush: 'drevud ots'. Foto: Galería Joan Prats

El proyecto se activó en museos y talleres, cuestionando con naturalidad la separación entre obra, proceso y cuidado. Evru defendía que todos llevamos un artista dentro, y su programa operaba como llave de acceso a esa zona franca.

Hay, además, un mapa insular sin el cual su relato quedaría mutilado: Ibiza y Formentera. Allí encontró una mezcla de calma y deriva que lubricó su universo simbólico —sus alfabetos, sus “nagas”, su música— y dejó una genealogía de obras que las islas han ido recuperando en exposiciones recientes. No fue un paréntesis hedonista, sino un polo de intensificación de su laboratorio interior.

Evru/zush: 'rosudra'. Foto: Galería Joan Prats

Evru/zush: 'rosudra'. Foto: Galería Joan Prats

El último tramo de su vida lo encontró frágil pero lúcido, fiel a Evru: así se presentaba en entrevistas de 2023, preparando nuevas muestras y afinando su autobiografía disgregada en libros, discos, videos y pasaportes ficticios.

No renunció a las alianzas: colaboró con Peter Gabriel en los noventa —del CD-ROM Xplora a “Digging in the Dirt”— y mantuvo un radar encendido hacia la cultura digital cuando aún parecía un territorio de pioneros. Su obra entró en colecciones y museos españoles e internacionales, pero jamás adoptó la solemnidad de los “grandes relatos”: prefería la fluctuación y la ironía como políticas del yo.

Queda su alfabeto imposible, sus mapas de piel y una ética de la fragilidad convertida en sistema. En tiempos de identidades blindadas, Evru sostuvo lo contrario: que la identidad es un verbo; que un artista puede mudarse de nombre sin traicionarse, que un Estado puede ser mental y, aun así, tener moneda, himno y ley; que el dibujo, practicado con obstinación y juego, cura.

Su legado se lee hoy como una ecología de prácticas donde conviven la artesanía del papel, la edición experimental, la performance doméstica y el código.

Zush trabajando en su estudio: Foto: Galería Senda

Zush trabajando en su estudio: Foto: Galería Senda

Quienes lo trataron hablan de su generosidad y de una imaginación que no pretendía obsesionar al espectador, sino contagiarlo. Quería que en su lápida se leyera una sola sílaba, “Go”. Irse, sí, pero como quien abre un pasaje. Nos deja, pues, un país habitable al que cualquiera puede emigrar sin visado: Evrugo.